Parte I

14 4 0
                                    

Lágrimas brotaban de mis ojos y se deslizaban por mis mejillas, tal cual la lluvia por la ventana del auto, mi tristeza era tan, pero tan grande que sentía que la palabra me quedaba pequeña.

Mi madre acababa de fallecer hace dos días, y ahora, nos dirigimos a otro pueblo a vivir, siento mi mundo derrumbarse, perder mis amistades, mi academia de danza y lo que más me dolió perder, a mi madre.

Traté de dormir un poco, hacían ya dos días que no dormía bien y ya parezco un zombie, siento mis problemas desvanecerse por un momento, hasta que mi hermana me devuelve a mi fría realidad —Amanda, llegamos al hotel, despierta— Sentí una tristeza aún más grande, oficialmente mi vida había cambiado, algunos pensarían que un nuevo comienzo es todo lo que está bien, pero para mí no, socializar jamás a sido mí fuerte, y en toda mi vida solo he tenido 3 amigos, con los que me llevaba de maravilla.

Mi mejor amiga, Ester, la conocí en el jardín de niños, tuvimos una pelea por un niño y ahí fue cuando supe que seríamos amigas, algo muy loco ¿no?
En cambio, con Gabriel, mi mejor amigo, fue algo más distinto, el fue mi vecino toda mi vida, nos conocemos desde que estábamos en pañales.

Y Sofía, nuestra amistad es muy reciente, la conocí en mi academia de danza, ella entró hace un año, y ha digo muy cercana a mi desde entonces.
Me limpié las mejillas y como pude, bajé del auto, sé qué Adriana estaba tan triste como yo, pero no lo quería demostrar, abres de llegar a la entrada del hotel, mí hermana paró y tomó mi rostro con ambas manos y con una voz dulce pero en la que se notaba tristeza me dijo —Se que tal vez este no sea el mejor "nuevo comienzo" pero trataré de hacer que sea el mejor para ti— Pasó sus pulgares por mis mejillas y quitó sus manos, dándome una sonrisa reconfortante.

Luego de hacer todo el papeleo en la recepción, subimos al cuarto, en ese momento no detallé mucho y me fui a dormir, jamás descanse tan bien, al despertarme, tomé mi teléfono, tenía varios mensajes dándome el pésame de familiares lejanos, los cuales decidí ignorar, no quería recordar mucho esa situación, así que les escribí a Ester y a Gabriel para que supieran que yo estaba bien.

Pasaron dos semanas hasta que mi hermana encontró un trabajo estable estable, era empleada de servicio en la casa de una familia bastante adinerada, a la semana de que ella empezó a trabajar decidí buscar algún empleo de medio tiempo, para así poder ayudarla con los gastos.

Encontré trabajo en una tienda de donas, jamás me sentí tan patética, hasta que me ví en ese uniforme. Uno de esos días en los que trabajé dos turnos, vino un grupo de chicos, asumí que tenían más o menos mi edad, entre ellos había un chico de unos 16, era alto, delgado, tenía una piel pálida, ojos oscuros con cabello un poco largo y negro, el tipo ideal de cualquiera.

La verdad, no soy la chica más atractiva, pero tengo un cuerpo delgado y con curvas gracias a la danza, más no se veía por mi uniforme, y debo admitir que no es algo que me guste mostrar.
Tengo un oído bastante bueno, por lo que pude escuchar como retaban al chico al que ví hace un momento a conseguir mi número, y allí fue cuando me puse nerviosa y arreglé un poco mi cabello, no estaba segura de si le daría o no mi número, pero al menos no quisiera verme patética.

Que idiota, Amanda, que idiota.

El Chico De Las Donas De Chocolate.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora