UNIQUE : Flower Fairy.

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Soltó un fuerte gruñido mientras cerraba la puerta de su habitación, con furia y pestillo mientras intentaba bloquear todos los sonidos que llegaban tan rápido como balas hasta sus oídos, haciéndole sentir como un idiota total, alguien que no merecía absolutamente nada en esos momentos, ni siquiera el simple hecho de estar vivo. Sunghoon se sentía tan mal consigo mismo, quería que no fuese tan evidente pero al fin de cuentas él nunca sabía guardarse las cosas para sí mismo.

Tenía una sonrisa falsa grabada en el rostro, que se hacía cada vez más notoria al dejar escapar risas huecas y sin ningún tipo de gracia, que no tocaban sus ojos. Sus manos temblaban como las hojas secas en las ramas de los árboles y se abstenía a mantener el contacto visual por mucho tiempo. No era que se sintiera mal físicamente, no era un simple dolor de estómago o una fiebre, no, él estaba bien.

Su mente era la que no lo estaba y eso era lo que le tenía con ese estado de ánimo afligido tan impropio.

Aunque su familia decía eso, él no era así, él era alegre siempre.

Sunghoon era un chico normal, con una vida normal y una familia normal. O al menos, eso era lo que todos decían, ser de carácter cristiano era algo que no todos mantenían en vigencia porque siempre había alguien que se dejaba arrastrar por las fuerzas malignas del pecado, todos admiraban a la familia Park porque tenían unos ideales estrictos pero necesarios... Y a Sunghoon no podía importarle menos, él no era como todos en ese estúpido pueblo decían que era y eso le agobiaba.

Estaba enojado, frustrado, irritado y con unas fuertes ganas de gritar y salir corriendo, eso era lo que haría en esos momentos, no aguantaba más tanta mentira y tanto agobio por aparentar ser lo que no era en realidad.

Él no era normal, su familia lo decía, pero en la sociedad gritaban a todo pulmón que sí.

A Sunghoon lo tachaban de loco porque no se sentía cómodo estando al rededor de las lindas muchachas del pueblo, todos querían que se casara con una de ellas, que formaran una respetable y hermosa familia en una casa ubicada en la región más hermosa y prestigiosa del pueblo. Para él eran estupideces sin remedio porque la castaña ni siquiera actuaba como si lo quisiera, le miraba de reojo y se reía de su actuar torpe como si fuese alguien superior a todo. Era mayor por tres años, tenía riquezas y todo lo que cualquier persona pudiera desear, pero simplemente no le agradaba... Ese era un problema.

Sunghoon la respetaba, pero ella no lo hacía. Le trataba como un bebé, un niñito que no sabía absolutamente nada de la vida. Y si así era; ¿Por qué a ella debería importarle? La odiaba.

Dejó que un par de lágrimas corrieran por su rostro, intentaba no hacerlo pero era en vano el esfuerzo que hacía. Sollozó sintiéndose como un cobarde que no podía dar la cara como se suponía que debía ser. Incluso le dio un fuerte golpe a la puerta al haberse quedado apoyada en ella, sin poder bloquear todas las voces de ellos como quería desde un principio.

Ni siquiera le servía encerrarse y aparentar, no servía crear una burbuja personal, para quedarse ahí refugiado entre sus sábanas. Nada, porque Sunghoon se sentía solo, que nadie le entendía y que nunca lo harían.

Se separó de la puerta mientras se secaba con frustración las mejillas con ayuda de las mangas de su gabardina, sorbiendo su nariz y dando pasos pesados hasta su armario, no quería estar ahí.

Tomó un par de prendas y las metió amontonadas en un bolso grande que guardaba bajo la cama, en donde tenía escondidas un par de cosas personales, lo único que hacía falta era meter ropa suficiente y cerrarla para emprender un viaje largo, a una escapada que marcaría su vida hasta el final.

Era joven, podía recapacitar y hacer lo que su familia decía, pero no le gustaba esa idea.

Si ni siquiera sentía atracción por esa muchacha con riquezas, ni por ninguna otra, si no quería una gran casa, ni una familia más. Fingir no se le daba y vivir con ese tormento simplemente le llevaría a cometer suicidio, otro pecado más.

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