Silencio

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Toco el timbre dorado de la casa amarilla de dos pisos con jardines bien cuidados y reja negra imponente. Balanceo los pies mientras esperaba, la tarta de manzana que llevaba en las manos aún transmitía calor por debajo del mantel a cuadros rojos con el que estaba envuelta. Pieck observo su reflejo en la campanilla extremadamente limpia a un lado de la puerta de caoba y sonrió por la pulcritud; llevaba el cabello negro recogido por sobre la cabeza, su abrigo oversize color melocotón cubría un elegante vestido rosa que le llegaba debajo de las rodillas combinado con tacones negros. Era su rutina una vez al mes después de todo, debía verse elegante.

—¡Señorita Pieck! Es bueno verla— saludo con una sonrisa Onyankopon al abrir la puerta —por favor pase, como siempre, él la está esperando.

Pieck se acercó al hombre y se elevó en la punta de sus pies, con su mano libre buscó equilibrio en los hombros de la camisa blanca de su ahora amigo, él se puso a su altura para que ella pudiera besar su mejilla, ¡ah! ¡Estaba rodeada de hombres altos!

—¡Buenas tardes Onyankopon! Espero no haber llegado tarde— dijo con gracia mientras entraba hacía el corredor perfectamente organizado.

El piso de madera pulido y brillante, no había rastro de polvo y el aire olía a menta.

—Usted nunca lo hace.

Onyankopon dio una sonrisa alegre mientras la ayudaba con el abrigo, colgándolo a un costado de la verde pared que servía como exposición fotográfica. Fotos de momentos y lugares que Levi había experimentado después del retumbar.

—¿Gabi y Falco? — preguntó mientras caminaba hacia el fondo del pasillo hasta la puerta que daba a la terraza trasera de la casa.

—Usted sabe que, a Levi, el capitán Ackerman —se corrigió— no le gusta que los interrumpan, creo que sus conversaciones con usted son demasiado importantes.

Pieck rio. Habían pasado cinco años, donde las lealtades se habían consolidado entre los miembros de la alianza. Nadie se sorprendió cuando Levi no quiso continuar la labor de embajador; estaba lisiado, había perdido mucho y quería descansar acompañado de sus recuerdos. Podía entenderlo, cada una de las pérdidas que todos habían vivido seguían presentes en sus corazones: aún en las noches se despertaban con pesadillas, aún los días cálidos se sentían fríos, aún costaba reír con naturalidad y muchas más veces la respiración quedaba atorada en sus gargantas.

La mujer realmente se alegraba que el ex capitán del SC lograra un poco de felicidad doméstica siendo una especie de tutor de Gabi y Falco, los chicos también merecían vivir una vida normal lejos de conspiraciones políticas o al menos lo más normal que les fuera posible. Ahora hablando de la relación de Levi con Onyankopon, Pieck dudaba un poco de la amistad de ambos. A veces podía sentir la tensión entre ellos crispando el aire con electricidad muy bien ocultada; el piloto ayudaba a Levi con su rehabilitación, lo inspiraba a superarse y ahora vivían juntos. No era su tema, pero si tuviera que opinar, ambos hacían una buena pareja.

El moreno se excusó con amabilidad, perdiéndose mientras subía las escaleras alfombradas hacía el segundo piso. Pieck sujetó el pomo de la puerta y la abrió con elegancia. Allí, bajo una parra de uvas que dejaba pasar sutilmente los rayos del sol, sentado en su silla de ruedas junto a una mesa acomodada improvisadamente estaba Levi Ackerman.

La camisa gris bajo el suéter sin mangas blanco combinaba con los pantalones del mismo tono de la camisa y zapatos negros. El silencio combinado con las cicatrices de guerra le daban un aspecto serio y peligroso. Observó a Pieck con su ojo gris, el mismo gris de una tormenta hermosa, furiosa y poderosa.

—¡Buenas tardes capitán! Es un bonito día, ¿no cree?— mencionó casualmente y con voz suave mientras caminaba hasta su encuentro.

El mantel de ganchillo tenía sobre el un hermoso juego de porcelana con bordes dorados, el florero lleno de violetas dando realce al encuentro. Pieck tomó asiento en la silla libre que la esperaba.

—Hola Pieck, en efecto, ¿Cómo esta tu padre? — la calma característica del Ackerman.

Pieck comenzó a relatar el estado de salud de su progenitor mientras desenvolvía la tarta posicionándola al centro de la mesa. Se alegraba que Levi y su padre se hubieran convertido en amigos, ambos eran seres amables y solitarios que disfrutaban pasar sus tardes en silencio jugando ajedrez.

—¿tú hiciste ese pastel?

—Si, se llama Kuchen de manzana, lo aprendí en uno de los viajes.

—Kuchen, suena como

—lo sé.

—mi madre...

Pieck sonrió con comprensión

—lo sé.

Levi asintió con una sonrisa nostálgica. Pieck sirvió el té para ambos y quedaron en silencio mirando las aves elevarse por lo alto del cielo, soltando sus plumas desde lo alto, casi tocando las nubes. El gato negro del denominado hombre más fuerte de la humanidad , llamado Ceylán, hizo acto de presencia enredándose entre las piernas de la chica para luego trepar la silla de ruedas y reposar enroscado en el cuello de Levi.

La morena observó las uvas verdes que colgaban en racimos exuberantes sobre sus cabezas, las flores naranjas que buscaban los rayos del sol moviendo sus pétalos de un lado a otro en una esquina del jardín. Bebió un sorbo de su té y comió un trozo de su tarta.

—buen té, ¿es?...

—oolong

—¿Hizuru?

—Si— dijo el hombre bebiendo de su taza.

A Pieck aún le asombraba la forma que tenía de sujetar la porcelana, nunca había preguntado el porqué, pero tampoco tenía ganas de hacerlo en este momento. Solo quería disfrutar del día, la brisa soplando sobre su rostro, el silencio y el sol calentando su cuerpo delicadamente. No recordaba cómo había empezado esta tradición extraña con el hombre. Tal vez fue cuando se dieron cuenta que ambos compartían el sentirse cómodos con el silencio y la tranquilidad, algo que ninguno de los dos podía lograr en su día a día; Falco y Gabi eran algo ruidoso como una explosión y por su parte; el trío Connie-Jean-Reiner era mucho peor con sus peleas idiotas. No era que Pieck y Levi no hablaran o no tuvieran temas de conversación, ellos lo hacían y mucho; los consejos de Levi con el intelecto de Pieck habían ayudado a Armin muchas veces, incluso hubo un momento donde Jean se había puesto un poco celoso de la confianza que ambos se tenían. Pero en su cita mensual no les gustaba hablar, solo se limitaban a tomar el té y compartir alguna delicia nueva. Pieck observó a Levi mirar el horizonte y se preguntó que estaría pensando.

—¿más té capitán?

—por favor— respondió posicionando de nuevo su taza vacía sobre el plato, volviendo a mirar al mismo lugar otra vez.

Pieck suspiró mientras el vapor de su propio té calentaba su nariz. En la cuarta taza miro el reloj, debía llegar a casa o Jean se preocuparía. Se levantó llamando la atención de su anfitrión.

—Debo irme capitán, es un placer como siempre. ¿el próximo mes? — preguntó dubitativa

—sí, por favor

Ambos se dirigieron una sonrisa sincera mirándose a los ojos

—Adiós Levi— dijo mientras se retiraba al interior de la casa

—Adiós Pieck. Y gracias, por el silencio.

Pieck sonrió ante el maullido de Ceylán despidiéndose de ella.

—¡Cuando quiera! — su voz alegre y franca—¡oh! — dijo volteandose traviesa—ustedes hacen una linda pareja.

—lo sé— sonrió Levi —tú y Kirstein también.

Camino a casa Pieck se sintió más ligera y cálida. Esperaría ansiosa el próximo mes.

Silencio (Levi & Pieck)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora