Besos caóticos

Prólogo

Sorbí mi nariz intentando calmar mi llanto, intentaba controlarlo, pero me era imposible. Subí mi mirada, encontrándome a mis amigos. Noté como estos derramaban un par de lágrimas mientras me veían, exceptuando a Nora, ella se encontraba peor que yo.

—¡LEEEEAAAH! —Chilló Nora, lanzándose a mí para envolverme en un abrazo—. No te vayas a olvidar de nosotros, por favor.

Sonreí envolviendo mis brazos en ella.

―Sabes que eso no pasará ―murmuré.

―Te vamos a extrañar demasiado, pequeña ―Tyler habló mientras sus brazos nos rodeaban. Y así el resto se unió en un abrazo grupal.

Nos quedamos abrazados un par de minutos, antes de escuchar la voz de mi mamá llamándome y diciendo que era hora de abordar el avión. Con mucha pesadez me separé de ellos y los observé con una sonrisa.

―Si algo les pasa o alguien los lastima, no duden en llamarme, ¿está bien?

―Serás la primera en enterarte de todo, enana. ―Sara secó sus lágrimas y suspiró ―. No puedo creer que eres la menor entre nosotros, pero siempre eres tú la que nos cuida y protege. ―Soltó una pequeña risa.

Dejé salir una pequeña risa también, sintiendo como lágrimas bajaban por mis mejillas.

―Los amo, chicos. ―sentí como mi voz se quebraba.

―Y nosotros a ti, Le. ―Tyler sonrió.

― ¡Sí, Le! ―Nora tomó mis mejillas―. Te amo mucho, mucho.

―Sé que no te gustan las llamadas, pero llámanos seguido, Leah ―Kayla musitó.

―Haré mi esfuerzo.

Kayla solo rodó los ojos y bufó.

―Así me amas, Kay.

―Ya quisieras. ―sonrío y se acercó a dejar un beso en mi frente—. Cuídate mucho.

―Ustedes igual.

Mi madre se acercó a mis amigos y los envolvió en un abrazo a todos.

―Cuídense mucho, niños. No se sigan portando mal. ―Mi madre se separó de ellos y les sonrió.

―Seguiré siendo una buena chica, pero por favor, no olvide decirle a su hermano menor que me mande un saludo para mi cumpleaños ―Nora exclamó emocionada mientras jugaba con sus dedos.

Mi madre soltó una sonora carcajada.

―No te preocupes por eso, te cumpliré ese pequeño deseo.

― ¡Ay, muchas gracias! Usted es la mejor, señora Acker ―chilló mientras daba pequeños saltitos.

Mi madre sonrió y me miró.

―Es hora de irnos, cariño.

Asentí tomando mi maleta.

―Adiós ―murmuré sonriendo levemente.

Me di la vuelta y escuché como mis amigos se despedían a gritos a mis espaldas. Reí sintiendo mis ojos se aguarse.

En un par de horas estaría en una nueva ciudad, en una nueva casa, y volviendo a empezar otra vez de cero.