Día 6: Fanchild

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A veces pensaba que ese era su pedazo de paraíso. Después de tanto tiempo, no estaba solo y había conformado una familia. Todos los días eran retos, porque ambos estaban aprendiendo al mismo tiempo y a su propio ritmo. Duramente estaban aprendiendo a ser padres. Dentro del reino de los alfa y los omega, ellos lograron concebir a su propio bebé, a su más preciado tesoro. Y solo había pasado un año desde que la tranquilidad verdadera inundaba sus vidas por completo.

Angel abrió la puerta de la habitación de su hija, lo hizo apresuradamente y con una expresión de disgusto y preocupación. Recordaba vagamente lo que había sucedido la noche anterior, se reprendió a si mismo por quedarse dormido, por lo débil que era su cuerpo ante el cansancio y por todo lo que se tenía que esforzar Alastor por su culpa.

Se acercó a pasos lentos hacia la cuna, Alastor se mantenía de rodillas ante esta y acariciaba los cabellos de su hija, Rosé, para que durmiera más a gusto. Eran cerca de las seis de la mañana y recordaba que la bebé había llorado por hambre por un buen tiempo a la madrugada. El ciervo se encargó de inmediato de eso, se podría decir que se había acostumbrado y había adquirido mucha experiencia en ese campo. Probablemente si alguien le hubiera dicho que sería muy bueno en consolar bebés hace años, lo hubiera mirado como si fuera un demente.

No era el caso. Alastor sonrió al acariciar los cabellos tenuemente rosados de su hija y también rozó su pulgar sobre una de sus suaves mejillas. Él era un buen padre.

-Te has estado encargando demasiado de esto.

Angel avanzó hacia su lado, se arrodilló a su costado y lo abrazó de lado con mucho cariño. Besó su cuello y se acurrucó contra Alastor, contra su esposo. Se sentía culpable porque él cubría todas sus fallas, toda la incompetencia que podía poseer como padre primerizo. Alastor lo salvaba ante el más mínimo detalle y jamás se le escapaba nada, como si fuera alguien perfecto.

-Por favor, duerme.

El ciervo no solía dormir nunca. Era parte de su naturaleza. Pero algo en el interior de Angel, tal vez sus corazonadas de omega, le indicaban que dijera aquello. Alastor necesitaba apagar su sistema al menos un par de horas, porque jamás paraba. Quería insistir. El alfa no se movió de su lugar, solo giró su rostro un poco hacia Angel y también acarició su cabeza con mucha dulzura y le regaló una sonrisa sincera ante su preocupación. Sin embargo, la araña lo miró con reproche.

-Sé que estás cansado. Solo duerme ahora, un par de horas.

-Eres dulce. No te preocupes por mí. Estoy bien. Sabes que no duermo nunca.

Alastor lo abrazó a su lado y besó su cabeza. Mimó su cuerpo, el cual luego de un año estaba recomponiéndose por las molestias del parto. En realidad, para Alastor nada de eso era una molestia. Era un lujo. Gozar de una vida tranquila y normal en la que cuidaba de su hija era como un regalo divino para él, ya que nunca había disfrutado de algo igual desde que estaba en el infierno. Su esposo torció una mueca de incomodidad y lo abrazó con más fuerza.

Podía enojarse y hacer una escena. Podía obligarlo, exigirle. Pero no se atrevía, no era capaz de hacerle algo así a Alastor en sus condiciones. Sería muy injusto y cruel.

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-Rosé...

Angel la descubrió una semana después al costado de su padre, jalando sus orejas rojas y sus pequeños cuernos. La bebé se rio con entusiasmo al ver que su otro padre había entrado a la iluminada habitación que compartían sus progenitores como matrimonio. Era amplia, cómoda y los ventanales siempre dejaban entrar aire fresco y puro. La niña gateó hacia la punta de la cama y estiró sus pequeños brazos hacia Angel con una gran sonrisa, le indicaba de esa forma que la tomara en brazos.

La araña le sonrió con la misma ternura y devoción de padre que poseía con Rosé. Se acercó a ella para alzarla y mantenerla entre sus brazos. Luego miró a Alastor, recostado en su cama, respirando armoniosamente y con sus parpados oscuros cerrados.

Por supuesto. Estaba dormido.

-Sabía que estabas cansado.

Angel se acercó hacia su esposo con la bebé en brazos y se recostó a su lado. Mantuvo a Rosé en medio de ambos, al mismo tiempo que estiraba una de sus manos hacia los cabellos de Alastor y peinaba sus rebeldes mechones de cabello rojo.

-Alastor, no me pongas en esta posición. Somos un equipo. No cargues todo sobre tus hombros. También soy el padre de Rosé.

Le reclamó aquello, aun sabiendo que Alastor dormía y no podía escucharlo. Rosé volvió a estirar sus pequeñas manos hacia las orejas de su padre, pero esta vez las acarició muy lento, como si estuviera disfrutando de ese tacto tan suave y de su perfume. Angel lo entendía mejor que nadie, Rosé estaba enamorada de su Alastor, al igual que él. Ambos lo adoraban con la misma intensidad.

-Tu padre se ve encantador durmiendo, ¿Verdad? Como un caballero que podría despertar con un beso de su verdadero amor.

La tonta idea lo entusiasmo, al igual que la tierna escena de Alastor, el demonio radio, durmiendo como si fuera un cachorro a su lado. Entonces, Angel se acercó a la mejilla de su preciado ciervo y le dejó un pequeño beso, luego comenzó a dejar un camino de besos por toda su piel.

Lo adoraba. Lo anhelaba todo el tiempo. Lo amaba de una manera tan pura e indescriptible. Y estaba seguro de que Alastor hacía lo mismo con él.

Una de las manos del alfa se levantó, tomó la muñeca de Angel y abrió los ojos con mucha lentitud. Rosé rio al entender que sus dos padres estaban despiertos y presentes en ese momento. A través de los ojos de la pequeña, eso era sinónimo de felicidad, de luz y de armonía. Todo el amor que representaban el uno por el otro estaba allí, Rosé no podría estar más alegre y vivaz, no podría sentirse más afortunada que en ese momento,

-Tus besos son tan suaves y relajantes que solo me harían dormir por más tiempo.

Murmuro Alastor al contemplar los ojos bicolores de su pareja. Ambos se quedaron perdidos en ese instante. Angel sintió sus mejillas arder y era porque su corazón vibraba fuerte y alto por ese hombre.

-¿Podemos dormir los tres juntos? Somos una familia.

La petición del ciervo era simple, pero representaba mucho para él. Su esposo asintió con una sonrisa calmada y mantuvo a Rosé protegida entre ambos cuerpos. Ella recibió la calidez de sus cuerpos, de sus progenitores alfa y omega. Y casi como un somnífero natural y por toda la relajación y confort que estaba recibiendo, se quedó dormida con una sonrisa grabada en su rostro.

Ambos se dieron cuenta de aquello, se acomodaron bien alrededor de su pequeño cuerpo y luego volvieron a mirarse a los ojos. La conexión de sus almas y de la marca era fuerte y parecía materializarse en momentos como ese. Cerraron sus ojos y tomaron sus manos. No tardaron mucho más en quedarse dormidos a la par de su hija.







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Muchas gracias a gravedad_c3ro por hacer el fanart de mi fanchild ;;;;ʕ'• ᴥ•̥'ʔ Esto es como un extra de Cinnamon's Radio porque Rosé es su hija en mi fic omegaverse. (◡ ω ◡)

Semana RadioDust (2° Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora