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En una esquina alejada de la gente, podía observar tranquilamente como las flores de cerezo comenzaron a caer y al mismo tiempo mis lágrimas hacían lo mismo...
"Seamos fuertes este año también" me repetí a mi misma mientras limpiaba mis lágrimas, y metía mis manos dentro de mi abrigo, para empezar a caminar.
Desde aquel día donde lo perdí todo, me prometí a misma solo llorar cuando las flores de cerezo cayeran, porque ellas se llevarían mis lágrimas y también mi dolor.
"Porfavor sora, vive una larga vida, vive la vida que Seiichi no podrá", quizás por esas palabras es que trato de no rendirme, quizás.
Decidí sentarme en una banca, y apreciar el bello espectáculo de las flores desvaneciéndose en el aire, pero mi vista se fijo en un chico, el cual parecía que su alma se iba con las flores, su cabello rubio se movía sin parar por el fuerte aire, pero el seguía absorto.
"Mikey" escuche decir a una joven parecida a él, ella lo tomó de la mano para luego abrazarlo, como aferrándose a él.
Suspire recordando aquel día donde abrace a Seiichi por última vez, pero por más que me aferre a él, lo perdí, decidí irme de aquel lugar, no sin antes volver a ver a ese chico, pero por alguna extraña razón esta vez el también me miró, y como si se tratara de Seiichi decidí sonreírle, decidí darle esa sonrisa que aquel día no pude.
Mi corazón dolía, dolía al ver a ese chico así, suspire como tomando valor, y como si de un viejo amigo se tratase decidí agitar mis manos en forma de despedida - ÁNIMO MIKEY - grité, para luego correr, sin mirar atrás, corrí hasta llegar a casa, y sentí como mis lágrimas caían sin parar - estoy en casa - anuncié, pero era absurdo no había nadie que me esperara o me diera la bienvenida, me dirigí a mi habitación y sin quitarme los zapatos me tire a la cama.
Mamá, ¿esta mal si solo por hoy lloro todo el día?, ¿esta mal si lloro aún cuando los cerezos no caigan?.
