Capítulo 5

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-¡Eh! ¿A dónde vas tan cabreada? 

Me giré extrañada y vi a mi mejor amiga apoyada en la pared del pasillo. 

-Oh, lo siento, no sabía que estabas aquí. 

-¿Por qué estabas en la tutoría? ¿Y por qué has salido tan enfadada?

-Quería cancelar lo del intercambio, pero por lo visto no puedo sin permiso parental.- dije lanzándola una mirada de reproche. 

-No me mires así, te he hecho un favor. 

-Otra igual...

-______, necesitas relacionarte más. 

Ignoré su comentario y fui a mi taquilla a por los libros. Tocaba biología y luego física, buenísimas últimas dos horas. 

Tras terminar la disección del cerebro de cordero y lavarme las manos a conciencia, me dirigí a la clase de química con los libros sacados de la taquilla. 

-¿______? 

-¿Eh?

Me giré sorprendida a mi derecha y vi a Dylan mirándome con una tímida sonrisa. Estaba sentada en la mesa del laboratorio de química con los libros abiertos y una probeta con un líquido verdoso y espeso. 

-Lo siento, estoy un poco distraída. 

-Ya veo-dijo riéndose. -¿Necesitas hablar de algo...?

-No, no te preocupes. Es solo que estaba pensando lo del intercambio.

-Está bien. No se si te habrás enterado, el profesor nos ha mandado que terminemos este trabajo antes de de acabe la semana.

-Joder, pues no. Vale, lo siento, ya me centro.

-¿Vas a ir?

-¿A qué? ¿Al intercambio?

-Sí.

-No me queda más remedio...-dije soltando un suspiro.

-Si te sirve de consuelo, a mi también me han obligado.

-¿Vas a ir?

-Sí...

-¿Y por qué no quieres?

-Te podría hacer la misma pregunta-dijo riendo.

Yo sonreí, intentando restarle importancia al asunto.

-No soy muy buena hablando con gente que no conozco.

-A mi me gustas. 

De pronto, sentí un pinchazo en la parte izquierda de mi pecho. "A mi me gustas" era una frase que intentaba evitar escuchar desde hacía meses. Sonreí y miré para otro lado, no quería que viese mis ojos aguados, y no podía hablar debido al nudo de la garganta que se me había formado. Tenía miedo de que si decía cualquier cosa, mi voz se quebraría. Justo en ese momento, sonó la campana, ya se habían acabado las clases. <<Salvada por la campana>> pensé mientras cogía mis libros y huía de allí.

Cuando llegué a casa no había nadie, qué sorpresa (nótese mi ironía). Despegué el post-it que había en la nevera y saqué los espaguetis del microondas. Puse lo necesario en la mesa del comedor y me senté a comer, aunque no tenía nada de hambre. Cerré los ojos, y mis atormentados recuerdos invadieron mi mente.

-¿Eres _____?

-- dije casi en un susurro. Me ponía muy nerviosa lo alto y guapo que era.

-Oh, genial. Hacemos juntos el trabajo de biología.

-Bien- dije sonriendo, aunque ya lo sabía. Llevaba toda la semana pensando en lo que pudiese suceder en aquella hora.

-Vale pues...me pongo aquí- dijo sentándose a mi lado.

Yo me removí un poco incómoda por su proximidad, y él pareció notarlo.

-¿Qué pasa?- preguntó con una sonrisa matadora.

-No...-de pronto me salió la voz extremadamente aguda. Carraspeé un poco y traté de no cagarla aún más.- Es que...

-Oh, ya, eres nueva y eres muy tímida y eso.

-...- dije extrañada.

-Pues no te preocupes. A me gustas- declaró, y mi corazón dio un pequeño vuelco.

Pequeñas lágrimas salían de mis ojos por más que yo intentara evitarlo. No había probado un bocado de mi plato, pero el hambre no llegaba, así que lo dejé a un lado y me fui a mi habitación. Entonces, recibí una llamada de mi madre:

-Acuerdate de ir al gimnasio.

-¿Qué?

-¿No te acordabas? Las clases empiezan hoy a las 5.

-¿Pero al final me apuntaste? Pensé que era una broma. Mamá no quiero ir.

-Pues lo vas a hacer. ¿No estás siempre quejándote de que eres una floja y no tienes fuerza ni tonificación? Pues ale, al gimnasio. Además, ya lo hemos pagado.

-Pero...

Antes de que pudiese seguir hablando, me colgó. Bloqueé el móvil  enfadada y me tumbé en la cama. Eran las cuatro, en nada tendría que irme.

El sonido de llamada volvió a irrumpir en mi teléfono, esta vez privándome de escuchar a Imagine Dragons. Descolgué molesta por esto y la voz de mi madre fluyó por los altavoces.

-¿Estás todavía en casa?

-No, ya estoy yendo para allá- dije con fastidio.

-Bien, llámame cuando salgas.

Resoplé impaciente y acepté. Miré el reloj y eran menos cinco. Aceleré el paso, no quería que el entrenador se enfadase conmigo el primer día. Entré al edificio y pasé mi tarjeta por el escáner para pasar a una de las salas de máquinas. De pronto, oí una voz a mis espaldas cuando ya pasaba por la puerta.

-Anda, hola, ______.

Me giré asustada y pude ver a Dylan, con una camisa de tirantes, una toalla en la mano y sudoroso.

Holaaa!!! que hace años que no escribo, perdonadme please. Es que no tenía ni ideas ni tiempo, me centré más en mi otra historia. Pero ahora intentaré publicar más rápido, tengo algunas ideas. Espero que os guste, besoos.

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