—Sabes que yo no puedo sentir nada —le recuerda Edward a Roy después de que ha roto el sutil beso que de pronto quiso regalarle.
Mustang lo mira con detenimiento y, en aquel par de iris opacos que son sus ojos ahora, parece resplandecer una diminuta chispa de emoción. O al menos eso es lo que el ex militar quiere creer.
A pesar de todo el tiempo que han permanecido juntos, aún es difícil para Roy aceptar que ese Edward ya no es un ser humano.
—Lo sé, pero yo sí, y no tengo a nadie más que a ti —expresa el hombre mientras afianza el arma en sus manos. Una larga pistola de rayos de partículas que Ed inventó hace algunos años, aunque, por supuesto, él no lo recuerda.
Fue gracias a su último proyecto de ciencias que pudo aprobar el examen de admisión al Instituto Nacional de Ingeniería Genética. Desde que era un niño pequeño, Edward deseaba trabajar junto a la persona más sobresaliente en ese campo, y a quien más admiraba: Van Hohenheim; su propio padre. El renombrado investigador e inventor de la Nanotecnología de Genes, la misma que ahora hay en el cuerpo de Ed. Es el último vestigio de todo lo que logró el doctor después de casi cuarenta años de arduo trabajo.
—Pero, yo ya no soy alguien. Y no vas a morir —replica Elric, estoico.
El pelinegro estrecha los ojos a la vez que lo sujeta de la nuca para juntar sus frentes.
—Lo eres para mí… Y voy a morir muy pronto. Ya he llegado a mi límite. Ya no tengo baterías para mi arma; hace una semana que se terminó la comida. Además, esta herida en mis costillas se ha infectado.
El más joven continúa observándolo y a pesar de que sabe a lo que se refiere Mustang, es imposible que él pueda sentir empatía, preocupación o miedo. Ni siquiera algo como el dolor puede hacer que su sistema nervioso reaccione. Todas las emociones y sensaciones que los humanos pueden experimentar, ahora son totalmente desconocidas para él. De eso sólo conoce los conceptos. Están grabados en su memoria como la infinita cantidad de información del planeta, de la raza humana, y el trabajo experimental que los arrastró a esta situación.
Nadie hubiera predicho que un gran logro para la humanidad, se convertiría también en la causa de la más grande guerra de todos los tiempos.
—¿Qué haremos entonces? —inquiere Edward cuando ve a Roy alejarse un poco.
La expresión en el rostro del ex militar se desfigura. El dolor en todo su cuerpo ya es insoportable.
—Pelear hasta el final. No importa que no podamos lograr nada. No importa que el mundo se acabe. Mi único propósito en la vida siempre ha sido estar contigo hasta exhalar mi último aliento.
El gesto inmutable del rubio no cambia para nada ante sus palabras, pero Roy quiere imaginar que está sonriendo y que sus mejillas se pintan de rosa por la vergüenza, tal como lo hacían hace años cada vez que le decía cuánto lo amaba.~~~
Año 2000, 3 de febrero.
—¿Quieres tomarte cinco minutos? —le preguntó Hohenheim a su hijo, quien se mantenía absorto en el nuevo proyecto en el que ambos estaban trabajando.
Edward despegó la vista del monitor que tenía enfrente y volvió el rostro para mirar a su padre.
—¿Por qué? ¿Tienes hambre? Hace apenas una hora que tomamos el almuerzo —le recordó, descolocado.
—No. Es porque Roy te está esperando afuera. ¿Hace cuánto no lo ves?
—¿Qué? —exclamó Ed, antes de girar medio cuerpo hacia el pasillo, donde pudo ver al hombre de cabello negro recargado en la pared.
Su padre salió entonces por una de las puertas laterales, y Elric se levantó de la silla alta para encaminarse al encuentro de Mustang.
—¿No deberías estar trabajando? —preguntó el rubio, echando hacia atrás la bata blanca que siempre usaba, antes de meter las manos en los bolsillos de su ajustado pantalón de cuero.
Roy levantó la mirada y sonrió de lado.
—En realidad, lo estoy. Sólo vengo a despedirme. Tengo que viajar al norte por un par de meses.
—¿Pasa algo malo?
—Aún no lo sé. Pero tendré cuidado —le aseguró al incorporarse.
Entonces Roy sacó un objeto de su chaqueta. Era un hermoso reloj de plata que Edward vio, algunos días atrás, en una tienda de antigüedades.
—Feliz cumpleaños —dijo, tomando por sorpresa al más joven.
Los ojos de Elric brillaron con expectación; el militar no solía darle "detalles". Edward siempre le había dicho que no le gustaban para nada esas cosas cursis, pero ese día lo tomó sin titubear cuando se lo ofreció, y luego lo abrió con toda la intención de grabar en su memoria el interior del artefacto.
—Gracias. No debiste molestarte —mencionó, volviendo sus ojos hacia el militar, quien de pronto lo dejó mudo con sus siguientes palabras:
—¿Quieres ser mi novio?
Y los ojos de Edward se abrieron de par en par. Sus pupilas doradas brillaron y su corazón se agitó a la vez que un sutil color rosa cubrió su enmarcado rostro.
—Sí —respondió con seguridad, provocando un sinfín de nuevos sentimientos en el pecho de Roy.
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That Person | RoyEd
FanfictionAunque Ed no lo pueda recordar, Roy lo protegerá con su vida. ☆Temática BL (Fullmetal Alchemist) | Roy Mustang - Edward Elric (RoyEd) ☆Universo Alterno (AU) | Romance / Ciencia Ficción / Angustia / Ciberpunk Adaptación de mi propio fanfic: That Pers...