¿Que és el amor? Muchos diréis que es un sentimiento, uno que te arrastra hasta el fondo de una manera adicta y sin ser consientes de nuestros actos, una llama que se enciende en el momento menos indicado y que te hace cometer locuras y peripecias pero al fin y al cabo es real, tan real como la vida misma.
Puede ser bonito y oscuro en partes iguales, sentír las famosas mariposas en el estomago o llorar todas las noches intentando buscar un final que no sea alternativo... El amor duele y sana, te ayuda y te rompe dejándote sin nada, dejándote vacía, juega con el organo más importante de nuestro cuerpo, el corazón, y puede llegar a destruirlo en mil pedazos, trozos que tardarán mucho en sellarse convirtiendose en cicatrizes que siempre estarán ahí. Este sentimiento trae recuerdos, recuerdos de esa persona que te puso el mundo patas arriba, cambió tus planes y te jodió hasta el más mínimo instante de tu exixtencia. El amor es así, son cartas que vuelan con el viento y se quedan atrapadas en el tiempo, pero nunca se olvidan.
CHLOE
La letra de lemon tree llenaba el comedor de mi nuevo apartamento cerca de la playa, yo me dedicaba a dar las últimas pinceladas al cuadro que quería poner encima del sofá y a canturrear la letra de aquella canción cuando de repente tocaron al timbre, rechisté y maldije por lo bajini pero luego dejé el pincel sobre el poyete y abrí la puerta con total seguridad, esperando que fuera el cartero o alguna niña vendiendo galletas de avena para recaudar dinero pero no, en absoluto, y me sorprendió lo que vi a través de la puerta, me sorprendió tanto que durante un instante me quedé en silencio contemplando esos ojos verdes desafiantes y ese humo que escapaba de su boca y se desvanecía en el aire. Era Marco, Marco Lewis, mi primer amor, ese que olvidé en algun oscuro lugar de mis recuerdos, porque ocurrió hace mucho, muchísimo tiempo, cuándo eramos niños y no sabíamos que era el amor.
-Ejem, no se si te sorprende verme o es que aún no has caído en quién soy...
-No, bueno si, si que se quién eres pero no me sorprende es decir, si que me sorprende pero...¿Que cojones haces aquí?- Soné directa.
-Necesito tu ayuda.- Me dijo mirandome a los ojos. Estaba con un pie apoyado en la verja que separaba mi puerta con la acera y el otro en el suelo, en una mano sujetaba un cigarrillo que se consumía poco a poco y aspiraba cada cierto tiempo y en la otra un casco de moto.
-¿Mi ayuda? ¿Para que necesitas mi ayuda si se puede saber?- Estaba sorprendida, sobretodo porque hacía mucho tiempo que no le veía y encontrarme lo enfrente de mi casa era un poco extraño.
"a ver como te cuento esto sin que suene como un puto psicópata" susurró con la mirada cabizbaja.
-Eres mi apuesta- Hizo una pausa- Te necesito durante treinta y cinco días.- Espera, ¿que?
Intenté no sonar muy directa.
-No
-Dejame acabar, aún no he terminado.- Le dio la última calada a su cigarro y lo tiró al suelo para después acabar pisandolo con la suela de su zapatilla.- Cada año, mi grupo de amigos y yo celebramos el día de la víctoria. Consiste en intentar enamorar a una chica durante treinta y cinco días, las chicas se elijen mediante apuestas. Tú eres la mia, ¿aceptas?.- Me miró esperando alguna respuesta por mi parte, pero yo me limité a cerrarle la puerta delante de sus narices. Escuché que volvian a aporrear la puerta pero no abrí, hasta que los golpes empezaron a ser más intensos, entonces me dirijí a la puerta con una rabia increible que recorría todo mi cuerpo.
-¿Eres tonto o que te pasa?-Le escupí de muy mal humor.
Él se acercó a mi y me miró muy directo a los ojos.
-Sabía que no ibas a ser fácil, solo te digo que me dejes intentar convencerte durante esta semana, si no te consigo perderé una cantidad bastante grande de dinero. Porfavor.- A ver vamos a ser sinceros, el chico me daba pena la verdad y no estaba nada mal. Obviamente no iba a aceptar de inmediato y eso de que sea una apuesta no suena nada bien, lo sé.
-Dudo que lo consigas, pero adelante.- Cerré la puerta y me quedé sentada con la cabeza apoyada en ella, poniendo las ideas en orden y pensando en lo que acababa de aceptar. De repente una hoja de papel doblada por la mitad se deslizó por debajo de la puerta, justo al lado de donde estaba sentada. La miré durante unos segundos hasta que decidí cogerla y abrirla.
Era una carta, una carta de amor de hace cinco años, una que le escibí cuando estaba enamorada de él. Ahora que la leía desde otra perspectiva me parecía rídicula y muy cursi. Y lo recuerdo, claro que recuerdo estar en mi habitación horas y horas pensando en la elección de las palabras perfectas para conquistarle. Una leve sonrisa apareció en mi rostro mientras abria los cajones oscuros de mis recuerdos.
MARCO