Realidad

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Pov Bakugou

No sé si arrepentimiento seria la palabra que usaría para describir lo que siento...

Sería más bien... una combinación entre tristeza y satisfacción; pero jamás arrepentimiento.

Creo que esto solucionaría muchísimas cosas, y aunque dañaría otras, estaría bien, ¿no?

Quiero decir, cuando te das cuenta que un reino esta en pelea desde que naciste, y probablemente es por tu culpa, no es tan lindo.

Y diría que uno se puede llegar a acostumbrar a ver heridos y muertos ir y venir de un lado a otro, pero... estaría mintiendo.

Sinceramente uno jamás se acostumbra a eso.

A ver cómo la gente pide y ruega por comida o por información de personas que han ido a la pelea pero que no saben nada de ellas desde hace meses.

Como otras, llenas de ira, maldicen a tu padre de mil y un formas.

Como al salir del palacio para visitar el pueblo, por alguna razón especial, esta tan... devastado.

Como hay gente pidiendo dinero o algo de comida, como se mueren de hambre, como luchan entre ellos es... horrible.

Creo que esa fue una de las razones por las que decidí escapar, solo un momento, del palacio.

Quería ver un poco más allá.

Algo diferente.

Quería ver de aquello que tanto me perdía solo porque mi padre decía que el enemigo me podría hacer algo.

Aunque también por eso es que decidí ir al bosque, donde no había nadie, que por lo tanto nadie me conocía.

Quería ver aquellos paisajes que tanto apreciaba en las pinturas de los largos pasillos y las grandes salas.

Con tan solo ocho años ya había decidido salir.

No para siempre, solo sería un momento.

Solo una vez.

Que gran mentira.

Si había salido un momento.

Pero no fue la única vez.

Había sido difícil salir, mas no imposible.

Recuerdo que en la noche me había escabullido por los pasillos, cuando mis padres, los gobernantes de aquel reino, ya habían ido a dormir.

Como me escondí entre las cortinas o detrás de un pilar o estatua cada que escuchaba como alguien venia.

El sentir el latir de mi corazón, el calor de mis orejas y el sentir como los colores se me bajaban cuando casi me descubrían.

Como latía mi corazón tan rápido que juraría haberlo escuchado hasta mis odios. Como mis manos sudaban, mi garganta pasaba saliva tan rasposamente por el miedo.

Como tenía que ir casi de puntillas para que mis pisadas no se escucharan, o como mis cinco sentidos estaban atentos a todo.

Pero, sobre todo, como al final salí por la puerta trasera de la cocina y al hacerlo sentí una brisa fría en mi rostro.

Al ser de noche, los cocineros ya no estaban.

Habían ido a dormir para despertar mucho antes de la primera hora para hacer el desayuno.

Pero, enserio, al salir y sentir aquella brisa fue tan... liberador.

Y sin hacerme esperar, corrí hacia el bosque intentando no olvidar el camino.

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