Cosmos: Corazón de Doncella

Kosumosu

La guerra aniquilaba todo a su paso obligando a cada individuo a mostrar las partes más oscuras y sombrías de ellos mismos. Los convertía en bestias sedientas de sangre, en monstruos sin piedad.

Eran seres de alma rota y sentimientos extraviados en el largo camino cubierto de sangre inocente o de enemigos vencidos. Un sendero de huesos.

El grito de los muertos torturaba su consciencia.

Abrió los ojos exhausto, no podía descansar y sus sentidos siempre estaban alerta, seguido de innumerables y aglomerados pesadillas de muerte y desolación. Ser un Samurái era una responsabilidad que se había ganado con la fuerza y el honor de portar una Katana. Cada que miraba esas manos callosas y duras, pensaba en lo mucho que había ocurrido desde que los Bárbaros atacaron el imperio, todos eran enemigos, no podías confiar en nadie y siempre debias cuidar tus espaldas. No recordaba cuando había soñado por última vez, sus noches eran oscuras y sin imágenes, no había recuerdos.

No tenia pesadillas ni sueños. No tenía nada.

Suspiro, si no lograba descansar otra noche su desempeño a la hora de luchar podía costarle la vida, abrió los ojos, a pesar de la oscuridad las estrellas no brillaban. La montaña en la que se encontraban iba colina arriba colindante con un río turbulento que bajaba desde la cumbre tan caudalosamente que si se concentraba el sonido apagado del agua llegaba hasta él. Los árboles se elevaban sobre todo, sus ramas sobrepuesto le recordaban el bello árbol de Sakura que su familia había cuidado por generaciones a su edad ya adulta quería regresar a los brazos de sus padres y descansar. Ahora estaba en medio de la noche muchas millas lejos de casa para proteger a su familia, a su prometida, su linaje y el honor del imperio. Para eso había sido educado y adiestrado.

Para servir al imperio y defenderlo. Para luchar.

—¡Capitán! —Uno de los soldados que había sido encargado para la guardia nocturna, corría gritando para despertar a todos. Bardock miro fijamente al soldado llegar a la tienda improvisada donde dormía su Capitán,  donde se inclinó lo suficiente para brindar respeto.

—¿Qué pasa? —Saliendo de la tienda, un hombre ya mayor y entrado en años portaba una armadura mucho más detallada y grande para cubrirlo. El Capitán de porte serio atendió al joven soldado que mostraba una expresión de miedo y ansiedad.

¿Que había ocurrido?

—¡Fuego! —No hubo más explicación que los gritos de desesperación de guerreros que descansaban en la primera línea de guardia, gritos de ayuda y socorro llenaron el silencioso ambiente de hace apenas unos momentos.

Bardock rápidamente se levantó de su lugar improvisado para dormir y observó el terreno varios metros delante de él donde un gran número de jóvenes y mayores empezaban a huir en pánico mientras a lo lejos el color brillante del fuego arrasaba muy rápido, incluso el correr errático de aquellos cuyo cuerpo se prendía en llamas era perceptible a sus ojos, los que huían esperaban salir vivos de las llameantes flamas que incendiaban los árboles a una velocidad increíble.

«Esto es el infierno» Pensó Bardock.

—¡Todos contra el viento, vayan hacia el río! —La orden del Capitan fue clara, despejando su mente del panorama desolador, Bardock comenzo a correr ayudando a sus compañeros para evitar que el caos cobrara más vidas, tenían que actuar rápido antes que el fuego los enjaule, la estrategia de los Bárbaros para dispersar las tropas estaba surtiendo efecto. Tenía salvar a cuantos pudiera, pero en su pesar sabía que muchos morirían vigilando tras de él vió que varias tropas enemigas empezaban a hacer su aparición corriendo con katanas en mano para terminar con la vida de los desafortunados que no pudieron huir, cabezas degolladas, el sonido de la katana guiada a terminar con los enemigos de su portador,  cuerpos desangrándose para caer gravemente heridos o sin vida en la tierra. Bardock podía oler la sangre mezclándose con la humareda espesa contaminando el aire y amenazando con intoxicar sus pulmones. Tosió fuertemente para liberar de tan aprensivo ambiente, ese era el panorama que dejaba a su paso el enemigo.