Serene y Helios: Frías miradas

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Las calles vacías, tan llenas de gente; todos sonreían y se acompañaban mutuamente. Camino, camino sin nadie a mi lado, siendo los que a mi lado caminan personajes secundarios. Me miran, sus ojos parecen apartarme, como a un lobo solitario.


El cielo cerrado con llave de nubes grises, Eolo, cada vez resopla más su colera sobre la tierra; y las calles siguen solas, llenas de ánimas. Sus miradas hieren, se ríen, me duele; siento que sus falsas sonrisas me hielan, y siguen cortando mis huellas.


Mis ojos puestos al frente, mi mente no trabaja; el mundo se oscurece y mi calor yace encerrado en una caja.


—Oye, ¿eres Helios? ¡Oh, Helios! Mi gran amigo, ¿cómo te va? Tiempo sin vernos. — Un chico de destacable altura pone su mano sobre mi hombro saludándome, con un tono de voz sarcástico; un rostro de hace unos cuantos años, cuando estudiaba en aquel instituto; ¿qué hace aquí? Respiro profundamente y doy media vuelta encarando a aquel ser.


—Hola, Orion. — Mi tono es bajo, con un entusiasmo tan alto como el suelo. —Un gusto verte nuevamente por aquí— con un sarcasmo remarcado paseo mis ojos de un lado a otro. No eres alguien bienvenido.


La calle sigue tan sola, solo llena de hipócritas.


—¡Eres igual a cuando estábamos en el mismo grado!— se ríe a carcajadas, golpeteando mi hombro de vez en cuando. Luego de unos segundos su sonrisa se desvaneció lentamente y su boca no emitió ningún sonido; su rostro esboza una expresión seria, como si quisiese golpearme.


—¿Dónde está serene? No te atrevas a evadir mi pregunta, ya sabes como terminan los que intentan burlarse de mí.— Su voz grave, tan grave como lo que dice; dicen que, hay personas que nunca aprenden.


-¿Serene? Oh, ya, sí. ¿Hablas de mi prometida? Pues ella está bien, gracias por preguntar.- Lanzo un par de indirectas intentando ser lo más sarcástico.


Orion, un chico quien en nuestros tiempos de instituto estaba enamorado de Serene. En ese momento no le conocía a ella, solo a él; quien solo le acosaba disfrazándolo como "amor". Un día cualquiera paso, sobre la azotea en un día caluroso.


Yo acostumbraba comer y escribir en la zona de almuerzos en la azotea, y entonces la vi. Su uniforme ondeaba por el feroz viento, al igual que su corto cabello. Sobra decir que sobre el filo de la vida estaba, queriendo lanzarse, lanzando todo por la ventana. Su último aliento fue un "adiós" y a dios rezándole pedía que, todos perdonaran su ignorancia, pero las ansias le carcomían.


Un paso adelante acabaría con su vida, pero un paso detrás yo estaba; tome su cintura jalándole a la mía y le invite a sentarse. Sus ojos desconcertados, su cuerpo suavemente tomo asiento delante de mí, en un lugar donde normalmente se hacen pícnics y reuniones de amistades para almorzar.


—No preguntaré nada, solo te diré que allí abajo perderás mucho más de lo que aquí arriba podrás— mientras con mi lápiz jugueteaba ella miró directo a mis ojos y directamente me dijo.


—No tengo nada, intento luchar, pero siempre él gana; intento, pero me obliga a ser su novia, como si yo le amara— su voz calmada, triste y vacía; sus ojos como el cielo nocturno, parecen llenos de estrellas, aunque siento que poco a poco se apagan; es día de luna llena en sus lágrimas tan serenas. Su tez morena, sus ojos color café y su cabello color invierno me parecían perfectos; su olor a limón, su voz y su aura tan tierna eran una combinación inédita.


No es que era débil, solo que él era muy fuerte. Día a día, cada vez más su fuerza mermaba hasta llegar al sol de hoy; a esta situación.


—Señorita, si quieres dejar los problemas, entonces borra tu pasado y vive nuevamente como creas correcto— mi verso sobre el papel erraba cada que le miraba. Sus lágrimas dejaban de deslizar sobre su rostro decaído; sorprendida por mis palabras seco los cristales en sus ojos y nuevamente se dirigió a mí.


—No cambiará nada, ¿acaso no entiendes? No tengo a nadie y las noches mi corazón hieren— su tono un poco desesperado, tan bajas sus ganas de seguir, queriendo seguir con el final de su cuerpo terrenal.


—Querida, yo seré ese alguien. Yo también he pensado en morir, pero decidí esperar unos cuantos años y míranos aquí; te encontré y dudo que haya una diosa tan perfecta como tú. Tus ojos como estrellas las cuales siempre, desde que las vi hoy por primera vez, quiero verles centellar eternamente— un abrazo cierra la distancia entre cuerpo y corazón, sus lágrimas sobre mi pecho y su cabello derramado igualmente; una sonrisa sobre mi rostro, una en tantos años. -Guarda tus lágrimas, querida. Guárdalas que ellos no las merecen.—


Finalmente entendí que, la noche más oscura también puede ser de día.


Volviendo al presente.


—Siempre tan creído, ¿tendré que sacarte su paradero a la fuerza? No lo dudo— mientras el idiota frente mía decía cosas incoherentes, pude notar una luz a unos cuantos metros al noroeste. Era una persona que yo conocía muy bien.


Interrumpiendo el discurso de Orion pongo mi mano sobre su hombro derecho —Debo irme, querido amigo. Luego resolvemos esto, recuerda que has perdido la oportunidad, aunque nunca la tuviste.- sonrío de forma falsa y empujo su cuerpo, el cual cae de espaldas al suelo de piedra y concreto.


Camino hacia aquella silueta, una silueta hecha retrato; sus ojos brillantez llenos de estrellas, su cielo nocturno ya no está apagado; su cabello color invierno ondea con el viento y finalmente sol y luna estamos.


—Hola— su rostro serio, pero por dentro sonríe. Caminamos lado a lado.


La calle esta llena, pero solo estamos los dos; sus miradas nos queman, pero más quema  nuestra unión. El cielo comienza a oscurecer y puedo ver las estrellas, tan bellas; la luz se va y el anochecer llega; rojizo el ocaso y gloriosa es la calidez de ver la luna. Serene llega como  diosa de la noche.


Mi diosa.


La unión de dos personas tan parecidas, pero tan diferentes. ¡Buenas! Lo se es un poco corto, pero poco a poco estos personajes crearán nuevos lazos; dando así paso a otros "dioses".


Serene en su instituto fue una chica relativamente normal, aunque más fuerte física y mentalmente que la media. Tenía un pequeño grupo de amigas, el cual se dividió por el acoso del insensible Orion.


Helios en su vida escolar fue un solitario, escribiendo y mirando el cielo en los descansos sobre la azotea o la biblioteca. Tenía buenos amigos, pero prefería estar solo en su mayoría.


¡Espero sea de su agrado!

Poemas de una estrella sin estelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora