EL CORAZÓN N° 1028

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- ¿Y qué pasó?- preguntó exaltado Ramiro.

  Era una de esas noches donde las personas salían a disfrutar del cielo estrellado y de la leve brisa primaveral. Ramiro, Alejandro, Nicolás y Andrés se juntaron alrededor de una fogata como acostumbraban cuando el clima se los permitía. Solían debatir acerca de películas y libros. Compartían bebidas y dulces. Y tenían una manera pautada de terminar sus encuentros en la fogata. Cada uno debía contar una historia de terror.

  Le tocó el turno a Nicolás. Miró a su alrededor, mientras los demás se encontraban expectantes. Visualizó la vieja casona abandonada que tenían en frente. Las fogatas las hacían en un terreno vacío que se encontraba al final de la calle. Aquella casona siempre fue testigo de sus historias.

  Empezó a relatar la leyenda que rondaba alrededor de ese lugar. Se trataba de un viejo dueño que se negó a cumplir con un trato pactado con alguna fuerza maligna. Por ello, se lo condenó a una maldición y el lugar paso a estar maldito. Se rumoreaba que quienes se atrevieron a entrar jamás salieron con vida. Sus colegas estaban pálidos pero emocionados. El terror les generaba cierta adrenalina y era una pasión que compartía aquel grupo de jóvenes. Con sus ojos como platos y sus bocas semiabiertas terminaron victoreando el final de la historia.

- ¿Y si entramos? – dijo Andrés. Dedicándole a los demás una sonrisa maliciosa.

- No creo que podamos. –Exclamó Ramiro. Su voz describió la inseguridad que portaba.

- Dale, ¿tienen miedo? –Andrés rió mirando a todos sus amigos que ahora la duda los dominaba.

- Vayamos, solo es una casona con polvo. – Nicolás quiso mostrar valentía, pero la realidad era que él tampoco quería entrar.

  Todos se miraron y decidieron acceder. Aquellos chicos querían probar su valor. En sus mentes no había forma de quedar como cobardes frente a sus amigos. Era algo que no podrían tolerar. Después de tantas charlas bañadas en terror no podían tirarse atrás cuando una oportunidad así sucedía.

  Mientras dejaban la fogata detrás, en sus cabezas se repetían las palabras de Nicolás "es solo una casona con polvo." Intentando espantar los nervios que empezaban a quemar. Cada paso se volvía más diminuto a medida que avanzaban. Queriendo retrasar la llegada a aquella zona abandonada.

  Alejandro fue el que quedó frente a la puerta debatiendo en silencio si abrirla o no. Miro detrás y se encontró con rostros ansiosos observando fijamente la situación. Menos la de Andrés. Él tenía una sonrisa amplia, de disfrute. Y haciendo contacto visual con él, vio como le dedicó un breve movimiento de cabeza alentándolo a que siga. Los ojos de Alejandro ahora se posaron en su boca y pudo leer la palabra "hazlo."

  Se escuchó un sonido escalofriante al abrir aquella vieja puerta. La piel de gallina se adueño de los jóvenes, que estaban parados inmóviles visualizando la entrada oscura que se encontraba frente a ellos.

  Empezaron a ingresar dando pasos débiles y dudosos. Ninguno se separaba del grupo. Se sentían más seguros escuchando sus respiraciones cerca. Se encontraban entre paredes descascaradas, una escalera que rechinaba solo al rosarla, rincones que bailaban en el olvido y telarañas que adornaban toda la casa.

- Digna de un cuento de terror. –Dijo Nicolás, quebrando el silencio que pareció por un momento infinito.

  Terminó de decir aquellas palabras y se dio vuelta para mirar a sus amigos. Se encontró con una ausencia notable. Los demás reaccionaron a la cara de Nicolás y lo siguieron visualizando a su alrededor. Andrés no estaba con ellos. Confundidos cruzaron miradas porque no entendieron en qué momento se había alejado del grupo. Empezaron a buscarlo en cada rincón que aquella casona escondía.

El corazón N° 1028Donde viven las historias. Descúbrelo ahora