Creo que tengo fiebre

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A pesar de lo que está segura que fueron los mejores esfuerzos de su familia, Lena Luthor es una buena persona.

Ella lo es. Ha invertido miles de millones en energía sostenible, comprando productos a pequeños productores, actos de beneficencia, y asegurándose de que el salario mínimo que se paga a cada empleado de L-Corp sea más del doble del promedio nacional. Tiene designado los lunes como el día sin carne, toma leche de soja en su café y siempre deja de propina a cada mesero al menos un 50% de lo que consumió.

Ella no hace trampas. No roba, ni estafa, no comete asesinatos, directamente o de otro modo, lo que ya le da una ventaja sobre el 90% de sus familiares. Ella no es cruel. Nunca ha causado intencionalmente dolor a los demás. Ella no codicia, o bueno... no mucho.

Y ella no miente. Excepto por esto.

Su posición actual es estar acurrucada en el regazo de su mejor amiga, con la cabeza apoyada contra el cuello de Kara mientras la mujer en cuestión pasa los dedos por el cabello suelto de Lena, meciéndolos suavemente de un lado a otro.

-Todavía estás un poco caliente- murmura Kara, su mano fría presionando suavemente la frente de Lena antes de deslizarla hacia abajo para tomar su mejilla, el pulgar acariciando su mandíbula. -¿Cómo te estás sintiendo? ¿Todavía te duele la cabeza?-

-Mmm, sí- murmura Lena, como la mentirosa en la que se ha convertido. Porque la otra cosa que Lena Luthor definitivamente e inequívocamente es, además de buena, es total y completamente saludable, pero no está dispuesta a admitir que se inventó el "dolor de cabeza" de hoy de la nada, que el débil mensaje de voz que le había dejado a Kara explicando sus "síntomas" no era más que una actuación digna de un Oscar por parte de una actriz experimentada.

No cuando Kara había dejado todo y apareció en la puerta de su balcón menos de tres minutos después, analgésicos en mano y con una expresión preocupada, frunciendo el ceño firmemente en su lugar. No cuando Kara la estaba envolviendo en mantas y llamándola cariño mientras besaba su frente y se negaba rotundamente a soltar a Lena por más tiempo que la duración de una pausa en el baño.

No va a admitir sus propias falsedades ni las libertades que se ha tomado con la verdad. No cuando el resultado de tal confesión ciertamente implicaría que Kara se marchara molesta, con Lena abandonada, sin abrazos, sin besos y decididamente infeliz. Puede que Lena Luthor haya pasado toda su vida haciendo todo lo posible por convertirse y seguir siendo una buena persona, pero no es una santa. Incluso ella tiene sus límites.

En su defensa, no era como si se hubiera propuesto mentir.

La primera vez que mintió estaba realmente enferma. Había pasado años evadiendo con éxito los resfriados y virus en el lugar de trabajo que con tanta frecuencia atacaban a sus empleados, había seguido adelante a pesar de muchos resfriados, superando muchas migrañas lo suficiente como para sentirse orgullosa de su perfecto récord de asistencia. Lo había considerado como otra pieza bien colocada de su exitoso rompecabezas de ser una CEO. Era una prueba, por circunstancial que fuera, de que podía arreglárselas sola, podía hacer lo que tenía que hacer. Que no era tan débil como su madre y su hermano le habían hecho creer. Que ella podría, de hecho, hacer esto.

Así que fue, en todo caso, una ocasión bastante trascendental el día en que finalmente se encontró con un germen, como Jess lo había dicho tan elocuentemente cuando Lena llamó para reportarse enferma esa mañana y discutir con una Jess que tuvo suficientes pelotas para enfrentar y ganar.

En su estado medio delirante, Lena había tenido el suficiente ánimo, después de colgar a Jess, para enviar un mensaje de texto a Kara y pedirle desplazar sus planes de almuerzo debido a su leve resfriado. Su "leve resfriado", que en realidad era más bien un brote de gripe particularmente cruel que había golpeado el sistema inmunológico generalmente estoico de Lena y la había dejado acurrucada febrilmente bajo una masa de mantas en su dormitorio a oscuras, sudando incluso mientras temblaba y sus dientes castañeteaban.

Creo que tengo fiebreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora