Sweet complete year.

Pretendía estar feliz, aunque su rostro lo delataba, además de sus constantes gruñidos cada que tenía que volver al coche gigante para agarrar otra caja.

Se estaban mudando de nuevo, Clint contó en su mente qué número era esa vez, pero su padre lo desconcentró diciéndole que entrara, puesto que esa era la última caja. No le tomó atención y la agarró con fuerza, llevándola dentro y dejándola cerca de la entrada.

¿Por qué se habían cambiado? Era una buena pregunta, parecía que su padre le gustaba hacerlo, según él también era una oportunidad para agarrar toda la basura o las cosas que no ocuparan y tirarlas, venderlas o regalarlas. Por supuesto siempre había otra razón mucho mayor, se sentía molesto de sólo pensar en esa razón mayor. Pero no había mucho más que hacerle.

Era una casa común y corriente, de dos pisos, según su padre eran cuatro cuartos y dos baños, dos arriba y dos abajo, un baño arriba, otro abajo. La casa daba vibes de ser nueva, en realidad, era bastante vieja, sólo que habían hecho un buen reparo durante varios años. Se sentía un poco incómodo, aunque estaba acostumbrado a eso sentía que no iba a ser exactamente su año de suerte.

Jannit lo esperaba fuera de la casa, con una sudadera roja que le quedaba casi hasta las rodillas y una pequeña sonrisa. Jannit era una linda chica de estatura mediana, parecía confiada en sí misma siempre y tenía esos ojos que te desafiaba. La mejor amiga o amiga más cercana que jamás tuvo Clint.

Kestahen caminó a su lado por toda la tarde, ni siquiera se dio cuenta si se despidió de su padre o si siquiera cerró la puerta principal, pero caminó, porque sabía que estaba bien después de todo. Sus ojos se sentían cansados por el largo viaje que había emprendido desde las 5 am, hasta entonces, 9:30 am, bostezó y pensó si es que Jannit no debía ir a clases, era miércoles.

Las horas pasaron y Clint cayó rendido en su cama, eran contadas las veces que podía, apenas tocar la almohada, dormir. Sin siquiera retirarse sus ropas, sus zapatos o sus lentes. Jannit se despidió del padre de éste y caminó hasta su casa, por más que insistía el padre en dejarla allí, puesto que vivían lejos una casa de la otra, le reprimió que no había razón de hacer eso, porque estaría bien.

[...]

Era octubre ya, los meses habían pasado demasiado rápidos, la escuela iba bien para todos, Clint se concentraba en eso, en las tareas y trabajos, salía de vez en cuando junto a Jannit, aunque siempre solo con ella, jamás con el grupo de su novio, el cual era algo amplio y a él le gustaban las cosas más... Pequeñas.

Estaba en la calle frente a su casa, el viento de otoño le pegaba en la cara y amaba eso. Tenía algo de frío y ocupaba una bufanda roja de su madre, su olor aún estaba allí. Miró hacia un lado, porque su instinto dijo que lo hiciera y pudo ver unas luces de auto, eran las 10 de la noche, a esa hora siempre estaba en casa, pero decidió salir por un momento.

Se levantó aunque no quería y empezó a caminar, confundido con su propio cuerpo, no entendía porqué caminaba hacia allí, las luces lo llamaban al parecer. Y cuando estuvo cerca, se retractó y corrió hasta la otra calle para poder caminar derecho hacia su casa, sin embargo se detuvo en seco y miró cómo una familia salía de ese auto. La madre, suponía Clint, un tipo que parecía 20 años más joven que ella, y un chico de más o menos su edad. Se le quedaron viendo por un microsegundo y decidió que era hora de avanzar.

No pensó mucho en eso, quizá estaba demasiado cansado y no podía pensar en claridad, por supuesto tenía sentido, después de todo se había anotado al equipo de volleyball y toda esa tarde había practicado, teniendo las muñecas y un poco de los brazos de un color rojizo.

Para la familia del auto, todo era bastante apresurado, la mujer mayor, era la madre por supuesto, abrió atrás y sacó maletas y una que otra caja. El chico un poco más joven que ella la ayudó con las cosas y le reclamó al menor que debía de ayudarlo, sin embargo éste parecía no escuchar y quién le reclamó, no insistió.
Tenía una expresión sombría y triste, Autum, así es como se llamaba el menor, arrastró los pies hasta la casa, pero fijó su mirada en aquel chico medio rubio que había parado, primero caminando hacia ellos.

Contestó su propio pensamiento, diciendo que sólo era curiosidad de los que eran más antiguos allí, era de noche y no era común, según lo que el dueño les decía, que todo fuera tan apresurado.
Agarró su bolso y entró a la casa. Apenas entró en su cuarto, donde ya había una cama, se echó y cerró los ojos de forma fuerte, esperando dormir. Aunque no lo logró en toda la noche.

No veía la razón del porqué debía de ayudar aún cuando no podía conciliar el sueño, estaba cansado y triste. Ellos ya lo sabían.

La muerte de su padre, hace poco menos de uno o dos meses, le había pegado duro y con ello, todos se alejaron, decían que debían darle espacio, pero Autum sólo quería un hombro donde llorar y ni siquiera donde su madre había encontrado eso, aunque sabía que ella también estaba destrozada. Su hermano Owen, de 36 años, también lo estaba, sólo pretendía ser fuerte, pero no le exigía mucho a nadie porque sabía que todos estaban mal con esa muerte. Después de todo, su padre había sido un buen hombre.

Sólo esperaba que ese año no fuera tan malo, que algo le hiciera seguir adelante, que todo mejorara como todos le estaban deseando que pasara para él y su familia, que todo simplemente estuviera bien. Tenía las esperanzas algo altas aún, después de todo, se mudaron para crear otro ambiente y aunque quedaba poco para terminar ese año, sabía que no se mudarian otra vez. A la familia, su madre sobretodo, no les gustaban los cambios, menos de forma frecuente.

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⏰ Última actualización: May 20, 2021 ⏰

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