SECRETOS EN EL SILENCIO

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James no sabría explicar cómo pasó o quizás sí. Lo cierto es que hay una maraña de recuerdos inconclusos donde sabe que él y su esposo son los protagonistas. Intenta hacer memoria de las últimas horas pero parece que el shock del accidente es demasiado para su cuerpo. 

Respinga asustado cuando uno de los bomberos –que ha venido a sofocar el fuego–envuelve su cintura con uno de sus brazos. Siente un escalofrío ponerle la piel de gallina y rápidamente busca a su alrededor algún indicio de peligro. El robusto hombre junto a él parece no darse cuenta de su accionar y se limita a sonreírle mientras lo guía a la ambulancia que acaba de llegar. James solo se deja hacer y hecha un último vistazo sobre sus hombros como esperando que Daniel salga de la oscuridad del bosque. 

Mientras se alejan, el olor del humo y algo más viaja  como una bruma que le hace arrugar la nariz. Observa las muecas de desagrado de la gente pero nadie dice nada; entonces James decide callarse sus incertidumbres  e ignorar ese constante repiqueteo que intenta abrirse  paso por su mente.

James apenas llega y el paramédico ya está sobre él, revisando sus heridas y haciendo preguntas que se limita a responder con un ligero movimiento de cabeza; aún demasiado cohibido como para encontrar su voz. El bonito paramédico le sonríe amablemente y James quiere gritarle que deje de hacerlo pero entonces se da cuenta de su error. Se cubre la boca con las manos, horrorizado de haber revelado sus pensamientos; se levanta precipitadamente de la camilla mientras el pum pum pum de su corazón parece que  está a punto de reventar el monitor cardíaco al que está conectado.



—¡Deténgase! ¡Señor se hará daño!—le grita el  hombre  tomándole de los hombros en un vano intento por tranquilizarlo.



James se aleja rudamente de su toque, no le importa el dolor de sus costillas ni que tan profundo es el corte de la frente solo quiere echarle en cara lo imbécil que es, desgarrarse la garganta hasta que todos supieran  de su estupidez  pero de su boca solo sale un desgarrador sollozo y James se siente el idiota más grande del mundo porque sigue sin poder encontrar su voz.

—Me llamo Tony señor—comienza a decirle el hombre de la melena tan castaña como la suya— se que esto  es muy difícil para usted pero tengo que revisarlo… por favor ¿señor? Puede tener una herida grave

James niega con la cabeza mientras gruesas lágrimas surcan  por sus mejillas ¿acaso no se daba cuenta? Daniel podría llegar en cualquier momento, incluso él debía ya  de estar allí; listo para armar una discusión sin sentido, lo suficientemente enojado como para…

Suelta otro lastimero sollozo  aterrado de siquiera imaginarlo ¡no quiere! ¡no debe! ¡no! ¡no! ¡no! ¡ya no más! ¡ya no más!

  La desesperación corroe por sus venas como un veneno listo para llevarlo al borde de la locura. Está tan ensimismado en su dolor que no se da cuenta de la jeringa hasta que siente el pinchazo sobre su brazo. Mira rápidamente al hombre frente a él: con sus ojos inyectados en sangre por el llanto, abiertos incrédulos de par en par por su accionar.



—No se preocupe James, todo estará bien.


Tony le devuelve la mirada, firme y confiada, digna de su juventud. Y no es que James sea muy viejo pero hace tanto que le robaron la sonrisa, que siente como si el peso del mundo estuviera sobre sus hombros.

Derrama las últimas lágrimas antes de que sus párpados pesen y todo a su alrededor gire. Tony lo guía nuevamente a la camilla y James se siente tan desdichado por  envidiar a la persona que le brindó un gentil gesto aunque se tratara de su trabajo. Sabe que nadie es culpable de su cobardía más que él, pero está tan embarrado en esa mierda que cree ya no tener salvación. Quizás Tony piense igual y el rubio bombero que lo llevo hasta allí también; es por eso que se burlan de él al darle las migajas de algo llamado esperanza.

El mundo se pone cada vez más oscuro y su corazón se siente rabiar. Tony ajeno a su disputa, continúa con su labor. El herido omega le ve fruncir el ceño varias veces para al final dedicarle otra de sus sonrisas y cubrirlo de la fría noche con una frazada. James intenta alejarse, reclamarle que deje de fingir y se vaya pero se siente tan pesado que a duras penas sale un quejido de su boca.

Tal vez Daniel tenga  razón y los omegas  como él no se merecen nada.

