- ¿Llevas todo? - Preguntó Steven por cuarta vez desde que habían llegado a la estación. - ¿Tus libros? ¿Llevas galletas para el viaje?
- Steve... - Dijo Rita poniendo los ojos en blanco, mientras le dedicaba una amplia sonrisa a su hija. A su mente llegaban recuerdos de su hijo mayor, que años atrás emprendía el mismo viaje por primera vez. - Todo va a salir bien, revisamos la lista miles de veces, no se olvida nada.
Elisabeth sabía que su madre lo decía más por su padre que por ella. Siempre había resultado escéptico a la idea de mandar a su pequeña niñita a estudiar lejos de casa. Pero, como las tradiciones de su familia clamaban, cumplidos los 12 años todos los hijos de la familia Mountbatten se trasladarían a un internado para finalizar sus estudios. No cualquier internado, claro, sino el más caro y más exclusivo de toda Inglaterra, donde solo algunos alumnos selectos podrían entrar.
- Vas a enorgullecer a tu abuelo, sé que sí. - Dijo su padre con una sonrisa, si Bella no lo conociera diría que sus ojos se habían cristalizado cuando terminó de formular la oración. Ella acomodó su abrigo con orgullo levantando en alto su mentón. Lo sabía, sabía que lo haría sentir orgulloso, después de todo portaba su apellido con la cabeza en alto. Había crecido escuchando historias de su abuelo, de sus grandes hazañas y sus amigos. Desde que tenía uso de razón anhelaba lo mismo que él había vivido. Tal vez no tan impresionante como ser conde o archiduque como su primo Roger pero... algo podría hacer para por fin tener su aprobación.
Elizabeth nunca había sido de muchos amigos. Su primer compañero de aventuras había sido una salamandra, Jerry como ella lo había llamado. Lo había encontrado en el parque de atrás de su casa en Irlanda y, desde ese momento, aquella pequeña bruja se hacía responsable de cada animal que pisara su jardín. Pequeñas lombrices, escarabajos y algunos pájaros lastimados que habían tenido la suerte de caer en sus manos. Y es que poseía una conexión única con todo ser vivo. Los animales confiaban en ella y ella confiaba en ellos con una fe ciega. Buscaba, estudiaba y trataba a cada criatura como si fuesen parte de la familia. Apenas a los 7 años decía con orgullo y la cabeza bien en alto que quería ser Veterinaria. Sus padres la admiraban tanto, que le permitían adoptar a cada animal que no pudiese regresar a su entorno natural y su hermano, cansado de compartir casa con cientos de criaturas, se limitaba a ayudar a su hermana. En secreto, claro, ya que el viejo Conde Edward Mountbatten, su abuelo y padre de su padre, jamás aprobaría desperdiciar los potenciales de su nieta.
La bocina del tren la despertó de tan dulce momento con su familia. Era hora de vivir aventuras de verdad, con gente de verdad. Comenzó a sentir las palmas de su mano sudar y no fue hasta ese momento que se dio cuenta que estaba clavando las uñas a los lados de su cadera, estaba nerviosa, eso seguro.
- Es hora. - Dijo su madre fundiéndola en un abrazo. Casi sin que nadie lo notara se acercó solo un poco al oído de su hija para decirle: - Lo harás genial. Ten fe.
La despedida duró poco, porque si en algo se caracterizaba un tren inglés era en su puntualidad. Con una pequeña maleta de mano subió dejando todo lo que conocía atrás. Solo serán unos meses, dijo para si misma, no puede ser tan malo. Después de todo su hermano, siempre hablaba maravillas del colegio, sus profesores, las tareas, el deporte. Es que claro, ser el mas popular y el capitán del equipo hacía disfrutar del colegio a cualquiera. Rolf era simpatía, buen gusto y alegría. Este año él iba a comenzar su 6to curso, le quedaba poco para graduarse y que su padre lo llevara a trabajar al Ministerio con él. Después de todo, todos decían lo mismo, había salido igual que a sus padres, ella en cambio era una vivida imagen de... Ni siquiera ella sabía de quién, siempre fue una extraña, incluso en su propia familia. Mientras su hermano mayor llenaba una habitación de funcionarios y altos cargos con alegría y sabiduría, ella, bueno... pasaba desapercibida. Y mejor así, solía pensar. Para qué llamar la atención? Para qué ser de esa gente que sus actos salen en las portadas de los mejores diarios? Ella tenía un objetivo muy claro: sobrevivir, un año escolar a la vez y con pequeñas aventuras como dormirse a las 9.
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Grupo de Estudio
RomanceUna mala decisión, un evento desafortunado y una venganza. Nada bueno sale de eso y Elizabeth está a punto de descubrirlo.