run away.

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Entonces, resulta que Yeonjun falló estrepitosamente en su intento de conquistar a Beomgyu en esa salida que acordaron.

Al finalizar el día Beomgyu dijo negando con lastima:

—Todo mal Choi Yeonjun —y se marchó sin darle ni un beso de despedida.

Lo peor es que el estudiante de medicina no sabía qué hacer para que ese «todo mal» cambiara a un «todo bien» porque él jodidamente utilizó todos sus trucos de conquista en esa cita.

Le compró flores; que resultaron no ser del agrado de Beomgyu. Le dio cocholates; que Beomgyu no comió porque no eran libres de crueldad animal. Lo llevo a un centro comercial a ver ropa; pero Beomgyu se aburrió bastante...

—Joder —se dijo a si mismo recostado en su cama como todo un fracasado— soy idiota.

Y es que, después de meses de escuchar rumores sobre Beomgyu, y haber visto con sus propios ojos la actitud y los pequeños placeres del castaño, debía suponer que todas esas frivolidades no lo sorprenderían, sino que más bien lo desilusionarían.

—Todo mal Choi Yeonjun —se sermoneó a si mismo apagando la luz de su lampara de noche, dispuesto a dormir y pensar por la mañana en una nueva estrategia.

Durante el día y con una mente despejada, se planteó las cosas que podrían ganarle un pedacito del corazón de Beomgyu.

Con la lección aprendida de su fallida cita, anotó mentalmente que a Beomgyu no le gustaban las rosas rojas. O al menos, no eran las "flores con las que conectaba" como dijo él al recibirlas de todas formas.

Recordó entonces que el jardín de la facultad de biología estaba lleno de margaritas el día que habló con él, y que el jardín de la facultad de medicina, luego de ser estropeado por los alumnos jugando fútbol sobre ellas, fueron remplazadas por el mismo Beomgyu, que colocó florecillas azules.

Yeonjun preguntó a una de sus profesoras por el nombre.

—Las Myosotis. Mejor conocidas como nomeolvides —le explicó la señorita Wendy— son flores del amor eterno y desesperado.

No pudo haber tenido más lógica. Si lo hubiera sabido, Yeonjun se hubiera preparado para la verdad detrás de Beomgyu; que no buscaba relaciones insustanciales con las personas. También aprendió junto con lo de las flores que los dulces favoritos de Beomgyu eran las fresas frescas. Cortesía de la cocinera, que aunque no quisiera admitirlo por sus constantes riñas con Beomgyu, le tenía cariño al niño. Siempre le guardaba los mejores frutos de cuando preparaban jugo, y los dejaba en la vitrina del mostrador para que los cogiera a la hora de la merienda.

Los chocolates fueron descartados. Yeonjun le compraría fresas la próxima vez.

Otro dato importante, y del que se sintió muy avergonzado al descubrirlo gracias a Taehyun, es que Beomgyu detestaba los lugares donde no había rastro de naturaleza.

—Cada vez que salíamos íbamos a parques o al bosque —le informó el menor de ojos grandes cuando lo interceptó después de una clase—. Alguna vez fuimos a la playa también, le gusta respirar aire fresco y correr.

Y claro, Yeonjun lo llevó a un centro comercial, donde no había plantas reales, ni un rayo de sol, ni el cielo a la vista, sino cientos de objetos materiales que a Beomgyu no le interesaban en lo más mínimo.

Se tragó la pena, y con las cosas claras y memorizadas, volvió a encontrarse con Beomgyu en el jardín.

Esta vez el castaño meditaba con los ojos cerrados.

Yeonjun prefirió no ser imprudente una vez más y esperó a que terminara. Lo observó relajarse y respirar pausadamente con su boca entreabierta, siguiendo el movimiento de su pecho ampliarse y reducirse. El viento de vez en cuando lo despeinaba y caía sobre sus párpados, pero el castaño no abrió los ojos.

Yeonjun aguardó por unos minutos que se sintieron eternos. Y podría jurar que estaba casi tan relajado como Beomgyu con solo mirarlo. Hechizado por la viva imagen de la paz.

Cuando los orbes cafés tupidos de largas pestañas se abrieron, Yeonjun sonrió y se acercó con cautela.

—¿Estabas en el plano astral?

Beomgyu rió bajito.

—Conectaba un rato con la naturaleza.

—Por supuesto, nosotros los humanos insensibles no entendemos de esas cosas —bromeó sentándose frente a él sobre el pasto caliente por el sol.

Si alguien se asomara a verlos, encontraría divertido como una de ellos parecía un completo fuckboy, y el otro un brujo del bosque sacado de una película de fantasía medieval.

—Vengo a pedirte otra oportunidad — y aclaró— otra cita.

—Pides muchas oportunidades —sonrió Beomgyu de lado— afortunadamente soy de dar muchas oportunidades.

—Eres un alma bondadosa, todo un hada del bosque.

Beomgyu le dio un golpecito en el pecho.

—¡Deja de burlarte de mi! —contuvo una risa, al igual que Yeonjun.

—No es mi culpa que seas tan raro —se excusó— ¿de dónde saliste? ¿de un cuento infantil?

Y es que allí, sentados en soledad con las voces de los alumnos sonando distantes, Yeonjun podía apreciar lo bien que Beomgyu encajaba junto a las flores y el suelo real; el de tierra y color verde. No en el frío cemento que cientos de personas comunes pisaban.

—¿Por qué andas descalzo? —se aventuró a preguntar.

Beomgyu movió los deditos de sus pies, y un huracán de ternura cayó sobre Yeonjun.

—De niño quería ser un árbol —confesó, sin inmutarse en la cara confundida del mayor—. En mi casa hay uno muy grande, el doble de grande que los arboles comunes. Mi papá me hizo una refugio allí, que es donde duermo ahora.

» Siempre he pensado que debe ser hermoso estar conectado con la tierra desde las raíces, y alzarte por sobre ella hasta el cielo. Dejar que las aves descansen en tus ramas, que tus hojas sean peinadas por el viento, y tu madera tallada por los enamorados.

» Los arboles están llenos de historia. Y me prometí a mi mismo que como no podía ser un árbol, entonces podía pensar en mis pies como raíces que se mueven, y jamás dejar que algo se interpusiera entre ellas y la tierra.

A medida que decía todo eso, Beomgyu pasaba la yema de sus dedos por el pasto, trazando garabatos curvos y sin sentido que Yeonjun seguía con su embelesada mirada. Escuchaba a Beomgyu y sentía sus pulmones llenándose de algo más que no era aire.

De vida.

—Ahora dime algo sobre ti, Choi Yeonjun —Beomgyu lo miró de nuevo—. ¿Por qué estudias medicina?

—No es nada nuevo —Yeonjun tosió—. Quiero salvar vidas, todas las que pueda.

—¿Por qué?

—Todavía tengo fe en la humanidad.

Con eso último Beomgyu formó una amplia sonrisa en su rostro, tan linda y tan honesta, que fue imposible para Yeonjun no querer grabarla en su memoria.

—Entonces tu y yo no somos tan diferentes.

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Mis canciones favoritas siempre hablan sobre huir, sobre correr y escapar...

Espero que se entienda la relación de las canciones con los capítulos kajsjashs

En fin

TXT es vida, TXT es amor <3

Nature Boy. | yeongyuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora