Estaba solo, completamente solo. Nadie había sobrevivido al cataclismo, al Fin del Mundo. Al principio me pareció genial, no tendría que volver a formar colas para ningún sitio, no tendría que pagar impuestos ni nada por el estilo.
Pero de pronto caí en cuenta de que estaba solo. Era libre, nadie me gobernaba o decidía por mi… pero ya no tenía a nadie que me acompañara. Lo que yo creí como una bendición se transformó en la peor tortura.
Es la voluntad de Dios me dije repetidas veces, como para calmarme, pero ni yo mismo me creía. Pero... ¿cómo puede ser la voluntad de un ser que nos quiere infinitamente que un hombre permanezca en el peor suplicio existente? Estaba solo en una habitación inmunda…. completamente sola.
Había tanto silencio que solo escuchaba los latidos de mi corazón y mis pensamientos atormentando mi cabeza.
Ya antes había pensado en acabar con mi vida. Suicidarme, pero no era una opción. No. Tenía que luchar para seguir vivo, no podía dejar que me vencieran. Aperte, aborrecía la idea de terminar yo mismo con mi vida. Simplemente no podía.
Entonces mientras yo barajaba la posibilidad de terminar con mi vida unos golpes secos en la puerta me sacaron de mi letargo. ¿Quién podría ser? Nadie había sobrevivido al Fin del Mundo excepto yo. Yo era el único condenado a la soledad eterna. ¿Sería que me había equivocado?
Aunque escéptico y desconfiado al principio subí las escaleras y abrí la puerta del búnker. La alegría me colmaba mientras me iba acercando a ella. ¿Sería que me había equivocado y no estaba solo? ¿Sería que Dios se había apiadado de mi y no me había abandonado a mi suerte? Entonces mi mano rozó el frío picaporte…
Vi mi rostro reflejado en el destrozado espejo que aún colgaba milagrosamente de la pared. Mi ropa vieja ya muy desgastada, largos cabellos enredados tapaban mi demacrado rostro, grandes ojeras negras ensombrecen mi mirada algo dura por las cosas que me tocó vivir.
Abrí la puerta y el aire caliente mezclado con polvo y ceniza me dió de lleno en la cara, sentí como el ambiente era muy difícil de respirar, por un momento creí que había imaginado los golpes en la puerta, pero no podía ser.
Entonces algo a mi izquierda llamó mi atención. El viento arenoso lo había hecho rodar unos metros más allá y al chocar con unos fierros y planchas de acero provocó el sonido que había llamado mi atención.
Me fui acercando temerosamente, nunca antes había visto algo semejante. Cuando estuve lo suficientemente cerca de donde se hallaba lo recogí, grave error.
Era algo indescriptiblemente horripilante. Piel derretida mezclada con arena aún caliente caía por los bordes, haciéndolo parecer más viscoso y asqueroso.
Cabellos castaños chamuscados coronaban la frente de lo que sería el cráneo humano de una mujer que se notaba había sido hermosa alguna vez, pero que ahora no era más que un objeto sin dudas horripilante y pestilente.
Lo deje caer y rodar, solo quería que se alejara de mi. Que me dejara solo.
Regresé al bunker en el que me había encerrado para evitar el cataclismo. Estaba maldito a estar solo para siempre.
Llegue a la puerta y cuando intenté abrirla me di cuenta de que no podía, algo simplemente había bloqueado la entrada a mi refugio.
El sonido del viento ulular con mucha fuerza a mi derecha me hizo voltear aterrorizado, una tormenta de arena ardiente con quién sabe qué más se acercaba muy rápido a donde yo me encontraba.
Intente abrir la cerradura pero está atascada y en mi desesperación no lograba mover mis brazos con la coordinación suficiente. Cuando la tormenta estuvo lo suficientemente cerca como para que mi piel me empieza a escocer terriblemente me pregunté, ¿Quedaría mi cuerpo como el cráneo de la pobre mujer?
En el último segundo logré abrir la pesada puerta y entré al refugio. Todo seguía exactamente igual, salvo por el sonido del viento al chocar contra la puerta. Bajé las escaleras muy desilusionado y me recosté en el montón de colchones y mantas hechas jirones que almacenaba en una esquina del cuarto.
Dormí y no me desperté hasta después de muchas horas, quizá días. Miré la pequeña radio que no servía más que solo para dar la hora.
Había dormido como por trece horas quizá más y ya era de día. Me acerqué al almacén donde guardaba todos mis suministros. Grande fue sorpresa al ver que se habían evaporado, las ratas habían acabado con todos ellos.
Me encaminé resignado escaleras arriba para abrir de nuevo la puerta y salir a buscar algo que pudiera comer.
Cuando intenté abrir la puerta del búnker escuché el crujido de los engranajes, sube que algo había salido mal.
Intenté forzar la puerta igual que la última vez y nada, ahora algo no la bloqueaba. Estaba cerrada por afuera.
Intenté mantener la calma, lamentablemente todos mis esfuerzos fueron vanos. Escuche un pequeño llanto proveniente de los cuartos escaleras abajo y acudí a él.
Supe que estaba destinado a morir muy lenta y tortuosamente sin poder pedir ayuda, pues estaba solo en este mundo. Los chillidos provenían de centenares de ratas hambrientas que me miraban fijamente con sus ojos rojos como las llamas del Infierno.
《《FIN》》