Capítulo I

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Meritxell Dollei creía que su familia estaba completamente loca, y en esos momentos los odiaba con todo su corazón y ¿cómo no? si la habían obligado a caer en las viejas costumbres del siglo XIX.

Le habían mentido diciendo que debía ir en el carruaje donde la marquesa Aralé Dollei, su tía más cercana, pero era una trampa, habían armado un completo complot hacía ella, claramente no iba a la casa de su tía luego de más de cinco horas de viaje; ahí se dio cuenta, no iba a la casa de su queridísima tía, porque sin dar ni un suspiro ya se encontraba en una enorme embarcación que la llevaría hacía ¿quién sabe qué? y ¿quién sabe dónde?, pero Meri no se detendría allí, ella no, ella era una luchadora, una guerrera en contra de las injusticias contra las mujeres de su era, tenía muy claro que eso era un rapto aun que las autoridades no lo vieran así.

Se encontraban en el puerto de Whitehaven, lo reconocía bien ya que cada vez que su padre volvía de sus horribles y extensos viajes burocráticos ella iba con sus vestidos rosados y sus cabellos largos a buscarlo a penas bajara del gran barco; muchas veces corrió con todas sus fuerzas para darle un fuerte abrazo y fue castigada y corregida. Siempre se preguntó ¿por qué?, ¿por qué no podía demostrar sus sentimientos libremente? pero cuando creció lo entendió, las personas no estaban acostumbradas al amor, pero ella iba a cambiar eso.

-¡Eres una bruja!-Le gritó a su madre que estaba parada de pie frente suyo mirando un libro antiguo- ¿Cómo puedes hacerme esto?

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Su madre la miró con tristeza, ella bien sabía que su peculiar hija no estaba interesada en las obligaciones y deberes de una mujer de su clase. Lo sabía desde que Meri tenía dos años y le dijo que jamás se casaría sin amor, pero ya no se podía hacer nada, el trato ya estaba hecho y en ese punto ya no había marcha atrás.

-Ya lo habíamos hablado Meritxell, esta era la condición, prometiste que si no encontrabas esposo a las diecisiete primaveras-Suspiró la marquesa y tomó la mano de su adorada hija-Te casarías con el mejor postor.-Terminó por decir con la suavidad y tranquilidad que la caracterizaba, siempre serena y sonriente.

-Y ¿no pudiste encontrar a un mejor postor? por ejemplo uno que no viviera en otro país-dijo apenas en un suspiro sarcástico.

Meri estaba molesta, ella no quería desposarse y menos con alguien a quien no conocía. Para ella todo hombre era sinónimo de lujuria, infidelidad, fiestas y alcohol y no se la podía culpar, eso era lo que veía a diario en su ciudad natal, estaba tan decepcionada con los hombres que ya no esperaba nada de ellos ya que estos tampoco esperaban nada de ella que no fuera una repulsiva obscenidad.

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-Él es una persona particular, muy particular, cariño. Tú no lo sabías pero sus padres los Duques de Lierterwood son tus padrinos; eran nuestros amigos más cercanos, pero tuvieron un accidente hace muchos años y sólo quedó él; eran unas excelentes personas Meri, los padres más cariñosos, espectaculares burócratas, siempre justos y simples, son de mucha falta últimamente en el despacho del rey, pero ese es otro tema y sé que no te agrada hablar de política.

El corazón le dio un apretón, se sentía triste por él, y aun que ese no era aún un problema de ella, no podía dejar de sentir el corazón en las manos y fue entendiendo el por qué su madre lo había elegido como su esposo a parte de su estatus.

-¿Es por eso que quieres que me case con él? ¿para que no esté solo?- Soltó despacio la mujer más gritona de todo Londrés.

-No puedo revelarte nada amor, fue una petición de Spencer-Dijo y se adentró a la habitación asignada para ellas dando por acabada la conversación, pero Meri quería más, siempre quería más, su sed de conocimiento era tal que podía estar horas escuchando sobre él y seguiría buscando más información. Esto no sólo le pasaba ahora, no sólo era el tal Spencer, era todo lo que no conocía, todo lo que tuviera para aprender. A veces no aguantaba y pasaba horas leyendo en la biblioteca de su hogar, en algunas ocasiones no paraba de leer hasta que uno de los sirvientes le avisara que ya era la hora de comer.

El duque de LieterwoodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora