Capítulo Dos

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Con mi madre vivamos en la parte norte de la ciudad en un barrio más bien humilde, por no decir pobre, nuestros trabajos no quedaban muy cerca de casa, debido a eso a veces teníamos que quedarnos fuera. No era algo extraño debido a la situación en la que estamos viviendo, yo me quedo en casa de Leila cuando eso sucede, ella vive más cerca del centro de la ciudad, y en el trabajo de mi madre habilitaron habitaciones para que los trabajadores pudieran quedarse en caso de que se les hiciera tarde, pero ambas preferíamos pasar el tiempo en casa y juntas.

Hacía mucho tiempo que despertaba muy temprano y me quedaba en la cama fingiendo que dormía para que mi madre no se diera cuenta que me quedaba triste mirando a la nada y extrañando a mi padre. No quería que ella viera que sufría por eso, porque me angustiaba que ella se entristeciera por lo mismo. Pero luego descubrimos que ambas lo hacíamos, por lo que nos dejábamos ese tiempo de tristeza para nosotras.

– ¿Ya despertaste? –Preguntó mamá tranquilamente.

– Sí –respondí con algo de tristeza, había despertado aproximadamente hace una hora.

Estábamos dándonos las espaldas, así que nos giramos para quedar frente a frente.

– Lo extraño tanto... –Le dije con lágrimas en los ojos.

– También yo. –Me dijo y me abrazó fuertemente. Permanecimos así durante varios minutos, hasta que me sentí mejor, mamá tenía algo mágico, ella siempre sabía cómo me sentía. Me besó en la frente y se levantó.

Era viernes y me tocaba el turno de tarde, pero de todas formas me levanté temprano junto con mi madre para tomar desayuno juntas. Comimos los panqueques que sobraron del día anterior, mi madre se sirvió un café y yo un té de hierbas, ya que no quería que el café me espantara el sueño, quería dormir un poco más, antes de tener que irme al trabajo.

Siempre que una de las dos se quedaba sola en casa nos asegurábamos de que la puerta principal quedara bien cerrada, comenzamos a hacer eso cuando se implantó el toque de queda, creo que todo el mundo comenzó a hacer lo mismo. Mi madre me dio un abrazo fuerte y me besó en la frente.

– Que tengas un gran día – le dije sonriendo.

– También tu mi princesa.

– Y recuerda que hoy me quedaré en casa de Leila.

Ella asintió con la cabeza y me brindó una cariñosa sonrisa, de esas que me decían lo mucho que me amaba sin palabras. Cerré la puerta con llave y cuando le dije que cerré, ella comprobó que no se abriera, luego me dijo adiós y se marchó.

Yo volví a su cama feliz de que aún estuviese algo tibia y me acurruqué entre las sábanas, puse la alarma una hora y media antes de tener que ir a trabajar, para tener el tiempo suficiente para prepárame antes de salir y me dormí rápidamente.

Desperté asustada por el ruido de la alarma, estaba teniendo un sueño extraño, por no decir que era una pesadilla. Soñaba que caminaba por un túnel muy oscuro, apenas podía ver por dónde iba, y sentía mucho miedo, quería salir lo más pronto posible de ahí, así que caminé hacia un lado del túnel pero era interminable, por lo que me di la vuelta para volver por la dirección en que venía, cuando siento que alguien detrás de mí me dice que tenga cuidado, que me estaban observando, así que comencé a correr con la esperanza de encontrar una salida, pero seguí corriendo en vano y escuchando la misma voz: "ten cuidado" "te están observando". Incluso ahora tenía la sensación de estar en ese horrible lugar y sentía que las voces aún estaban ahí. Así que decidí ducharme para despejar mi cabeza, luego me arreglé y salí al trabajo. parecía que iba a haber un clima agradable el día de hoy así que solo tomé mi chaqueta por si es que me daba frío al salir del trabajo, siempre llevaba a misma chaqueta, verde tipo militar, adoraba esa chaqueta parecía combinar con toda mi ropa, a pesar de que Leila dijera lo contrario, pero yo la amaba, porque había sido el último regalo que me había dado mi padre.

Apariencia MortalWhere stories live. Discover now