Altair corría por los tejados de las casas de Masyaf rápidamente. El cielo estaba algo nublado, y el sol se iba escondiendo tras el horizonte.
Unos guardias le perseguían. Los arqueros le disparaban. Y no tenía escapatoria.
Tuvo que luchar contra los guardias moviendo su espada con mucha agilidad.
Bloqueaba los ataques de sus contrincantes y esquivaba los golpes.
Pero desgraciadamente, se distrajo un segundo y la espada del guardia se clavó en su piel, haciendo un boquete de varios centímetros.
Altair gritó de dolor, y como pudo, salió corriendo, ya que si seguía podía acabar peor de lo que estaba.
Le dolía mucho el hombro, donde le habían asestado el golpe.
Mientras corría, se sujetaba el hombro y debido al dolor, no vio a un arquero que le apuntaba.
Cuando se dio cuenta, ya era tarde.
Le habían dado en la pierna, y cayó al suelo. No podía moverse, y entonces otra flecha más se le clavó en el brazo.
Cuando el arquero se acercó a rematarle, vio una sombra por detrás del mismo, y el hombre cayó al lado suya.
Luego se desmayó.
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Malik se encontraba en la casa de los asesinos cuando escuchó un grito.
Se asomó afuera para ver quién era, y vio a Altair corriendo. Detrás le seguía una 'manada' de guardias que tenían cara de pocos amigos.
-Ah...- suspiró Malik entre enfadado y preocupado.- Estúpido novato...
Entonces cogió una de las espadas, y deprisa fue en su busca.
A lo lejos, observó cómo despistó al grupo y venía corriendo hacia él.
Pero entoces un arquero le disparó una flecha que le acertó en la pierna. Luego, otra en el brazo. Y mientras se acercaba al asesino, Malik fue por detrás y le clavó la espada en el pecho, de manera que cuando la quitó, el cuerpo sin vida del arquero se deslizó hacia el suelo.
Luego miró a Altair. Se dio cuenta de que sangraba en el hombro a parte de en la pierna y el hombro. Pero al otro no le dio tiempo de ver a Malik porque se quedó inconsciente.
Malik escondió primero al arquero entre unas maderas y luego se puso a Altair en el hombro para llevarlo al bureau y curarle las heridas.
Así que se puso en marcha y empezó a caminar.
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Cuando llegaron, Malik depositó al asesino en una pila de cojines y almohadas bocarriba para examinarle las heridas.
Tuvo que romper las telas de la ropa de Altair para quitarle las flechas.
-Para.- Altair se quejó levemente. Al parecer, se había despertado un poco.
-No. ¿Cómo quieres que te cure las heridas entonces?- le reprochó el moreno.
Altair no contestó. Supo que tenía razón. En fin, siempre la tenía, y no podía ganarle con argumentos mejores.
-Voy a quitarte la primera flecha, Altair. Voy a contar hasta tres si quieres.- Le comentó agarrando la flecha del brazo.
-...- Altair no dijo nada, porque sabía lo que venía. Y no le gustaba para nada. Así que se limitó a apretar la mandíbula.