Rojo.
Pétalos rojos de camelia, manchados de sangre. Siempre le había encantado el rojo. Ya no más. ¿Cómo podría gustarle si la vida le estaba siendo drenada en ese color? Aún se pregunta qué fuerza sobrenatural le ha hecho sobrevivir por tanto tiempo. Soportando el dolor, soportando la asfixia, la sensación de sentir tus pulmones llenarse de raíces y pétalos pero que por alguna causa desconocida no te han matado en siete largos años. Siete años de toser y vomitar sangre y pétalos de camelia, siete años de sentir un recuerdo que no ha podido ni ha querido borrar. Una eternidad de amarlo; una infinitud de tiempo donde su mundo se había vuelto así.
Rojo.
Lo conoció cuando tenía once años. Al principio solo lo consideró lindo. Eso era todo. Y luego era más. Luego era su presencia como una constante en cada pensamiento del día. Y la firme creencia de que su sonrisa con frenillos era la más preciosa del mundo. Y el deseo de acariciar su cabello rizado de puntas rubias. La necesidad imperiosa de tocar sus manos, aunque fuera por accidente, y la corriente eléctrica que la recorría de pies a cabeza cuando eso pasaba. También eran sus latidos martillándole las costillas cuando le miraba, como si ella fuera la única persona en la habitación. Para ella, él definitivamente era el único en la habitación. El único que la hacía trabarse en sus palabras, el único que podía ponerla nerviosa con una sola dicción . El único que amó con tanta fuerza. El único que nunca supo que ella lo amaba.
Fue cobarde, lo admite cuando el sol sale y cuando se va. A esto le llevó su cobardía, a padecer una enfermedad que solo tenían aquellos que amaban y que solo sufrían los que callaban. Hanahaki. Vomitar flores es la traducción literal. Eso hacía cada jornada de su vida luego de haberse enamorado de él. La solución estaba al alcance de dos palabras, o al alcance de una cirugía. No quería la segunda opción. No se imagina el mundo sin amarlo, no se ve a sí misma sin amarlo. No puede. No quiere. No.
Se resignó a morir. A que las raíces se extendieran por sus pulmones hasta aplastarlos. En siete años, eso nunca pasó. Aún vive. Aún ama. Aún sufre. Pero si se declara también morirá, está más que segura que él la rechazaría. Así que decidió vivir con ello. Y decidió aprender a no darle importancia al espejo, a querer lo que no se reflejaba en esa superficie reflectora, a descubrirse a sí misma y aguantar la sangre y los pétalos de camelia que no la matan. Por lo menos se hizo resistente al dolor. Por lo menos descubrió que era fuerte y podía con todo.
No.
No con todo.
La fuerza se desvanecía cuando él llegaba.
Despareció al año de haberlo conocido. No supo dónde estuvo. Hasta que se reencontraron seis años después. Jamás le dolió tanto aguantar las ganas de toser cuando la saludó. Jamás había vomitado tanta sangre como para caer desmayada. Hizo que sus amigos se preocuparan. Y su enfermedad había decidido que era tiempo de matarla.
No.
¡NO!
No ahora que quería vivir. No iba a permitir que su vida se fuera así. No así. Bien. Si esas tenemos. Si iba a morir de una u otra forma, no lo haría como una cobarde que no logró decir dos palabras. No, sería recordada como la mujer que tuvo la fuerza para aguantar el Hanahaki por siete años, como la mujer que amó a una sola persona toda su vida, como aquella que tuvo el valor de morir contando lo que sentía.
Se miró al espejo, y se dio palabras de aliento. "Tú puedes hacerlo". "No importa lo que pase, saldrás victoriosa". "No importa si no te quiere, hay personas que sí lo hacen". "Eres una mujer fuerte, eres una guerrera". "Eres preciosa y puedes hacer todo lo que te propongas" . Y fue a verlo. Sus pasos firmes no concordaban con el temblor nervioso que atravesaba su cuerpo. Pero no se detuvo. No se detuvo al tocar la puerta. No se detuvo cuando lo saludó. No se detuvo cuando tosió pétalos y sangre escurrió por la comisura de su boca, no lo hizo cuando sus labios se pintaron de carmín. Tampoco lo hizo cuando él le vio preocupado. Ni siquiera cuando su corazón bombeaba como un loco.
-¿Puedes dedicarme unos minutos? Quisiera hablar contigo, en privado de ser posible.
-Claro, pasa por favor. ¿Quieres tomar agua, o algo de beber? -le preguntaba mientras caminaban por un pasillo en dirección a la cocina. Seguía siendo tan amable como recordaba.
-Agua estaría bien -No le importó la mancha roja en el borde del vaso cuando bebió, su propósito no era ese.
-Y bueno, ¿qué querías decirme? -Sabía de antemano que su voz temblaría cuando lo dijera, pero no era momento de pensar en eso. Exacto, lo mejor era no pensar, solo hacer.-Te amo. Te he amado desde el momento en que te conocí y lo hago aún ahora. Tú ocupas un espacio tan grande en mi corazón que no he logrado querer a alguien más, y eso me está matando, literalmente, así que solo quería decirte que te amo.
Tal como predijo, su voz tembló en cada oración, sin embargo, se sentía bien. Él ni siquiera había respondido, pero podía percibir la forma en la que las raíces liberaban sus pulmones, su tráquea, su laringe, todo. Aire puro entraba, sin obstrucciones, sin asfixia. Había olvidado la sensación de respirar sin trabas de por medio, y volver a hacerlo era magnífico. Él suspiró y le dirigió una mirada apenada.
-Yo... yo lo siento tanto, pero quisiera que pasaras página. No... no eres tú el problema, yo estoy en una relación hace 2 años y aunque tenemos altos y bajos nos queremos.
Ella sonrió, apacible, feliz.
-Es bueno saberlo, solo quería que me escucharas. Muchas gracias, por todo -Y cuando salió por la puerta, era libre.
Estaba viva, de pie, triunfante y dichosa. Era libre de aquel amor no correspondido, y era libre de aquella enfermedad. Sopló, y de su boca salieron pétalos de camelia, sin manchas de sangre, pétalos de camelia que volaron con el viento. Camelias rojas que testificarían la historia de una mujer que sobrevivió a un amor no correspondido porque aprendió a quererse lo suficiente.
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Camelias Rojas
Short StoryElla no comprendía por qué había logrado sobrevivir 7 años con aquella enfermedad. Pero cuando más deseaba vivir, aquellas camelias rojas decidieron que era el momento de su muerte. Así que decide confesarle sus sentimientos al chico que amó toda su...