El camino de la supervivencia

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La ciudad de Pittsburgh estaba desolada y desierta, las calles eran un laberinto de escombros y coches abandonados. La vegetación había invadido cada rincón, creando una selva urbana. Una figura solitaria avanzaba entre las sombras de los edificios en ruinas. Se trataba de Kaitlyn, una joven de diecisiete años, delgada y con el pelo rubio recogido en una trenza. Iba armada con un cuchillo oxidado y una pistola vieja, que había encontrado en una casa abandonada.

De repente, un sonido la hizo detenerse en seco. Era el ruido de una rata corriendo. Pero Kaitlyn sabía que en ese mundo, los ruidos inesperados podían significar la diferencia entre la vida y la muerte. Sacó su pistola y se preparó para disparar. Pero cuando se acercó a la esquina de la calle, se encontró con algo que no esperaba.

Un hombre estaba tumbado en el suelo, rodeado por varios infectados. Estaban devorando su cuerpo, y Kaitlyn pudo ver que el hombre ya estaba muerto. No podía quedarse impasible ante tal escena, así que decidió intervenir. Se acercó sigilosamente y comenzó a disparar a los infectados, logrando acabar con ellos. Luego se acercó al hombre muerto y le examinó las heridas.

—No hay nada que hacer por él —susurró Kaitlyn para sí misma, lamentando la triste situación de la que había sido testigo.

Kaitlyn continuó avanzando por la ciudad, pero no podía quitarse de la cabeza la imagen del hombre muerto. Estaba acostumbrada a ver la muerte, pero aún así, la escena le había impactado. Decidió buscar algún lugar donde pudiera descansar y despejar su mente.

Finalmente, encontró un edificio en ruinas que parecía seguro. Kaitlyn subió hasta la última planta, donde encontró una habitación intacta. Cerró la puerta y se sentó en el suelo, con la espalda apoyada en la pared. Sacó una botella de agua y bebió un largo trago.

—¿Quién anda ahí? —escuchó una voz ronca y cansada desde el otro lado de la puerta.

—Soy Kaitlyn, una superviviente. No busco problemas, solo necesitaba descansar. —respondió Kaitlyn, tratando de tranquilizar al desconocido.

La puerta se abrió y apareció un hombre delgado y de aspecto desaliñado. Tenía unos treinta años, piel morena y ojos oscuros. Se llamaba Carlos y llevaba semanas viviendo en el edificio.

—¿Cómo has sobrevivido tanto tiempo? —preguntó Kaitlyn con interés.

—Soy astuto, me muevo por las sombras y evito los lugares peligrosos. Además, tengo un buen oído para los infectados. —respondió Carlos con orgullo.

Kaitlyn y Carlos comenzaron a hablar sobre sus experiencias en este nuevo mundo y cómo habían llegado a sobrevivir hasta ese momento. Compartieron historias de pérdida y dolor, pero también de esperanza y coraje. Durante la charla, Kaitlyn descubrió que Carlos había perdido a su esposa y a su hija durante los primeros días del brote. Desde entonces, había decidido vivir solo y alejarse de cualquier lazo emocional para no sufrir más pérdidas.

Pero a pesar de su resistencia, Kaitlyn notó que Carlos se estaba abriendo con ella. Había algo en la joven que le hacía confiar en ella. Kaitlyn, por su parte, también se sentía atraída por el hombre. Era inteligente, astuto y parecía tener un gran corazón. Además, después de tanto tiempo sola, había empezado a anhelar una conexión humana.

Pero la tranquilidad en el edificio no duró mucho tiempo. Una noche, mientras dormían, fueron despertados por el sonido de varios infectados que habían invadido el edificio. Carlos y Kaitlyn se prepararon para luchar, pero fueron superados en número. Durante la pelea, uno de los infectados mordió a Carlos en el brazo antes de que Kaitlyn lograra matarlo.

La joven se acercó a Carlos, quien estaba pálido y temblando.

—Te mordió. —dijo Kaitlyn con la voz entrecortada.

—Lo sé. —respondió Carlos con resignación—. Ya estoy condenado.

Kaitlyn no podía soportar la idea de perder a Carlos. Había conectado con él de una manera que nunca antes había experimentado. Pero sabía que no había nada que pudiera hacer para salvarlo.

—Lo siento mucho, Carlos. —dijo Kaitlyn con la voz temblorosa—. Lo siento mucho.

Carlos sonrió con tristeza.

—No te preocupes por mí, Kaitlyn. Ya he vivido demasiado tiempo.

Kaitlyn se sentó junto a él, sosteniendo su mano mientras él se desvanecía. Fue una muerte tranquila, sin dolor, pero la pérdida de Carlos la atormentó durante semanas.

Después de la muerte de Carlos, Kaitlyn se sintió desolada y desesperada. No sabía qué hacer ni a dónde ir, pero sabía que tenía que seguir adelante y sobrevivir en un mundo peligroso.

Durante varios días, Kaitlyn vagó por la ciudad en ruinas, luchando contra los infectados y buscando suministros. A medida que pasaban los días, se dio cuenta de que necesitaba un nuevo objetivo, algo que la motivara a seguir adelante y le diera un propósito.

Finalmente, decidió que su objetivo sería encontrar una comunidad segura. Había oído hablar de varias comunidades que habían logrado sobrevivir en este mundo peligroso, y estaba decidida a encontrar una y unirse a ella.

Tras caminar durante varias horas, Kaitlyn se detuvo para descansar. Mientras buscaba un lugar para dormir, encontró un pequeño claro rodeado de árboles. Se sentó en el suelo y sacó un poco de comida de su mochila. Cansada después de tanto caminar, cerró los ojos y se quedó dormida.

Cuando despertó, la noche había caído y se encontraba rodeada de oscuridad. Preocupada, se levantó y miró a su alrededor. Fue entonces cuando escuchó un ruido. Se giró y vio a varios infectados que se acercaban a ella. Kaitlyn sacó su arma y se preparó para luchar, pero sabía que estaba en desventaja.

Justo cuando creía que todo estaba perdido, escuchó otro ruido. Alguien estaba allí, y estaba luchando contra los infectados. Kaitlyn aprovechó la oportunidad y logró escapar. Corrió todo lo que pudo, sin mirar atrás.

Finalmente, llegó a un pueblo. Era Heaven. La entrada estaba custodiada por un grupo de hombres armados, pero Kaitlyn no tenía miedo. Se acercó a ellos y les explicó que estaba buscando un lugar seguro. Los hombres la observaron con cautela, pero finalmente la dejaron entrar.

Kaitlyn se sintió aliviada al estar finalmente a salvo. Mientras caminaba por las calles de la comunidad, una figura se acercó a ella. Era un hombre de aspecto cansado y sucio, pero no parecía hostil. Le preguntó cómo había llegado allí, y Kaitlyn le contó su historia.

El hombre se presentó como Alex, un explorador que había llegado al pueblo recientemente. Había visto a Kaitlyn acampando en el claro esa noche y había decidido seguirla. Le explicó que, aunque Heaven era un lugar seguro, todavía existían peligros en el exterior. Se ofreció a acompañarla, enseñarle los alrededores y presentarla a los líderes de la comunidad.

The Last of Us: Days GoneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora