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Para todos la luna estaba en medio del cielo estrellado, la Luna era tan solo un punto en una inmensa bóveda azul marino, para todos menos para el rey de las maldiciones, para el era algo totalmente distinto.

La piel de Megumi, si, la piel de aquel chico prodigio aclamado por el clan Zen'in, para Sukuna era como la mismísima Luna, en especial en momentos como ese.

Una sesión de besos había subido de nivel e intensidad en el cuarto del hechicero, suspiros y jadeos inundando aquella habitación, con el chico de cabello oscuro debajo de aquella maldición con marcas en la piel, las cuales unas eran culpa del chico, que con cada minuto que pasaba hundía más y más sus uñas en la piel de su pareja.

El rey de las maldiciones se encontraba perdido en el placer que le brindaba encontrarse en esa posición con su novio: el más joven debajo del otro mientras los miembros de ambos se frotaban entre sí, llenando los oídos de ambos de suspiros exigiendo por más fricción entre ambos, el chico moviendo más y más sus caderas hacia arriba, buscando contacto con la piel desnuda del mayor.

"M-maldición.... mételo de una vez, ¿Quieres, Ryomen?" gruño entre jadeos y gemidos Megumi, con un sonrojo y sudor en todo su rostro, a la vez que fruncía un poco el ceño no dejando ver por completo los ojos suplicando por más, por más de la maldición, por más de su piel, por más contacto, por más toques en aquella piel que antes era totalmente pálida.

Tan blanca que te da miedo mancharle, tan resplandeciente gracias a la fina capa de sudor que cubre su cuerpo, tan hermosa que podrías mirarla por horas y horas, con algunas tonalidades oscuras como purpura y rojo debido a muestras no muy delicadas de amor que la maldición había dejado en los rincones de esa bella piel.

El mayor solo vio con una sonrisa prepotente como el otro pedía por ser penetrado. Comenzó a introducir lentamente dedo por dedo hasta dejar solo dos encargados de masajear los testículos del otro, aprovechando sus dedos largos llegando profundamente en el otro quien ante las intromisiones llevó su cabeza hacia atrás, provocado que su cabello bailara un solo tiempo al ritmo de la cabeza.

Su cabello de un tono que a veces brillaba azul, como el cielo cuando el sol está por meterse, otras veces en las que se veía negro cual cuervo, ahora ese cabello era el mismo que se encontraba pegado a la frente del chico gracias al sudor de tan apasionada noche que apenas empezaba, incluso en algunos movimientos cubriendo los hermosos ojos con mechones rebeldes, en algunas ocasiones quedando atrapados por las pestañas.

Sus pestañas daban la impresión de atraparte, esas pestañas tan largas y hermosas que hacen que sus ojos resalten aún más, y esos ojos......

Carajo, esos hermosos ojos.

Esos que pueden ver a través de tu alma y atraparte en ellos, tal como le había pasado a la maldición más fuerte.

Esos ojos azul marino que parecían el mismísimo cielo estrellado, tan oscuros y que de vez en cuando desprendían un brillo especial, no solo de placer como ahora, también podía ser de amor o entusiasmo, un brillo el cual Sukuna daría el cielo iluminado por el Sol, para conservar esa chispa en los ojos de su amado.

Esos ojos que podrían ser tan afilados como una katana, o tan suaves como el algodón, esos ojos que no importaba como te vieran, hacían que cayeras en el hechizo de Fushiguro Megumi, esos ojos que ahora tan solo miraban con deseo a la maldición mientras brillaban con lujuria y lágrimas de placer, lágrimas que no tardan por caer y atravesar sus mejillas hasta perderse en las marcas que Sukuna dejó en su cuerpo, esas mismas marcas que el otro había hecho con su boca, la cual se encontraba devorando la del menor sin piedad alguna, ahogando gemidos y jadeos que no permitía que pasaran de aquellos labios rosados e hinchados que cada vez suplicaban por algo más grande que los dígitos de Sukuna.

Las manos del mayor dejaron cualquier trabajo que estuvieran haciendo para apretar un poco los muslos de Megumi, haciendo que este soltara un jadeo que termino por quedarse como uno más de los tantos que esa noche le entregó a Ryomen.

Las piernas de Megumi fueron abiertas sin piedad alguna, dándole la vista al otro de su primer y único amor viéndolo con lujuria deseando ser penetrado por la maldición, que sin necesidad de escuchar una sola vez más sus órdenes, introdujo su pene en la entrada ya dilatada y necesitada de Megumi, quien lo único que pudo hacer fue aferrarse con ambos brazos a ese cuello que había sido el hogar de sus llantos y risas.

Sus cuerpos se movían a un ritmo auto impuesto, un ritmo dictado por el placer que sentían en esos momentos, un ritmo dictado por el menor que exigía por más y por una maldición que complacía a su novioluego de jugar un rato a no ser una pareja que necesitaba satisfacer sus cuerpos y almas con su ser amado.

No necesitaban música alguna cuando tenían los jadeos, gemidos y palabras lujuriosas y amorosas del otro, no necesitaban música cuando ellos la hacían chocando sus pieles. No, aquello no era tan solo sexo, no era solo la satisfacción carnal, para ellos era un baile que hacían con su propia música y movimientos, un baile que los satisfacía carnalmente, pero que en definitiva demostraba el amor que sentían el uno por el otro, el amor que dejaba marcas tanto en el chico como en la maldición.

Podrían estar así por siempre, de no ser porque sus cuerpos llegaron al punto más alto de excitación y placer, Fushiguro manchando ambos cuerpos de aquel líquido blanco y espeso, Sukuna dejando su semilla dentro del chico, quien solo pudo arquear la espalda una última vez mientras su próstata recibía atención por parte del glande del otro.

La noche que brillaba con amor y algo de agotamiento le dio de lleno a dos pares de ojos escarlata, que hacia años se encontraban teñidos de sangre y odio, ahora se encontraban llenos de amor, devoción y aprecio, viendo directamente a un chico con la respiración agitada y el pecho (con marcas en tonos rojos como sus propios ojos) subiendo y bajando intentando recuperar el aire que aquel acto le había quitado.

Sin más, se acercó a los labios del chico para besarles de forma lenta y suave, como si nada acabara de pasar, para acostarse a su lado y abrazar su pequeño y frágil cuerpo, brindándole todo su calor y amor.

. . .

Al día siguiente, era más que evidente lo que habían hecho.

La espalda de Sukuna se encontraba con arañazos por doquier, como si un gato salvaje lo hubiera atacado, el cuerpo del hechicero no se encontraba mejor.

Las marcas en tonos rojo y morado se encontraban en todo su cuerpo, su cuello estaba con una pequeña herida que no tardaría mucho en cerrar y oh, el dolor en su espalda baja era más que suficiente para no moverse ni un centímetro

Los rubíes chocaron con la noche, y una sonrisa divertida se plantó en los labios de ambos.

No, las marcas no se habían ido y tardarían unos cuantos días en hacerlo, sin embargo, algo que se tardaría más que unos días para irse y que probablemente nunca se vaya, es el inmenso amor que sienten el uno por el otro, ese mismo amor que se demostraron una vez más juntando sus labios en un dulce beso













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One-shot que hice en una madrugada y que luego intente mejorar

¿Cómo es que Sukuna salió del cuerpo de Itadori? No se

¿Tiene cuatro brazos? No se

¿Esta en su forma original o con el cuerpo de Yuuji? Tampoco se

No se nada, no me puse a pensar en eso, perdón :)

La imagen de la portada lamentablemente no la volvía a encontrar, créditos a la persona que hizo el fanart, yo solo agregue texto

Cielo - SukufushiWhere stories live. Discover now