Padre Perdido

10 2 3
                                    

Era un día normal, el viento soplaba entre las ramas de los árboles que se movían de un lado a otro, los pájaros cantaban alegres y el ambiente parecía tranquilo.

Álvaro caminaba tomado de la mano de su hija, se dirigía hacia la casa de su suegra como cualquier otro día, solo iría a dejar a su hija con su abuela ya que ella la cuidaba todo el tiempo y en la tarde iría de vuelta a traerla. Mientras caminaban juntos, Álvaro pensaba:

— Solo saldré un rato fuera de la ciudad, no debería preocuparme por esto ya que no es nada malo.

Realmente Álvaro estaba preocupado de que su vida llegara a correr peligro debido a las pandillas. Y es que él estaba involucrado con la pandilla del lugar donde vivía y siempre salía de la ciudad a visitar a su madre, el problema es que donde vivía su madre había una pandilla contraria. Él era pandillero, pero aún así se mantenía alejado y posiblemente limpio, pero el hecho de que fuera a un lugar donde había una pandilla contraria era como entrar a una casa incendiándose con los ojos vendados, nunca sabes cuando las llamas te alcanzarán.

Mientras iban avanzando, Álvaro sintió como si alguien lo seguía, era un presencia pesada y extraña. Álvaro con disimulo volteo su mirada hacia atrás y pudo ver cómo desde lejos dos hombres sospechosos caminaban viéndolo fijamente a él, Álvaro sabía que algo malo podía suceder.

Al ver esta situación, se apresuró para llevar a su hija donde su abuela lo más antes posible y así irse rápido donde su madre, aunque fuera por última vez.

Llegaron al lugar y no estaba ella, Álvaro al ver esto decidió preguntar a la casa vecina que estaba enfrente:

—¡Señora Lucía! –dijo Álvaro tocando la puerta.

—Buenos días Álvaro ¿que pasa?

—No sabe si mi suegra está en la casa.

—No, no esta ella, hace ratos salió al mercado.

—Entonces cree usted que me puede cuidar a la niña mientras venga mi suegra, se la voy a dejar sentada en las escaleras.

–Si está bien, ahí déjela, se la voy a cuidar mientras venga ella.

Álvaro se acercó a su hija y le dijo:

–Siéntese ahí –señalando las escaleras–, ya va a venir su abuela, en la tarde voy a venir a traerla.

La sentó en las escaleras y se despidió con un beso, la pobre niña de apenas cinco años no sabía lo que pasaba. Cuando Álvaro se volteó para irse se dio cuenta de que los hombres estaban cerca de él. Para no alarmar a su hija se acercó a ellos callado y uno de los hombres le dijo:

—¡Venimos a hablar contigo! –dijo molesto el hombre– ¡Vendrás con nosotros!

—Esta bien hablemos.

Los hombres llevaron a Álvaro un poco lejos del lugar y comenzaron a hablar:

—¡Ya sabemos la verdad! ¡Andas dando información a la pandilla contraria!

—Yo nunca he hecho eso -respondió temeroso Álvaro.

–¡No mientas! Hay un montón de rumores que dicen que te has ido a meter a una zona contraria y eso lo haces muy seguido.

—Solo voy a ver a mi madre...

–¡No mientas! ¡Ya alguien nos informo lo que haces! –dijo el otro hombre.

—Por favor créanme, yo no ando haciendo eso, solo voy a ver a mi madre y muchas personas lo saben.

—Yo no sé, pero tendrás que venir con nosotros, el jefe a dado la orden de que te matemos.

—No lo hagan por favor, yo no ando haciendo nada malo, no hagan que mi hija se quede sin su padre.

—Lo siento Álvaro, pero... órdenes son órdenes, tenemos que hacer lo que el jefe dice.

Álvaro preocupado sin saber que hacer, termino golpeando a uno de los hombres y salió corriendo lo más rápido que podía del lugar. Al suceder esto, uno de los hombres saco una pistola y le disparó.

El disparo le hirió el brazo a Álvaro, aún así él siguió corriendo aguantando el dolor, su brazo sangraba mucho y manchaba el suelo con su sangre, no sabía a donde podía ir. Tenía que perder de vista a esos hombres así que en un intento rápido se acercó a una casa.

—¡Déjenme entrar que me quieren matar! –grito angustiado.

Una mujer asustada abrió la puerta.

—¡Dios mío! ¿pero qué sucede?

Álvaro entró rápido a la casa.

—¡Cierre la puerta!

La mujer sin saber que estaba pasando le hizo caso y se acercó a él:

—¿Pero qué está pasando?

—Unos hombres quieren matarme por un error.

—¡Ay no! ¡¿Y qué harás?!

—¡No lo sé! –Álvaro comenzó a llorar.

A continuación, alguien comenzó a golpear la puerta.

—¡Abran la puerta! ¡Sabemos que aquí está Álvaro! –dijo un hombre desde afuera.

—¡¿Que haré ahora?! –dijo la mujer asustada.

—Mejor no se involucre, abra la puerta –dijo entre lágrimas.

—¡Abran ya la puerta! –seguían diciendo los hombres que casi derrumbaban la puerta.

—¿Como cree? Si lo van a matar –dijo la mujer al hombre.

—Ya no hay salida, ni modo, tengo que aceptar mi final.

—No puedo hacerlo, no quiero cargar con la culpa de que lo mataron porque abri la puerta –la mujer comenzó a llorar.

—Estará libre de culpa, ya no hay nada más que hacer y no quiero que su vida corra peligro.

—Discúlpame...

La mujer abrió la puerta y los hombres entraron de golpe y se dirigieron hacia Álvaro. El hombre con la pistola apunto la cabeza de Álvaro listo para disparar.

—Ni modo Álvaro, sabes que si no cumplimos las órdenes pueden matarnos a nosotros.

Álvaro comenzó a recordar los viejos momento que vivió, sus experiencias, sus momentos buenos y malos, las alegrías y tristezas que ahora mismo se acabarían, estaba seguro que siempre iba a añorar a su pequeña hija, pero entonces todo se oscureció...

Se escucho un balazo y la mujer pudo presenciar el horrible hecho, los hombres la amenazaron para que no dijera nada y escaparon del lugar. Ahora en el lugar solo se encontraba un cuerpo sin vida.

Padre PerdidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora