Prologo

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Los seres humanos siempre nos hemos descrito como criaturas intelectuales, razonables, inteligentes y ambiciosos por saber más de lo que nos rodea. Antes la vida en la tierra solía ser sencilla, alegre y productiva; como es natural en todas las civilizaciones, siempre hay un proceso evolutivo.

En nuestro planeta ocurrieron grandes avances conforme pasaban los años, desde la primera chispa de fuego, hasta la más grande maquina. Absolutamente toda la evolución influyó en todos los seres vivos que habitaban nuestro planeta: Los animales comenzaron a emigrar a lugares diferentes a los que naturalmente iban, las plantas tuvieron mutaciones y lo más grave de todo fue que nuestro sustento de agua en el planeta se estaba acabando. Esto fue alarmante para los científicos. Al cabo de unas décadas los biólogos marinos encontraron la forma de duplicar las células del agua aceleradamente. Pensaban que esa era nuestra salvación de todos los problemas; pero, en realidad, habría muchos otros obstáculos que habría que superar.

En el año 2680, los mejores y más importantes científicos del mundo, desde ingenieros a geólogos, físicos y químicos, acudieron a una reunión de suma importancia en UUEE. Esa reunión tenía como fin discutir la situación del planeta tierra;  así podrían saber que era lo que nos faltaba  o que había cambiado en ella, para luego tener nuevas estadísticas y crear algún componente biológico que regenere la materia fisiológica que falte: árboles, tierra, fertilizantes, arenas, nieve, y todo aquello que tenga relación con la naturaleza.

La mayoría de estos científicos venían de Europa, Asia, e incluso Australia, así que tuvieron que transportarse en avión hasta EEUU; para algunos sería hasta un vuelo de 12 horas o más.  Estos investigadores  ya tenían sus lineamientos,  solo debían de dirigirse al lugar acordado en cuanto aterrizaran.

Muchos hemos escuchado y otros tantos hasta vivido historias de la ciudad del pecado…las Vegas; un lugar muy extravagante y luminoso lleno de promesas, esperanzas y diversión para aquellos que se hayan atraído por la facilidad de conseguir las cosas ahí, lo que muchos no saben, es en lo caro que les podría costar después, y que las Vegas puede sacar lo peor hasta del hombre más honrado y honesto. Sin embargo, pocos saben los grandes secretos que oculta…

            En una lejana zona de las Vegas, se encontraba el Dr. Richard sentado en su camioneta, en medio de la sola y fría carretera. Grandes corriente de viento chocaban contra el parabrisas de su camioneta, mientras espera la llegada de los científicos. El Dr. Estaba escoltado por diez militares que le protegían de algún peligro pues él no era cualquier científico. Tenía un cargo muy importante, nada más y nada menos que el Director de Toda las Sociedades y Ramas Científicas. Esto le daba superioridad sobre todos. Él era alto y de pelo marrón claro, con una voz potente y un dialecto sumamente específico y análogo, que lo hacía desatacar dentro de todos los científicos.

            El Dr. Richard junto a los militares, escucharon el ligero sonido del motor de los autobuses. No le prestó atención, cualquiera podría venir manejando por aquella vía donde ellos se encontraban. Recostó su codo junto a la manilla de la puerta mientras respiraba hondo, hasta que en el horizonte se podía notar una tenue luz que salía de la carretera, que poco a poco iba tomando forma dentro de la oscuridad, hasta que por fin se pudo ver por completo la forma de los autobuses. Los militares fueron los primeros en darse cuenta que esos eran los autobuses donde venían los científicos después de su vuelo. El Dr. Richard toma postura en el asiento de su camioneta, se pone los lentes oscuros sin razón, luego baja la ventanilla y saca el puño haciendo una especie de señal. Los militares que estaban con él vieron la señal y comenzaron a sacar un montón de cajas blancas, tenían más o menos  15 centímetros por 15 centímetros de largo y ancho, con un ligero aspecto metálico. Luego las colocaron en el lanzador que estaba oculto entre un grupo de cactus, lo suficientemente altos para tapar una casa de dos pisos, estos cactus tenían ese tamaño por las mutaciones que habían ocurrido en los últimos años. Los militares procedieron a sacar el lanzador de aquel lugar y apuntaron a los autobuses.

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