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—Despierta bella durmiente —escucho una con voz chillona—Luego siento un par de empujones con el cojín de la almohada, me estremezco y estiro los pies al bordesillo de la cama. Luego hundo la cara en la almohada.

—Vamos aun me quedan un par de horas—meneó la cabeza de un lado a otro cuando dejo de sentir los golpes. Siento su cuerpo sobre mi cama y ahora su voz un poco más cercana a mí.

—No lo creo —dijo después, con desdén—.El autobús acaba de pasar hace media hora

—¿Joder? —exclamó mansamente y levanto la cabeza en el aire, el cabello rubio y descolorido por el cloro de piscina había golpeado con mi casando rostro, aún podía pestañear o eso creo pero yo le llamaría un intento por ver lo que aguardaba ante mí aunque para ser sincera me resultaba lo bastante difícil abrir los parpado con un par de rayos de luz golpeando mi sien—. ¿Estás segura?

—Sí. De hecho el directo Baiker acaba de llamar y dijo que si no llegas para tu examen de biología podría reprobar.

Llevó los dos dedos a mí cabello rojo y la atusó. Luego me levanto a regañadientes aunque Hannah lo habría llamado "Un desesperado día" y busco la hora en algún lugar de mi alocada habitación. ¡Mierda¡ Me digo a mi misma cuando miro la hora en el reloj digital sobre mi librero, busco una toalla para bañarme y tropiezo con algunas cajas.

—No olvides lavar tus dientes —Hannah me grita cuando cierro la puerta de mi baño de un puertaso.

—Eres despiadada. —digo encendiendo la llave del grifo

—Soy como soy—me dice con una voz burlona— Creo que los minutos avanzan

—Cállate maldita.

Alta, delgada, esbelta. Ultramoderna... Con una melena larga, color castaño claro, con grandes mechones dorados, ojos muy azules... Así era Hannah mi mejor amiga además de mi compañero de piso.

—Tendré que meditar en este momento lo que acabas de decirme —dijo—. Oye, ¿tienes correo?

—Es absurdo que la escuela abra tan pronto—digo cuando salgo de la ducha, dejo unas marcas de aguas sobre el piso y paso una toalla mucho más pequeña por mi cabello húmedo.

Hannah se revolvió con fiereza. Usual mente tenía temperamento fuerte. Pero hoy parecía estar de maravillas. Aunque no me mostré interesada por saber porque

—Bueno, mi mamá decía que uno de los sacrificio de pertenecer al sistema era esforzándote académicamente.

Metí la mano en un cajón de mi armario extraje unos vaqueros ligeros y una camisa con escote.

—Creo que madre debió ser puritana.

—No. ¿Creó que solo imitaba ser una buena chica mientras follaba?

—Pero que dices tía— lanzo una risotada y me paro frente a ella. Mueve sus brazos hacia mi cama y me observa las plantas de los pies

—Resulta que aprendí mucho de ella—hizo un gesto delicioso—

—De eso no hay duda. Eres la tía más perra que conozco—separo un mechón de mi cabello y me ajusto las bragas—¿Qué tal este? —estiro el vestido hacia sus ojos. Ella levanta los labios, luego se muerde la comisura.

—Un poco atrevido para una clase de Biología

—Me gusta—dije de inmediato

—¿A menos?

—¿A menos qué que?

—Que quieras tirarte al maestro Lucke

Hago un gesto con el rostro y siento como se me revuelve el pay de fresa de la noche anterior. El maestro Lucke enseñaba Biología en nuestro grado, Hannah y yo sabíamos que era todo lo anti-apuesto que pudiera existir ambas sabíamos que no era el tío de nuestro agrado. Usaba pantalones talla extra y siempre conseguía dar la impresión de ser un tío desesperado. Era una lástima. Una lástima que no quería cerca de mí.

—¿Qué vas a hacer hoy?

Hannah me sonrío ligeramente, aparto los ojos de mis tetas y puso la mano sobre un par de folletos que tenía en él están. Era de tiendas de alta costura y compras con descuento.

—No lo sé —farfulló—. Que tal ir a donde ma...

—¡Hannah!

Camine hacia la puerta, pisando muy fuerte, me puse unos botines de charol que hacían juego con blusa y rebane mis labios con un labial color rojo. Di un par de besos al reflector del espejo y guarde enseguida el tono del labial

Ya arreglada Hannah se regréso a mí y volvió murmurando:

—Es la razón por la que no suelo verla.

—¿Disculpa? —abro los ojos como plato

—A mi madre, no tenemos una buena relación y cada que intento hacerlo tu exclamas.

—Lo hago porque sé que no quieres hacerlo

—¡No, no es cierto!

—Sí es cierto—afirmo y agarro mi bolsa—¿Cuándo fue la última vez que hablaste con ella.

—¡Ahhhhh¡ —se queda pensado un largo tiempo.

—Lo ves. Allí esta, nunca—suelto una bufido

—No es cierto—me dice con una voz queda

—Entonces dímelo.

—Sí, si es cierto—baja el aire de sus pulmones luego parpadeo con la sien— llevo mucho tiempo sin llamarla.

Me hago a su lado mientras intento consolarla, pero no me resultaba bien, así que solo froto mi brazo por su espalda suave y barro su rostro lleno de hebras rubias.

—Estarás bien.

Ella siempre quiso a su madre. Mucho. Muchísimo... Pero... No iba a llorar.

Ella no era de las que lloraban.

Miró a lo alto. De repente le doy un beso en la mejilla y suelta una risa nerviosa. 

ACERCA DEL ÚLTIMO CHICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora