U N O

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Los días habían pasado y las festividades habían llegado al Reino de Sindria. El ambiente en la ciudad era bullicioso, la gente salía a comprar regalos de última hora y los vendedores exclamaban a todo pulmón lo que ofrecían o los descuentos que darían.

La isla estaba cubierta por una capa blanca, suave como una pluma y con un toque mágico a la vista. Del cielo caían pequeños copos de nieve, y la escarcha empañaba las ventanas de los hogares; los animales se habían resguardado en sus madrigueras, calentándose con el fuego del hogar y compartiendo lo que habían recomendado durante el año; y los sirvientes del palacio repartían ropa y mantas a las personas que no podían proporcionárselas a sí mismos.

Las reservas de comida estaban a desbordar; habían de todo tipo de alimentos, desde frutos de verano hasta carnes frescas, que llevaban congelándose durante varios meses gracias a la magia de Yamuraiha. El reino no podría pedir mejor alimento para las festividades que el que ya tenía.

Todo parecía perfecto, el pueblo, el clima, la comida, ¡todo! No obstante, no todo en la vida podía ser de color rosa pastel.

La mañana de la celebración de invierno nuestro querido peliblanco se había despertado con un dolor de cabeza monumental. Raramente se sentía mal, era un suceso que no le pasaba a menudo y agradecía que fuera de esa forma.

Habían personas que aseguraban que con una actitud positiva, se podrían librar de enfermedades y resfriados. Bueno, pues Ja'far era una de esas personas; y para él, su teoría había salido verdadera... hasta ahora.

Él no estaba de acuerdo con el hecho de enfermarse, y menos en uno de los días tan importantes del año. Para el visir, padecer un resfriado no era razón suficiente para faltar al trabajo, aún teniendo encima varios grados de temperatura.

El haberse levantado de la cama había sido un reto, por no decir una agonía total; aún no comprendía cómo lo había logrado. El mantenerse de pie le era costoso, y los mareos lo desafiaban cada segundo. Si continuaba de esta forma, sería todo un milagro que lograra llegar al medio día sin desfallecer.

Actualmente, se encontraba caminando por los pasillos del palacio, y a decir verdad, a un ritmo bastante lento. Su semblante era más pálido de lo normal y su cabello revuelto estaba oculto por el turbante que generalmente usaba. No obstante, si no fuera por las ojeras que llevaba, el estado del peliblanco hubiera pasado desapercibido fácilmente.

Lastimosamente, las personas que trabajan en el palacio atribuyeron su estado a los preparativos de la celebración o a algún problema que el Rey Sinabad había causado recientemente. A ninguno le pasó por la mente que el visir hubiera caído enfermo, les era tan extraño el pensamiento, que ni se lo llegaron a imaginar. En su defensa, ya se habían acostumbrado a verlo cómo se desvelaba trabajando y dando todo de sí por el reino donde vivían, y durante todo ese tiempo, ni una vez lo habían oído quejarse. Ja'far era un misterio total para ellos.

A diferencia de los demás días, en los que los ocho generales y el rey desayunaban juntos, hoy sería la excepción. Era una temporada diferente, de modo que las cosas y costumbres diarias cambiarían drásticamente; entre ellas, el desayuno con todos.

De alguna manera consiguió llegar a la puerta de su oficina. Por su mente sólo cruzaban las diferentes maneras en las que podía rellenar los documentos y cómo ayudarían al reino a florecer. Evitaba centrarse en sus dolores, o el hecho de que su estómago parecía una montaña rusa. Definitivamente necesitaba sentarse.

Apenas había conseguido dar un par de pasos cuando escuchó cómo tocaban la puerta.

Ja'far estaba consiente de que sería un día ocupado y que las personas requerirían de sus servicios más de una vez, por no decir por múltiples veces o el día completo. Sin embargo, esperaba poder tener unos minutos para sí mismo y descansar lo más posible antes de adentrarse a ese caótico mundo.

Copos de NieveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora