Capitulo 2

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Las lágrimas siguen cayendo de mis ojos, empiezo a reír y a brincar a dar vueltas sobre mi propio eje, me siento conectada con la Tierra, las dos en rotación, pero en direcciones contrarias, caigo mareada de tantas vueltas que di y todavía no paro de llorar, este llanto no lo puedo controlar, sale por sí solo, sin mi permiso. Las lágrimas de alegría pasan a ser lágrimas de tristeza comienzo a tallar mis ojos para dejar de llorar, pero no puedo, esto es imposible, comienzo a recordar los momentos más tristes de mi vida, recuerdo a quienes me dañaron, me rompieron y torturaron mi alma.

Grito, grito de desesperación al recordar ese pasado, pero sé que me hace bien porque estoy soltando todo lo que me dañaba, estoy soltando mis recuerdos para asi poder avanzar y seguir con plenitud la vida que me tocó vivir.

Me tranquilizo un poco, saque todo lo que tenía que sacar; llore todo lo que tenía que llorar; grite todo lo que tenía que gritar; corrí lo que quería correr y me libere de las sogas que me mantenían atrapada en mi propio ser. Me levanto del suelo, se estaba haciendo de noche, lucia diferente el cielo, tenía nubes grades y esponjosas como algodones de azúcar, tonalidades naranjas, rosas y un poco de celeste, el sol se está ocultando; camine dirección hacia el sol, el aire soplaba y mi vestido volaba junto con mi cabello, estaba tranquila, me sentía aliviada, curada de un gran peso que tenía.

Llegue a un acantilado, pero había un puente que llevaba al otro lado, había un gran árbol, muy frondoso, sus hojas bailaban junto con el viento, era muy hermoso; no quería cruzar por miedo a caer, pero algo en mi decía "cruza este puente", tenía que hacerlo, no tengo otra opción más que cruzar. Lo hice, coloque un pie sobre la madera del puente, me aferre a la cuerda para no caer al vacío y al dar el siguiente paso, ya no sentía miedo, camine con la mirada al frente, todavía viendo el árbol. Me sentía segura a pesar de que el puente se moviera con cada paso que daba. Treinta y cuatro, esos fueron los pasos que di en aquel puente; cuando llegué, sentí una gran necesidad de abrazar aquel árbol, me llamaba, decía mi nombre. Me fui acercando lentamente, escuchaba mis latidos, bum bum, bum bum, bum bum...

Mi CampoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora