Capitulo 2: Yo mismo y yo.

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¿Cuál fue el detonante?

Mi padre, un simple irlandes, pelirrojo de 1,80, sensible, un hombre que cualquier mujer querría. Ese era mi padre un hombre que aparentaba una sonrisa para que yo no notara que estaba tan o más roto que yo por la muerte de mi madre.

Me mando a comprar a la tienda de Luisa, una de las cientos de típicas tienda que hay en toda ciudad.

Yo iba caminando de vuelta a casa comiendome la cabeza sobre por que el universo me había puesto la sancadilla tan duramente, con mi bolsa en la que llevaba todas las cosas que mi padre me había pedido, siempre me decía que me comprará algo para que yo tambien cenara, cosa que nunca hacía pero esa noche tenía muchísima hambre asique compre un yatecomo, era de la poca comida que podía comer sin que la terminará devolviendo, bueno eso y el chocolate.

Justo cuando estaba a apenas 100 metros de mi casa y pasaba por un callejón no muy amistoso, escuche un grito. Ante un posible delito corrí hacía dentro del callejón donde me encontre con tres hombres, no parecían muy amigables, primero por que uno tenia una palanca y otro un cuchillo. Segundo por que el tercer hombre estaba intentando violar a una mujer que con el despiste de mi presencia huyo chocandome el antebrazo.

Me eche a correr yo tambien pero estos tres sujetos me seguían a un paso más debil que el mío, entre en casa tan rapido como pude, mi padre había salido. Me escondí en el cuerto de mi padre donde el guardaba sus cosas de cuando jugaba a beisbol. Entonces lo escuche.

-¿Quiénes son ustedes?-dijo mi padre.

Ya no recordaba que mi padre siempre bajaba la basura por la noche. Cogi el viejo bate de mi padre y abri la puerta de mi casa viendo los acontecimientos.

-¿Nosotros? Somos los mordercy-dijo el hombre desarmado enseñandole a mi padre una serpiente de cascabel tatuada en su brazo derecho.

Acto seguido el hombre del cuchillo salto sobre mi padre apuñalandolo repetidamente. Yo viendolo todo, perdiendo lo último que tenía, mi padre. Mi padre viro la cara me miro, sonrío y me susurro un te quiero que nunca saldrían de su boca.

Me levante del suelo, me puse la braga bien colocada, como me la suelo poner para que no me reconoscan, a la altura de la nariz. En mi rostro solo se veía oscuridad, agarre el bate de mi padre y abri la puerta.

Antes de que cualquiera de los tres hombres se percatará de mi presencia le di con el bate en toda la cara al hombre del cuchillo, haciendo que se callerá por las escaleras y partiendose el cuello torpemente. El hombre de la palanca fue el primero en reaccionar cargando con rabía con la palanca, la esquive con un simple movimiento hacia la derecha, le di una patada en su pierna de apollo. Este calló al suelo y en esa posición empece a darle con el bate en la cabeza hasta que aparecierón los sesos, creo que si hubiera tenido algo en el estomago lo hubiera vomitado. El tercer hombre corrio escaleras abajo, cogio el cuchillo de su compañero y huyo. Yo sali corriendo tras el, ahora yo poseía una velocidad impropia de mi, alcance al hombre y poniendome a su lado en rápido gesto le golpee la cabeza por el lado derecho, haciendo que chocará contra la pared y callendo muerto.

Derrepente me di cuenta de que en mi cara aparecío algo que antes no estaba, una sonrisa.

Ahora quedaban cabos sueltos que arreglar, asique me puse manos a ello.

El silencio y la oscuridad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora