Prólogo

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Corre, escapa, huye.

No te detengas...

Escuchaba esa voz tan horrible que nada más lograba atemorizarme cada vez más, mis pies temblaban al igual que mis manos, sudaba frío. Sentía que mi cuerpo en cualquier momento iba dejar de responderme, mis pulmones dolían más a cada segundo, se me dificultaba respirar y lo peor era que no podía dejar de correr. No podía detenerme, sabía que corría peligro si me quedaba, ¿Pero peligro de qué? ¿De quién? ¿Quién estaba siguiéndome? ¿A qué le tenía tanto miedo? No lo sé... La tierra húmeda no me ayudaba mucho, los enormes árboles a mi alrededor no eran capaces de ocultar me, al menos eso pensaba, qué nadie ni nada podía ocultar me, entonces... ¿Por qué seguía corriendo? ¿Qué sentido tenía?

Traté de ocultar me detrás de un inmenso árbol, al detenerme mis pies no reaccionaban, así que caí de rodillas, lastimándome las manos y rasgándome los jeans. Me arrastre por en suelo hasta llegar al árbol, logre colocarme en posición fetal, escondí la cabeza entre mis brazos y piernas y respire profundamente.

Venían por mí, él venía por mí.

¿Qué pasaría? ¿Eso era todo? ¿Así acabaría mi vida? No, no quería acabar así, malditamente no. ¿Cómo detener lo imposible? No podía detener esto, no tenía fuerzas, muchas veces en la vida me detuve a pensar en cómo quería que fuera mi muerte, pero... Nunca me imaginé que acabaría así, en medio de este bosque, sola, sin ayuda. Escuché sus pasos y ese horrible silbido, era un sonido tan horrible, un silbido tranquilo, pero tan espeluznante que a cualquiera le pondría la piel de gallina, la lluvia había dejado charcos, así que oí perfectamente el sonido de una pisada fuerte, tosca, ruda en el agua y mis sentidos se pusieron en alerta, no quería escuchar nada más. Levante lentamente mis manos y las coloque detrás de mi cabeza a la vez cubriendo mis orejas, tenía miedo. Mucho miedo

Mis ojos visualizaron unas enormes botas negras frente a mí, temblé y fui bajando mis brazos lentamente, escuché como disparó justo sobre mi cabeza y al levantar la vista me estaba apuntando, justo en la frente, nada más que no podía verle el rostro.

¿Quién era él? ¿Por qué hacía eso? ¿Por qué mi muerte?

Suspiré y acepte mi destino.

El Chico De Las SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora