Parte única

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Los pequeños rayos de sol golpeándole directamente en los ojos le hicieron fruncir el ceño, abriéndolos lentamente, irritado ante el dolor de cabeza punzante que sólo se intensificaba con aquella luz.

Pudo distinguir entre la pequeña apertura de sus ojos la cortina del enorme ventanal entreabierto, enderezándose enseguida, confundido. Recordaba haberse quedado bebiendo en la sede, no entendía cómo pudo haber despertado en una habitación de hotel desconocida.

Hacía ya muchos años que no pasaba la noche en la cama de algún desconocido, así que no pudo evitar sentir su estómago revolverse al pensar que había caído de nuevo en aquel vicio.

Observó un poco más todo a su alrededor, notando las múltiples botellas de vodka distribuidas por el suelo, algunas más vacías que otras. El recuerdo que aquella bebida le traía sólo hizo que sus náuseas aumentaran.

No supo si era la resaca o la combinación de sentimientos que tenía, pero no resistió la necesidad de levantarse corriendo al baño a vomitar.

Se acercó al lavabo, enjuagándose la boca y lanzándose algo de agua en la cara, para después mirar el espejo y sentir su sangre congelarse ante la imagen que ahí había. No entendía si era una mala jugada de su imaginación o si el alcohol le había caído mal, pero estaba viéndose a sí mismo en el cuerpo de Viktor Volkov.

— ✧ —

Lo despertó el sonido de una alarma, irritándose enseguida por el fuerte sonido de música pop que penetraba sus oídos. Masajeó su cabeza en un intento por rebajar el dolor, mientras buscaba rápidamente la fuente del sonido para desactivarlo.

Encontró finalmente el móvil, apagando la alarma, suspirando pesadamente para después reaccionar. No se encontraba en su habitación de hotel, se encontraba en una oficina sentado con un vaso a la mitad de whisky frente suya.

Él no solía beber aquello, y tampoco solía salir de su habitación. Se levantó de la silla, mirando hacia los costados intentando encontrar alguna pista de dónde se encontraba. ¿Lo habrían secuestrado? No era posible, en ese caso, lo tendrían atado o encerrado.

Salió al pasillo, caminando por el lugar intentando encontrar alguna clase de información útil. Sin darse cuenta, había llegado hasta la recepción, frunciendo el ceño al ver el logo que se posicionaba detrás del mostrador. FBI.

¿Lo habían ido a buscar hasta las Bahamas? ¿Acaso lo habrían secuestrado para traerlo a cumplir su labor? Michelle le había asegurado que nadie tendría conocimiento de su paradero, ¿lo habría traicionado?

Mantuvo la calma, aunque los nervios comenzaban a consumirle y el persistente dolor de cabeza no le ayudaba a razonar. Miró el reloj de la pared, apenas serían las 8:00 a.m., aún era temprano, pero era extraño que el lugar se encontrara vacío, o eso pensaba hasta que una voz lo sacó de sus pensamientos.

— Buenos días, director. Le he traído un café, capuccino con 2 de azúcar, como le gusta — la mujer, colocaba su bolso en el mostrador, mientras sacaba de un pequeño portavasos de cartón uno de los vasos para entregárselo al hombre.

— ¿Director? — preguntó para sí mismo en un susurro, que fue escuchado por la mujer.

— Sí — rio ligeramente — ¿acaso el alcohol te hizo olvidar tu cargo? — bromeó — ay, Horacio, ya te he dicho que no es bueno para ti, y esto ya no te lo digo como compañera de trabajo, te lo digo como una amiga.

El ruso había dejado de escuchar después de aquel nombre con el que le llamaron, comenzando a correr rápidamente de regreso a la oficina donde despertó, deteniéndose a mitad del camino a observar su reflejo en uno de los cristales que dividían los cubículos.

Desde tus ojos || Volkacio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora