Hermano del alma

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Lin Yu es una persona simple y alegre, viniendo de una familia militar y estando batallando en el frente del norte, aprecia las pequeñas cosas que le da la vida: desde esas escasas pulgadas más de carne hasta sonreír en camaradería con sus allegados. 

Jamás pensó subir más alto, tener un amigo a quien confiarle su vida, encontrar el amor en una hermosa esposa, tener su propia propiedad para formar a su familia, honrar así el apellido Lin. 

Nunca lo habría imaginado. 

Todo por ese indeciso Ge suyo que era demasiado modesto, pero seguía siendo su hermano del alma. 

Lin Feixing solía ser alguien reservado y Lin Yu respetaba su espacio. De alguna manera, Lin Feixing nunca fue como los otros soldados del batallón, además de su inteligencia, su aguda percepción y arduo entrenamiento, era más modesto. Claro que por ello inspiraba quizá mayor respeto entre los demás, aparte de la gran admiración que se había ganado. 

Solo lamentaba profundamente que debido a aquella fatídica herida, no pudiera tener descendencia de sangre. Ya le había prometido a uno de sus hijos, y seguía fiel a su juramento, no tenía dudas de que Lin Feixing sería un padre increíble.

Tal como decían, un verdadero hombre no es aquel que gana mil batallas, es a quien le confiarías a tus propios hijos con total plenitud. Lin Feixing era el hombre más honorable que haya conocido.

Claro que aún tenía que discutirlo con su esposa, sin embargo, aquella vez… 

—¿A-Wan? —musitó pálido, una mañana en que las sábanas se tiñeron de rojo. 

¿Había lastimado a su bella esposa? ¿Cómo, si no la había tocado? ¿Acaso era una extraña enfermedad? ¿A-Wan estaba bien? ¿Tenía una herida ahí? 

Yu Wan se tapó con las sábanas, con un suave carmín en sus mejillas, sin embargo, no estaba tan alarmada como su esposo debido a la sangre. Pese a ser su sangre la que había sido expuesta. 

—A-Yu, estoy bien, es algo que le pasa a todas las mujeres. Significa que estamos bien para tener hijos —. Explicó con las pestañas bajas, y cierto calor en su rostro. Lin Yu quedó un poco perdido por lo hermosa que se veía su esposa estando apenada por las mañanas. 

Lin Yu era el hijo único de su familia, enviado a la guerra a una edad temprana, donde únicamente había hombres, y las únicas mujeres se encontraban en el pabellón rojo. Lin Yu no había ido nunca, pero tampoco había escuchado algo sobre esto de sus camaradas que lo frecuentaban. 

—¿Siempre pasa eso? —parpadeó dos veces, aún algo impactado. 

Yu Wan no solo era una mujer, sino que también era una sanadora virtuosa y con amplios conocimientos médicos. No le era difícil explicarle algo como esto a su esposo, aunque no lo hizo con mucho afán. 

—A una edad temprana, entre los 10 y 15 años, las niñas comienzan a sangrar, indicando que son mujeres que pueden quedar dar a luz, ya que en nuestro interior hay ciertos cambios, y se manifestará cada mes hasta engendrar un bebé—, explicó de la mejor forma para que Lin Yu lo entendiera. Su ahora esposo se quedó mirándola como si procesara la información.  

Yu Wan se excusó para ir a lavarse y después lavar las sábanas de su dormitorio. 

Pero ahora había algo en la mente de Lin Yu. 

Hermano del alma [La General y la Princesa Mayor]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora