Despertar
Los incesantes golpes cada vez se hacían más intensos. El último de ellos impacto directamente sobre su cúpula. Sacado de su letargo con aquella brusquedad, resulto normal que despertara con inquietud. Aún todavía adormilado, su brazo se extendió palpando su alrededor. La temperatura de la fría caja de mármol que lo albergaba estaba igual que la de su mano.
Con un fuerte golpe en la parte superior, logro desplazarla unos centímetros. Lo suficiente para sacar los dedos. Eran unos dedos pálidos, gruesos y bastante limpios. A pesar de haber estado bajo tierra tanto tiempo. Las uñas no eran muy largas y eran las únicas que estaban algo oscuras. Con un movimiento fuerte, que resultó bastante fácil, desplazo la enorme losa de mármol. Esta se movió con un siseo débil y cayó al suelo de un lateral con un estruendo.
Se dio unos segundos antes de dejar que sus piernas lo levantaran con solemnidad. Miro en derredor, recorriendo las paredes de su lugar de descanso. La vidriera que estaba justo frente a su ataúd seguía intacta. El ataúd, también de mármol, que estaba a su derecha había sufrido los efectos de la falta de limpieza. Aunque no podía decir mucho sobre el suyo propio. Con elegancia se bajó del ataúd. Estiro los agarrotados músculos e hizo crujir alguno de sus huesos. Llevo su mirada a sus ropas, envueltas en polvo. Se las sacudió con soltura.
Cuando termino volvía a tener, en su mayor parte, el aspecto pulcro con el que antaño se fue a dormir. Los pantalones y la camisa de su traje estaban mejor. Su capa, anillada al cuello, relucía como antes. Su pelo gris, de melena larga, tenía muy buen aspecto. Siempre lo había tenido. Solo su calzado estaba algo sucio, pero no le importaba mucho.
De nuevo oyó el ruido procedente del exterior. Ruido, responsable de su despertar. No le había gustado que lo despertara y no le gustaba que fuera tan insistente. Se volvió hacia el ataúd y extrajo la única de sus pertenecías que habían permanecido durmiendo con él. Se trataba de una Katana. Era muy larga, de metro y medio de longitud y sin tsuba. Estaba guardada en una funda negra, de aspecto tradicional japonés. Decorada con un elegante símbolo en forma de A, de carácter gótico.
La asió con fuerza y salió al exterior.
Cuando las puertas se abrieron, los dos hombres que estaban fuera quedaron perplejos. Cuando vieron salir aquella figura pálida se debatieron entre el enfado y el miedo.Alucard no les prestó atención. Sus ojos se dirigieron hacia el cielo. Aún era de noche, pero ya comenzaba a aclararse en el horizonte. Pudo sentir como la mañana se acercaba y sonrió al respirar su aroma.
-¡Eh tú! ¿Qué diablos crees que estás haciendo?
Uno de los hombres se había cansado de su actitud. Le estaba entorpeciendo en su trabajo. Al ver bien a Alucard pensó que se trataba de otro chiflado movido por la moda vampírica.
-¿Qué estabas haciendo ahí dentro? Esto es una propiedad privada. ¿No estarías montándotelo con un fiambre? ¡Mierda Lou, este tío es un pervertido!
Alucard no se movió. Siguió mirando el cielo sin estrellas y respirando tranquilamente.
-Mira Marv, incluso tiene una espada de juguete. - Intervino el otro. - ¿De qué manicomio habrá salido?
-No lo sé. Pero se cree un vampiro o algo así. - Marv soltó fuertes carcajadas. - Basta de tonterías. ¡Tienes que largarte! Hayas hecho lo que hayas hecho, nos importa un carajo. Tenemos que seguir trabajando. Este cementerio no se va a derribar solo.