Cuando la puerta de la humilde casa donde hospedaban a las afueras de Sydney se abrió de par en par en un portazo escandaloso, Cyan creyó que se trataba de Jack anunciándose con un mal día encima, hasta recuerda haberlo regañado desde la cocina, donde se encontraba preparando el almuerzo para ambos. ㅡ ¿Crees que me pagan lo suficiente cosechando maíz para poder costear una puerta nueva? ㅡ vociferó en un tono relajado y teñido con algo de humor siendo que, irónicamente, ese día se había despertado más alegre de lo normal.
Sin embargo, la sorpresa se la llevó cuando al girar para "recibirlo" en la sala, al menos cinco agentes armados exageradamente lo utilizaban de blanco para -posiblemente- agujerearlo con un decenal de balas y él, entre pasmado y resignado, tragó fuerte esperando instrucciones de los altavoces que cargaban en sus pecheras.
ㅡ We have him surrounded, protocol activated. ㅡ sentenció el más próximo y pese a que todavía le costaba dominar el idioma local, la escena aseguraba una derrota límpida. Sus manos se alzaron tranquilas sin la necesidad de una orden previa, aunque dicho gesto no atenuara ni de cerca la agresividad con la que fue llevado al blindado que estacionaron a un paso de su granja. Parecía un chiste estar más preocupado por sus animales inhalando ese humo negro concentrado, que por la sentencia que le esperaba, posible método para disociar lo que estaba pasando. Dicha granja fue lo último que reflejaron sus ojos a través de la ventanilla. Esa libertad temporal que se encargó de asegurarles a sus animales, es la misma libertad temporal que le aseguraron a él durante cuatro años. A esos animales les esperaba el matadero y a Cyan, una cadena perpetua.
Si bien parecía haber sido un viaje corto, recibir golpizas asiduas de los guardias provocaba que su noción del tiempo se vea ligeramente alterada. Le habían ganado al correcaminos; toda la ira contenida de casi un lustro la iban a manifestar tanto como pudiesen antes de dejarlo en manos de la inspectora que, por lo que los agentes adelantaron, ansiaba la cabeza del capturado. Mejor ignorar cuantos derechos humanos se estaban pasando por alto, o definir lo que corresponde y lo que no de una inspectora nacional, a fin de cuentas, esa cabeza la quería más de uno. Cubrieron su rostro con lo que parecía ser un saco de tela y lo trasladaron puertas adentro a empujones. Sorprendentemente nadie estaba vociferando insultos ni agravios hacia él, considerando que tal vez, la captura hasta ese momento se mantenía reservada.
Liberado de las esposas, lo sentaron frente a una mesa impoluta en una habitación penumbrosa iluminada solamente por un foco degastado, las paredes eran grises y el piso se sentía frio incluso a través de la zuela de los zapatos. ㅡ Benvingut a casa, Aslan. ㅡ su Satanás se había anunciado con voz femenina y un catalán forzado de muy mal gusto. ㅡ ¿O prefieres que te llame Cyan? ㅡ tomó asiento frente a él con ambos codos sobre la mesa y una sonrisa ladina que haría temblar a una marina entera. Su cabello azabache consumía la poca luz del lugar, y vestía una chaqueta impecable con la que lucía su placa a la mayor hija de puta de Corea. ㅡ Como te apetezca, soy ambos.
ㅡ Supongo que tienes un par de preguntas que giran en torno a porque estás aquí. ㅡ comenzó a alardear.
ㅡ La verdad es que no, estabais respirándome en la nuca desde hace tiempo, incluso tuvisteis que asesinar a mi hermano como manotazo de ahogado para conseguir mi paradero. ㅡ respondió mostrando una fachada imperturbable.
ㅡ ¿Tu hermano? ㅡ su pregunta vino acompañada de un portafolio que deslizó por encima de la mesa. ㅡ Tu hermano murió de una sobredosis en Julio del año pasado, no tuvimos contacto alguno con él. En tus manos tienes la autopsia. ㅡ continuó en un tono firme. ㅡ Ahora piensa, ¿Quiénes más sabían de tu paradero además de tu hermano muerto y tú? ㅡ las manos de Cyan comenzaron a temblar y su memoria buscaba eludir la dolorosa respuesta, o más bien, lo que eso significaría.