La inconciencia lo arrastra como una ola hacia el mar y James se pregunta dónde está Daniel. Por qué su enfermizo amor es lo único que conoce; y aunque eso es incorrecto y lo lastime, no quiere estar solo. Pero el hombre que dice amarlo sigue sin llegar y él se deja atrapar por el sueño. Es entonces  cuando la cruda verdad llega de golpe pero ya es demasiado tarde para escapar de ella.



La cabina del auto va en un tenso silencio, Daniel pisa el acelerador un poco más a  fondo y James lo nota   aferrarse  fuerte al volante hasta que sus nudillos se ponen blancos como el papel. James puede sentir la furia emanar del hombre junto a él pero poco puede importarle;  se gira más sobre su asiento  y mira atraves de la ventanilla el sol ocultarse mientras el dolor en su corazón crece más y más.

—James yo…

Comienza Daniel a decir pero James niega. Demasiado cansado como para querer escucharlo… no esta ocasión. Porque no es la primera vez que sucede y tampoco lo son las miles de excusas que, como el cobarde que es, terminará creyendo.

La primera lágrima cae y James se siente tan estúpido. Se supone que sería la velada perfecta: comerían su comida favorita, tomarían delicioso vino y bailarían al compás de la música.  Hasta se puso ese estúpido traje que realzaba su menuda  figura, en un intento de verse bonito para Daniel porque hacía tanto que no salían como pareja;  que de la emoción hasta dejó pasar el extraño comportamiento de su marido en las últimas semanas. En medio de esa nube de felicidad Daniel olvidó su teléfono al ir al baño y los mensajes de un tal Jack no paraban de llegar.

James intentó ser un buen omega   
–ese que Daniel tanto exigía – pero bien dicen que la curiosidad mató al gato.



—Déjame explicarte James…—intenta de nuevo el alfa pero él se limita a encender la radio sin despegar sus ojos de la carretera.

No quiere oír sus mentiras, aún no.  Sin embargo Daniel no está acostumbrado  a que lo ignoren. Colérico apaga la bulla y escupe su veneno como solo él sabe hacerlo. Se cubre los oídos con las manos pero Daniel lo jalonea para que siga oyendo su aberrante desfachatez. James solloza desconsolado sintiendo la humillación retorcerle las entrañas. Está tan dañado, que todas esas mentiras que salen de esos labios los toma como una verdad absoluta, es por eso que no dice nada, nunca lo hace.



—¡TODO ES TU CULPA! ¡SI TAN SOLO FUERAS UN BUEN ESPOSO YO NO TENDRÍA QUE HACER ESTO OTRA VEZ! ¡DIME JAMES! ¿¡POR QUÉ ERES UN INÚTIL!? ¿¡POR QUÉ NI PARA  COGER SIRVES!?



Daniel lo sujeta del cabello y lo repega a él lo más que su cinturón de seguridad le permite. Retuerce sus lacias ebras hasta el punto de dolor y continúa vociferando como un sádico que disfruta de su desgracia. Pero él ya no oye y siente… después de tantos años al fin algo se quebró en la mente de James.

Todo sucede demasiado rápido. James solo comprende que derepente hay un volantazo que hace volcar al coche: una, dos, tres vueltas más hasta que todo se queda en un ensordecedor silencio. Apenas está consciente para cuando el humo comienza a invadir el lugar. Así que fuerza a su mallugado cuerpo a liberarse del cinturón. No quiere morir, no así, de esa manera tan horrenda pero por más que intenta la puerta esta  no se abre.

La desesperación le nubla el juicio y llora de impotencia; se pregunta que ha hecho mal en la vida para que ni la muerte pueda ser buena con él. El humo se vuelve más denso y decide usar la poco afuera que le queda en un último intento. Siente que algo se le quiebra por dentro pero no sé detiene hasta que el retorcido metal cae de su lugar; entonces una mano ensangrentada lo detiene.

Voltea sorprendido y ve a su acompañante intentar liberarse pero las piernas de Daniel están atrapadas entre el volante y asiento. James puede contemplar como el miedo nubla sus azules ojos cuando el alfa exige que lo saque de allí. Lo jala a pesar de su cansancio, hace su mayor esfuerzo aunque los aullidos de dolor de Daniel rompan sus tímpanos y su primer instinto sea cubrirse con las manos. Él lo intenta, de verdad lo hace; pero las llamas siguen creciendo.

James decide ser cobarde una vez más y pide a Dios por clemencia para su alma y la de Daniel mientras este grita horrorizado que no lo abandone. La noche se llena de desgarradores lamentos  cuando el fuego consume todo a su paso.

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⏰ Última actualización: May 05, 2021 ⏰

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