-Cielo, dentro de cinco minutos estará la cena, ¿quieres una copa de vino?-.
-Ya sabes que no puedo Joe, por más que lo desee-.
-No creo que al niño le afecté que su madre se tome una copa de vino- dijo Joe acercándose con dos copas en una mano sujetando la botella en la otra. Vino blanco Gran Reserva, el favorito de Maine.
-Eres una mala influencia para mí- dijo Maine arrancándole su copa de la mano sin ningún tipo de disgusto.
-Para nada, solo que te quiero- Joe se sentó al lado de su esposa y la besó -solo será... media copa, ¿qué te parece?, ni para ti ni para mí-.
Maine sabía que era la noche perfecta, que tenía al marido perfecto y la vida perfecta. Hacía varios meses que no tenían los dos una velada a solas y tranquila. Desde que nació el pequeño Mike no habían tenido descanso y necesitaban ese respiro que toda pareja necesitaba.
El pequeño tenía nueve meses y había sido un embarazo complicado. La suegra de Maine decía que ésta se quejaba demasiado, "yo tuve seis hijos y jamás me quejé, no me daba ni tiempo a bostezar". Pero el médico le dijo que era típico de madres primerizas tener malestares y antojos. Porque Maine tenía antojos de todo, tantos que se tuvieron que ir a vivir a las afueras de Londres una temporada porque Maine se ponía nerviosa con tanto bullicio, o eso decía.
Entonces Joe para contentarla alquiló una casa en Ascot. Veía que Maine estaba mucho mas relajada ahí. Podía perderse por el campo o montar a caballo a la vez que descansaba. El único inconveniente era que Joe trabajaba en Londres y varios días no podía volver a casa dejando a Maine sola. No se acostumbraba a que Joe pasase las noches fuera porque no le gustaba estar sola. La casa no era muy grande, una casa de dos pisos pero que tenía un jardín enorme. Prefería que Joe, aunque tardase una eternidad en llegar a Ascot contando el tráfico de Londres, durmiese en casa.
-Si me sigues besando de esa manera no vamos a cenar- dijo Maine mientras los dos estaban sentados en el sillón.
-Tienes razón, esta noche haz conmigo lo que quieras, seré tu mayordomo-.
-Dudo mucho que sepas cómo se comporta un mayordomo-.
-Nena no nací rico, así que un poco sé- dijo Joe dejando a su mujer la botella y la copa, levantándose para sacar el pollo del horno.
Aunque Maine tenía mucha razón. Joe nació pobre pero se hizo rico siendo muy joven. A los veintitrés años, antes de terminar la universidad, hizo su pequeña empresa de telecomunicaciones contando con sus compañeros ricos de Oxford. Él era becario, y como era normal, eso hacía que alumnos de esa condición se tenían que esforzar el doble que sus compañeros para permanecer en la universidad. Pero no era su caso. Joe era un cerebro y sabía meterse en el bolsillo a la gente. Nació con un don para los negocios.
Con ayuda de sus compañeros hizo una red móvil para "pobres" como todo el mundo decía. Pero esa red se volvió una compañía y ya casi en una multinacional que cotizaba en bolsa y de la que aún él, a sus treinta y cinco años, era presidente.
-¿Necesitas ayuda?- dijo Maine gritando a su marido desde el sofá.
-No- dijo Joe gritando desde la cocina -ya lo tengo-. Joe llegó al comedor con una bandeja enorme entre las manos. Era pollo al vino con pimientos, el favorito de Maine.
Joe dejó la bandeja encima de la mesa y se sentaron ambos en sendos extremos para verse cara a cara.
Joe había dejado la mesa estupenda. Había preparado exclusivamente esa noche para su mujer y él. Notaba que se lo debía después de una temporada de mucho trabajo. La mesa vestía un mantel rojo, una vajilla finísima regalo de la madre de Joe por la boda y unas velas doradas que contrastaban con todo.
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SIN MENTIRAS NO SE VIVE
Mystery / ThrillerUn asesinato, venganza y drogas. Cuatro mujeres que escaparon del infierno pagando un alto precio, dejar su pasado atrás. Pero, ¿hasta cuando durará esa mentira?¿cuál será el precio que pagarán?.