-Prologo-

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El calor a esa hora del día, era insoportable, Kevin se pasó una mano por el rostro intentando limpiar el sudor de su frente, condenado calor que lo deshidrataba poco a poco. Vestido con una camiseta azul sin mangas y su inseparable gorra roja, miro al frente un pequeño conjunto de masetas y abono, arrugo la nariz al ver que todavía tenía mucho trabajo por hacer, por desgracia esas flores no se plantarían solas, si por desgracia. Al ser el hijo del jardinero, muchos podrían pensar que Kevin estaba ya más que familiarizado con el trabajo duro y arduo, pero solo las personas que lo conocía bien, sabían que él prefería todo menos que pasar varias horas bajo el intenso calor, entre sacos de abono mal oliente y maseteros, tampoco es que tuviera otra opción, ayudaba a su padre desde que tuvo la edad suficiente, aunque la jardinería no fuera su fuerte siempre busco la forma de ser útil y no volverse una carga para su padre, por lo que tuvo que hacerse cargo de sí mismo desde temprana edad, demostrando que podía ser responsable.

Él no era un holgazán, pero joder, como odia a esas plantas a veces.

Soltó un gruñido molesto, empuñando una pequeña pala en su mano derecha, necesitaba darse prisa si no quería terminar con quemaduras en su piel, por los intensos rayos de sol. Escucho pasos acercándose a su espalda, miro sobre su hombro a una de las mucamas, que salía con una cesta llena de sabanas limpias listas para secar, desde hacía un par de semanas que todos parecía más activo en aquella casa, los rumores decían que esto se debía a que una nueva familia estaba por llegar.

Kevin hundió con más fuerza la pala en la tierra, una nueva familia solo significaba un nuevo grupo de insoportables ricachones, en su experiencia podía decir que las anteriores familiar que había vivido ahí, resultaron ser unos idiotas, personas demasiado ocupas en ellas mismas, incluso para ser amables con sus propios empleados a los cuales menospreciaban. Siempre había sido así, por lo que la idea de tener nuevos propietarios no lo alegraba en lo más mínimo. Solo esperaba tener el menor trato posible con ellos, y con un poco de suerte se aburrían rápido e irían a invadir a otra parte. 

Ese parecía ser el principio de una larga semana...

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El auto en el que viajaba, avanzaba con gran velocidad desde hacía ya varias horas, fue un repentico cambio de dirección y ritmo más lento, lo que llamo su atención, eso solo indicaba que estaba por llegar.

Fue en ese momento que Edd se permitió despegar la vista del libro entre sus manos, para contemplar con asombro los verdes prados que se extendía a lo largo de la carretera, seguidos de una densa área boscosa. El automóvil avanzo un par de metros más antes de llegar a una desviación, los enormes anuncios espectaculares postrados a las fueras del poblado, fueron los primeros en darle la bienvenida, largas filas de autos y personas yendo y viniendo fue lo que encontró a su paso por el pequeño y pintoresco poblado, mas su camino no se detuvo ahí, continuo hasta una calle privada, que lo condujo a una gran casona con facha rustica, rodeada por hermosos jardines.

Edd observo boquiabierto el lugar que se volvería su hogar, durante las siguientes semanas. Tomo su mochila con correa y guardo el libro de física que leía, para bajar del auto, todo lucia tan tranquilo, sin todo ese ruido que se percibía en la gran ciudad. No supo cuánto tiempo permaneció de pie sin moverse, debió ser el suficiente para ganarse una mirada extraña del chofer, que repitió su nombre por cuarta vez.

-Joven Marion, está todo bien

-Ah, sí, mis disculpas, enseguida voy – se apresuró a llegar junto al chofer, que lo condujo a la sala

Contrario a lo que Edd pensaría, el interior de aquella casa no era frío ni sombrío, los tonos cálidos de las paredes y los techos altos de cada habitación, le daban un ambiente muy acogedor. No paso mucho tiempo, cuando escucho un par de voces acercarse, una mujer y un hombre mayor, se presentaron como la cocinera y el mayordomo, respectivamente, que no dudaron en ofrecerle sus servicios y ponerse a su disposición.

Edd agradeció sus atenciones con una sonrisa tímida, no estaba acostumbrado a ese tipo de recepción. Después de un par de indicaciones y de reiterarle sus servicios, el mayordomo, lo dejo al fin en su nueva habitación. En la privacidad de su ahora morada, dejo escapar un largo suspiro bajando los hombros, sintiéndose un poco agobiado por la mudanza. Se acercó a mirar por la ventana con vista al patio trasero, desde donde podía ver una larga fila de árboles y arbustos. Apretó la correa de su mochila con fuerza, intentando darse valor y pensar que todo estaría bien... 


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