Historia I

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Era de una vez en una tierra lejana un joven de piel y cabellos blancos, ojos verdes cuál esmeralda y un poder que debía ocultar a toda costa. Este había sido heredado por su abuelo, cuyo nombre no nos interesa, se trata del poder de curar a toda persona con un simple roce, aunque no es tan sencillo como suena.

Cada vez que curaba a una persona, recibía los castigos divinos que deterioraban su cuerpo, pero tampoco interesa mucho, puesto que había alguien dispuesto a curarlo, este alguien era un duende.

El duende estaba dispuesto a curar al joven, pero aún si su cuerpo volvía a la normalidad, sufría mucho dolor, por ende el duende le pedía que pensara más en él y no pensara en los demás, pero él respondía.

—"Si no uso este poder para los demás, cuál es mi propósito entonces?de que sirvo en esta vida?"

Y el duende ya no respondía, quedo pensativo ante aquellas palabras, tomo unos segundos y dijo.

—"Si ayudar a otros significa acabar contigo, tal vez no sea lo que debas hacer el resto de tu vida"—ante esto el joven quedó más desconcertado, entonces dijo

— "¿Que hago entonces?, estas aquí siempre que lo necesito, podrías curarme una y mil veces, esto es para mi, así que calla"

Levantándose con el orgullo y una señal déspota, siguió un camino estrecho el cual lo llevaba a una pequeña choza refundido en zonas húmedas cercanas a un cálido arroyo. Ahí, una niña sin ojos, degollaba liebres con una navaja, su rostro cubierto con telas oscuras y la sangre a sus pies causaron una señal de alerta en el joven. El joven en su torpeza tropieza con una raíz de árbol y cae hacia atrás.

La niña al oír este ruido tomó la liebre degollada y la navaja y se acercó a la dirección del joven, el joven se asustó pero la niña solo paso de largo.

El joven la siguió con la mirada hasta que la vio desaparecer a través de un enorme arbusto, sin palabras y con un dolor en el tobillo, se levantó con cuidado, miró a su alrededor y se acerco al arroyo, todo parecía muy extraño en ese lugar.

Claramente la curiosidad puede llevarte a una estupidez, el joven caminó tras la niña que muy pronto llegó hasta las raíces de un árbol y un llanto horrible comenzó a vociferar por todas partes, la niña cargaba una mandrágora, y le daba de beber la sangre de la liebre, mientras cantaba muy dulce una maldición para calmar a la mandrágora~

El joven se tapaba los oídos ante los gritos de la mandrágora, pero después de un rato esta se calmó y también todo el ruido del bosque, lo único que se oía era el canto de la niña. El joven quedó atontado, se destapó los oídos y dio unos pasos hacia a la niña, entonces un fuerte aire pasó y levantó la tela oscura del rostro de la niña, dejando ver los hoyos vacíos donde se supone que deberían estar sus ojos.

El joven quedó helado, mientras el canto seguía , no pudo moverse y olvido respirar por unos segundos, hasta que la niña cayó repentinamente, sufriendo una convulsión, el joven salió de su trance pero no supo que hacer, pensó en tocar su mano para sanar sus heridas pero no fue capaz. La duda y miedo permanecía en su entorno, sintió calambres en sus manos, le acababan de curar las heridas, sanar a otra persona reabriría con más dolor su piel, pero era su deber. Antes de eso, se armó de valor para mandar a volar a la mandrágora y curarla, su cuerpo tibio comenzó a enfriarse, y entonces una palabra sonó en su oreja "Bienvenido" tras esto, la niña en sus brazos comenzaba a reír.

Un escalofrío recorrió el cuerpo del joven. La niña que antes estaba en sus brazos ahora flotaba en el aire, tenía una sonrisa espeluznante en su rostro y el joven al verla sudó frío y se echó para atrás pero aún si su toque no funcionó de la forma correcta, sus heridas se abrieron nuevamente. El joven comenzó a gritar de dolor, era un herida profunda, mucho mayor a la última, la niña seguía en el aire, de pronto empezó a reírse a carcajadas y su cabeza dio vueltas repetidas veces, con un dolor indescriptible y un miedo abismal se arrastró por el pasto hasta que su espalda chocó con alguien.

Dos manos superaron su cuello desde la espalda, creyendo que sería estrangulado, actuó por instinto tomando aquel individuo de lo primero que tocó, lo lanzó con fuerza y cuando pudo ver bien que era, se quedó petrificado. Ahora, otra niña idéntica a la que flotaba a una distancia corta, sonrió con ternura. Pero antes de poder verla bien, el duende apareció de la nada, tomó del brazo al joven y ambos se desvanecieron.

El joven lo último que vio fue a ambas niñas aparentemente mirándose pero no se podía saber con certeza ya que no tenían ojos.

El joven lo último que vio fue a ambas niñas aparentemente mirándose pero no se podía saber con certeza ya que no tenían ojos

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