D O S

166 20 0
                                    

Sinbad cerró los ojos. Se encontraba afuera de su habitación, caminando de lado a lado, incapaz de mantenerse quito por un sólo instante. En estos momentos estaba esperando que Yamurahia terminara de revisar a Ja'far.

Sinbad no se caracterizaba por ser una persona impaciente, en cambio, era muy tolerante. Sin embargo, no podía evitar los impulsos de equiparse con su Djinn y destrozar la puerta para poder entrar y ver cómo estaba su peliblanco. Eso, y el hecho de que ya había pasado más de media hora desde que lo habían sacado de la habitación, su propia habitación.

Lo único que podía hacer para descargar su furia e inquietud era apretarse los puños lo más posible en un intento de controlar sus ganas de golpearse a sí mismo tan duro como fuera posible.

Si continuaba de este modo iba a terminar sacándose sangre, pero a este punto ya no le importaba; todo esto era su culpa y gracias a su descuido, su amigo estaba dentro de ese cuarto, inconsciente.

¿Cómo no lo había notado?

¿Cómo no había notado que Ja'far se encontraba enfermo?

¿Tan poca atención le había puesto al centrarse en las festividades?

¿De verdad lo había dejado a un lado?

Después de unos momentos, la peliazul salió de la habitación acompañada de dos de los sirvientes; un chico y una chica que solían acompañarla a todos lados, como si de sus otras extremidades se tratasen.

Lo primero que notó Sinbad al verla es que no tenía buena cara, parecía molesta; lo cual lo asustó de gran manera. Si, ella solía molestarse seguido, especialmente cuando cierto peliblanco se encontraba cerca. No obstante, este no era ese caso. Ella estaba molesta por otra razón, y probablemente estaba relacionada con la persona que se encontraba al otro lado de esa inquietante pared.

Yamurahia le explico el estado en el que se encontraba Ja'far, dijo que necesitaría de varios días de descanso y que probablemente se encontraría mejor al despertar. No obstante, le especificó que no debía de exigirse de más y que por lo menos tomara reposo por una semana; de lo cual, Sinbad estuvo completamente de acuerdo.

Sin embargo, algo que descoló y tranquilizó a Sinbad, fue el hecho de que por más mal humor que la maga tuviera, no parecía que estuviera relacionado directamente con el peliblanco.

Sin importarle más lo que la maga le estaba diciendo, apartó a las tres personas y se adentró en el cuarto. Desde allí era capaz de ver cómo Ja'far descansaba tranquilamente en un extremo de la cama. No se atrevió a acercarse más, en cambio decidió sentarse en una silla que estaba al lado.

Según Yamurahia, esto no era repentino. Probablemente, el pequeño peliblanco llevaba varias semanas sintiéndose fatal, soportando los dolores y continuando matándose con el trabajo, exactamente como siempre.

¿Y qué hizo él?

¿Se dió cuenta por lo que su amigo estaba pasando?

¿En algún momento le pregunto cómo se sentía?

¿Desde cuándo había dejado de prestarle atención a su amigo?

¿Tan poco le importaban esos temas como para ignorarlos totalmente?

Si, Sinbad se encontraba demasiado enojado con si mismo. No obstante, esa no era la emoción que lo dominaba, ni la culpa, ni el dolor, ni la tristeza. Ninguno de los anteriores era el sentimiento que se encontraba dentro de su pecho, quemándolo vivo y carcomiendo sus pensamientos.

El rey se sentía decepcionado; decepcionado de sí mismo por no darse cuenta, por no fijarse lo suficiente, por hacerlo trabajar excesivamente cada día. Le había prometido un lugar seguro, un lugar donde sería libre y podría tener una vida sin problema alguno. ¿Y qué hacía? Le daba una vida ajetreada, con demasiados problemas que resolver, nada parecida a la vida pacífica que supuestamente le iba a dar.

Copos de NieveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora