PARTE ÚNICA

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Todo sucedió tan rápido. En un momento estaba lanzando escudos protectores hacia los niños que se encontraban en la habitación y en el siguiente estaba tumbado sobre su espalda. Fue un rayo púrpura casi negro. Luego, había gritos, muchos gritos.

Harry se percató inmediatamente que estaba sucediendo, su incapacidad de formular oraciones y el ardor en su interior que corría horrorosamente hacia sus extremidades le guiaron a conocer su final. Tantos años trabajando como auror le daba peso a su experiencia; estaba maldecido, no, peor aún, estaba en camino a la muerte.

Lo sentía, lo sabía. El criminal que había estado siguiendo logró escribir su destino con un par de movimientos y palabras en latín.

No sé permitió cerrar los ojos, evitó las miradas de sus compañeros aurores cuando lo inspeccionaron y preguntaban por su estado. Su quijada se tensó y atrancó cuando comenzó el mayor dolor que ha sentido en su vida, todos los presentes estaban anonadados al verlo con la boca abierta, rostro rojo y sin emitir un solo sonido.

Cerró los ojos fuertemente cuando recuerdos de la guerra le atormentaron, comenzaron suaves, sensación de ardor en la cicatriz, las visiones, el pánico que alguna vez llegó a sentir. Pero luego aumentó; con el ataque al señor Weasley, Hermione siendo torturada, la muerte de Cedric.

Fueron segundos de cambios, todo lo atacaba, entonces, comenzaron las escenas distorsionadas, había demencia y horror; sus hijos descuartizados con sus órganos internos esparcidos por el piso ensangrentado, Ginny y Hermione encerradas en una celda desnudas y violentadas, Ron con la palabra "traidor" marcada en su piel miles de veces y pidiendo piedad para que lo asesinaran mientras colgaba de algún techo cutre. Neville siendo mordido por Nagini…. el rostro de Voldermort diciendo "eres como yo, somos iguales" con su voz fría y siseante. Y, finalmente, un cuerpo inerte sobre sus brazos, desangrado, desgarrado y sobre todo, olvidado.

No, no, ¡no!, quiso gritar.

Se removió con furia, pero sólo logró que lo ataran.

Con su sentencia escrita en la sangre y en su núcleo, Harry era incapaz de soltar lágrimas. Dentro la bruma de agobia, se obligó a considerarlo nuevamente; ahí estaban los síntomas, el frío en sus dedos, la garganta cerrada y la locura silenciosa en sus pensamientos. Y bueno, el terrible dolor en todo su cuerpo.

Él utiliza protecciones; tiene una especialmente -no muy legal- que es su arma secreta. Un bonito brazalete anudado permanentemente a su tobillo, que sí él lo desea, se invisibiliza a su piel. Fue durante mucho tiempo su amuleto de la suerte, pues fue creada con el núcleo de la varita de su primer amor. A Harry le ablandaba pensar que Draco le cuidaba incluso después de la muerte.

La maldición le volvió a atacar con imágenes no reales; el cuerpo blanquecino casi gris de Draco olvidado en algún rincón del mundo era lo que más le atormentaba.

No, Harry no lo olvidaba, así no había sido nunca. Draco vivía en su interior, en sus recuerdos felices y anhelados, en las largas pláticas que le dedicaba por las tardes, en sus sueños donde podía llegar a oír su voz lejana, llamándolo. Él es más que un cuerpo sin vida, él es parte de Harry.

Justo en el momento que llegaron a San Mungo algo le cortó el suministro de oxígeno, sintió un calor abrasador en su pecho, sus pulmones casi al colapso le hicieron caer inconsciente, la maldición quería terminar su trabajo antes de que algún experto pudiera contener el dolor. Pasó poco para que despertara de golpe y con las vías respiratorias sin obstrucciones. Tuvo una noción detallada de su alrededor ahora sin estar al borde del ahogo, pero la constante sensación ardiente en sus huesos le impedía prestar atención a otra cosa que no sea el blanquecino techo de luz brillante.

al Lugar donde las Almas se Irán a ReunirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora