Prólogo

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 Vendrían tiempos oscuros. Aún para aquella tierra arrasada, aún para ese pueblo castigado por una maldición líquida, enloquecedora, interminable.

Lo impensable había sucedido, y todo podía ser mucho peor.

-Es verdad Excelencia. Están entre nosotros.

Berian no apartó la vista de la ventana.

-¿Qué sabemos?

-Nada hasta ahora. O muy poco.

-Vienes de Mítrev, ¿verdad?

-Sí, Señor. O de lo que queda de ella...

Continuaba sin volverse frente al cristal, las manos cruzadas tras la espalda.

-¿Fuego?

-Fuego que la tormenta no consigue apagar. Lleva días ardiendo. Si no lo hubiese visto con mis propios ojos...

El cristal de la ventana reflejó de pronto una amarga sonrisa.

-Es él.

- Señor...

- Fuego que la tormenta no consigue apagar... ¿Qué otra cosa es el rayo? Quiere hacernos sentir su poder.

Bojan comenzaba a impacientarse.

-Si hubiese visto lo que yo vi... la forma en que esa ciudad y su gente se consumieron... podría haber destruido Éramor por completo de haberlo querido.

-Así es- sonrió Berian- Pero no son esos sus planes. Ya hay un ejército acampando en la costa norte, ¿verdad?

-Sí, pero...

-Pero no atacan.

-No.

-Porque buscarán otra cosa primero.

Bojan se impacientaba más y más.

-La espada.

-La espada, sí. No lo olvides.

El Jefe Supremo de la Magia apartó por primera vez la vista de la ventana.

-Tranquilo, muchacho. Necesitamos un enemigo, lo sabes. Siempre se necesita un enemigo.

-Las noticias vuelan, Señor. Pronto se sabrá que están allí, y entonces...

Pero Berian ya había clavado la vista nuevamente en el cristal con una calma exasperante, aunque la tormenta había arreciado y apenas dejaba entrever el exterior.

-No podremos evitar que lo sepan. Pero podemos ofrecerles la espada, y un héroe. Un héroe para enfrentar al enemigo.

Sobre el cristal nublado se posaba una libélula, tornasolada y espléndida. Berian pensó en liberarla y la empujó suavemente con la yema de los dedos.

-Señor, insisto: puedo encargarme yo mismo.

Un leve empujón más, por debajo de las alas. Eres libre.

-No es posible. Tu misión es otra, y lo sabes.

No pudo evitar sentir lástima por el chico, que se removió incómodo en su sitio, pero no replicó a la sentencia que ya había oído antes. Quién sabe cuánto había tenido que dejar atrás esperando una oportunidad como esa, que finalmente no sería suya.

-Has visto la piedra. No puedes ser tú.

-Discúlpeme, pero la gente no es tonta, señor: se da cuenta de que algo extraño sucede. Esa historia del Elegido no va a tranquilizarlos, y entonces...

-No tenemos opción, créeme. Sigue siendo nuestra única carta.

-Que el Elegido aparezca justamente ahora.

A Bojan nunca dejaba de impresionarle esa mueca que el Jefe Supremo conseguía hacer pasar por sonrisa.

-Voy a necesitarlo aquí mañana muy temprano, capitán. Tendremos mucho de qué ocuparnos. Queda relevado por hoy.

La libélula seguía sin moverse. Estaba muerta, a punto de un vuelo para siempre inmóvil.

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⏰ Última actualización: Apr 26, 2021 ⏰

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