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Jungkook despertó lentamente, sintiendo cómo la realidad lo arrastraba de vuelta tras un sueño que parecía no tener fin. La humedad de la saliva deslizándose por la comisura de sus labios lo obligó a levantar su manga y limpiarse sin pensarlo mucho. Aún así sus párpados parecían de plomo, demasiado pesados para abrirlos del todo y enfrentar la luz. Su cuerpo seguía en modo automático y fueron sus dedos los que comenzaron a moverse antes que sus ojos. Tanteó a ciegas la mesa a su derecha, buscando el calor de Jimin. Sin embargo lo único que encontró fue el vacío. Aire frío.

Eso lo obligó a abrir los ojos de mala gana. La pereza le pesaba pero tenía que confirmar lo que ya sospechaba. Jimin no estaba allí. Miró a su alrededor, encontrándose solo en el salón, y el silencio le dio la bienvenida con una sensación extraña de abandono. Estaba solo. Ni rastro de él.

Se reincorporó en su asiento con un quejido apenas audible. Un dolor sordo recorrió su espalda y cuello, producto de la mala postura en la que se había quedado dormido. Pero no le prestó mucha atención. Lo único en lo que podía pensar en ese momento era en Jimin, o más bien, en su ausencia. Su mirada se paseó por el salón con una mezcla de esperanza y resignación, deseando que tal vez el rubio aún estuviera cerca, que hubiera salido un momento y volviera en cualquier segundo. Pero no. No había nadie más allí.

Soltó un largo suspiro y estiró la mano para tomar su mochila. Después saca su celular del bolsillo delantero y la pantalla iluminada lo recibe con un montón de notificaciones acumuladas. Diez mensajes y ocho llamadas perdidas, todos de su madre. Su corazón dio un brinco al darse cuenta de la hora. Se había saltado todas las clases de la mañana y ya era la hora del almuerzo. El estrés lo golpeó de inmediato, su mente corriendo a toda velocidad. Siempre tenía la costumbre de enviarle un mensaje a su madre después de cada clase para que supiera que estaba bien, y ahora, era evidente por qué su madre había estado tan insistente.

Con manos un poco temblorosas empezó a escribirle un mensaje, explicando lo que había sucedido. No intentaría mentir. Su madre lo conocería al instante y, aunque sabía que el castigo era inevitable, prefería ser honesto. Después de presionar enviar guardó el celular en el bolsillo y dejó caer la cabeza hacia atrás, exhalando con fuerza.

El gruñido de su estómago lo sorprendió sacándolo de sus pensamientos. Tenía hambre. No había comido nada desde la noche anterior y aunque el estrés lo invadía, su cuerpo le pedía comida con urgencia. Próximo objetivo: La cafetería.

Se levantó de la silla, su cuerpo aún algo adormilado por la mala postura y el cansancio. Recogió sus cosas con movimientos lentos y luego se dirigió hacia la puerta del salón. No sabía dónde estaba Jimin y le gustaría encontrarlo, pero en ese momento su prioridad era calmar su estómago que no dejaba de rugir.

Apenas puso un pie fuera del salón cuando sintió cómo alguien lo agarraba bruscamente del brazo. El agarre fue tan fuerte que un quejido involuntario salió de su boca antes de que pudiera voltearse para ver quién era. Al girar se encontró con la sonrisa arrogante de Daehyun, el tipo que más odiaba ver en los pasillos. Con su cabello rojo chillón, sus ojos exageradamente rasgados y esa maldita sonrisa burlona, era el ejemplo perfecto de alguien que solo existía para molestar. Detrás de él sus dos inseparables amigos, más parecidos a guardaespaldas que a compañeros, reían como si agarrarlo del brazo fuera el chiste del siglo.

Jungkook respiró hondo, tratando de contener la irritación. No estaba para estupideces ese día. Lo único que quería era encontrar un lugar tranquilo para comer un sándwich y calmar el rugido de su estómago. Pero claro, Daehyun siempre sabía cuándo meterse en su camino.

—¿Se puede saber qué es lo que quieres ahora? —preguntó Jungkook, sin molestarse en ocultar el fastidio en su voz. Sabía perfectamente que Daehyun no era una amenaza real. El tipo no intimidaba a nadie con más de dos neuronas. Los que daban un poco de miedo eran sus dos secuaces, que parecían más interesados en respaldar al pelirrojo que en tener personalidad propia. Pero Daehyun en sí era agotador. Su presencia simplemente le drenaba la paciencia.

(my) boy in dress ♡ kookmin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora