Parte uno

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Hinata no comprendía nada.

Absolutamente, nada.

¿Por qué de pronto cuando había tomado el gran valor de declararse a aquel muchacho de cabellos oscuros, ojos azulados tan profundos como el vasto océano en época de verano y de aguda determinación antes que llegara el día de la graduación, llegaba alguien más y le decía lo mismo frente a medio campeonato, frente a miles de espectadores?

¿Por qué frente a él?

Faltaban unos cuantos meses para que todo finalizara; sin embargo, el guardar aquellos melosos y sublimes sentimientos mientras que los días transcurrían con mayor velocidad, solo hacía que el estrés y la ansiedad de Shōyō se incrementaran en picada, se elevaran hasta niveles estratosféricos, casi impensables.

Aquellos momentos que pasó a su lado los atesoraría como si de eso dependiese su vida, como si él estuviera todo el tiempo de vida restante junto a él...

Pero eso no iba a ser factible, no mientras él alistara maletas y estuviera más que listo para zarpar directo a la cálida, veraniega y maravillosa Brasil.

Hinata se encontraba leyendo unos cuantos mensajes en su móvil como método de distracción. No tenía idea de dónde había sacado esos chistes que, más que ser graciosos, eran entretenidos. Sin duda alguna, Kenma era uno de los mejores amigos que podía haber hecho en aquellos años. Eso, y que el de cabello castaño-rubio deseaba patrocinarlo, mas no se lo había comentado; al menos, no del todo. Solo le había hecho una mención de aquello, mas no había llegado a más.

-¿Qué estás haciendo, idiota? -una voz, de repente, se apareció tras de él; más específicamente por detrás de su nuca. El pelinaranjo sintió el calor del aliento contrario chocar con su cuero cabelludo de aquella zona. Rio por lo bajo y se encogió de hombros para, después, esconder entre su pecho aquel teléfono de color amarillo y abrazarlo como si se tratara de un peluche de felpa.

Dios. Juraba que si seguía escondiendo esos bobos sentimientos, iba a morir asfixiado de lo embriagantes que resultaban ser algunos días, algunas veces, algunos segundos.

Tan solo, segundos...

-¿Tan rápido terminaste de lavarte las manos y el rostro, Cansayama-kun? -murmuró entre risas el mayor de ellos dos. Ambos estaban acostumbrados a tener aquel tipo de acercamientos sin necesidad del consentimiento del otro. La confianza que existía entre ellos eran, sencillamente, impresionante.

Tan impresionante que, hasta los chicos aprendices de primer año notaban que su relación era genuinamente especial; los de segundo, tenían unas cuantas sospechas sin confirmar, mientras tanto, los de tercero...

Ellos se preguntaban si eran tan idiotas como para no darse cuenta de las emociones que los envolvían hasta lo más profundo de sus sistemas. Hasta la mánager, Yachi Hitoka, lo había pensado en innumerables ocasiones.

Solo que en vez de utilizar el término idiotas, decidió reemplazarlo por un distraídos.

-Soy mucho más rápido que Barry Allen, por si no te has dado cuenta.

-Sí, como no. -revolvió los ojos y elevó las curvaturas de sus labios, devolviendo su campo de visión hacia la pequeña pantalla.

El moreno le abrazó por el cuello y con aquella excusa, prestó atención a la causa de distracción del chico de baja talla.

Arqueó una ceja y frunció la boca hacia el costado, en un arco, al saber de quién se trataba.

-Creí que ya no hablabas con ese ex-armador del Nekoma. -desvió la mirada hacia otra parte, fingiendo cierto desinterés.

Quiero arruinar nuestra amistad [KageHina]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora