One Shot: Ella, la mujer de mis sueños.

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En medio de la penumbra que brinda el crepúsculo matutino, emerge la silueta robusta y altiva de un hombre joven. Con paso firme y decidido avanza en dirección a uno de los templos budistas más preciados de Japón.

Carga en los hombros una mochila deportiva y en las manos una botella de agua, de la que bebe conforme asciende por una larga escalinata que parece no tener fin.

Es Kim Myung Soo, muchacho entusiasta, creativo y apasionado. Ha cruzado el extenso océano desde occidente, donde estudió dirección cinematográfica, para participar en un importante festival de cortometrajes que se celebrará en el mencionado país.

Ilusionado, lleno de los más locos sueños, está en busca de inspiración, de una historia con la que pueda ser capaz de sacudir, a través de la lente, el alma del ser más indiferente de este planeta. Una semblanza, una anécdota, una leyenda o simplemente un cuento inventado por él, mientras sea realmente magnífico, será suficiente para lograr, por lo menos, destacar ante los jueces.

“L”, como es conocido entre sus colegas norteamericanos, ha subido finalmente el último peldaño de ese camino que, pensó, era interminable. Se ha detenido un momento para recobrar el aliento, con la frente sudorosa y las piernas fatigadas de tanto andar. Aun así, sonríe satisfecho; se lleva el dorso de la mano al rostro y limpia con suaves toques las pequeñas gotas que exuda, producto de su gran esfuerzo.

Mientras gradualmente desaparece el cansancio, observa ensimismado la belleza del paisaje que lo rodea. Frente a él, a unos cuantos metros, se eleva majestuoso el templo Kiyomizu, o templo de agua pura; en torno a éste se aprecia la abundante y verde vegetación que, soberbia, le da al panorama un peculiar aire de fantasía; desde más allá, casi como un murmullo, le llega el sonido de las cascadas que desembocan en un cristalino estanque, también envuelto por la exuberante flora del lugar.

Hay algo más, además del mencionado centro religioso, que ha llamado la atención del curioso jovencito. Ya repuestas sus fuerzas, se dirige apresurado a ese enigmático sitio por el que ha sentido una extraña atracción, como si una poderosa fuerza de desconocida procedencia lo llamara casi a gritos hasta allí.

Es el santuario Jishu, erguido en honor al dios del amor y los buenos matrimonios. A esta hora, como el resto de los monumentos, luce libre de molestos turistas que podrían entorpecer la inspección que el apuesto caballero hace. Es él, afortunadamente, el único que por ahora disfruta de ese sitio de ensueño.

Emocionado y sin titubeos, toma de la mochila que lleva a cuestas una pequeña cámara de lente potente, captura algunas fotografías y después continúa contemplando el área.

Movido por su insaciable curiosidad, ha caminado un tramo de no más de seis metros, de un extremo a otro, donde en cada uno hay una misteriosa roca cuya inscripción no se ha molestado en leer. Más tarde, cuando indague con más profundidad, se enterará de que en esas dos piedras, que él considera insignificantes, descansan las ezperanzas de millones de soñadores que aguardan la llegada del amor verdadero.

Se dice que si logras recorrer esa misma distancia, de roca a roca, pero con los ojos cerrados, conocerás a tu media naranja. Al pincipio él no lo creerá, se reirá y lo tomará como una superstición más entre tantas que han sobrevivido generación tras generación. Después, cuando experimente en carne propia el sentimiento de un corazón apasionado y ávido de amor, comenzará a preguntarse si la magia de ese paradisiaco lugar en realidad existe. 

De pie bajo el dintel del asombroso santuario, graba en video lo que la lente es capaz de captar en medio de las sombras. Instantes después, un haz de luz penetra e ilumina lo que permanecía oculto.

Temeroso por el arribo de los visitantes, da media vuelta y mira al cielo. Los dorados rayos de sol lo deslumbran y lo obligan a cubrir sus rasgados ojos con el antebrazo.

One Shot: Ella, la mujer de mis sueños (L) [INFINITE] {K-POP}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora