El sol brillaba en un cielo despejado. Una brisa suave refrescaba el ambiente.
Los niños se la pasaban corriendo por la espesura de la estepa.
Apartada de los demás, debajo de un solitario árbol había una peculiar niña de pelo rojizo.
Observando vagamente como se desprenden las hojas del árbol hasta llegar al suelo, indicando el cambio de temporada.
Con un amargo sentimiento de melancolía ella tomó una hoja que estaba a punto de tocar el suelo y luego se marchó en silencio.
No duro mucho caminando hasta que se encontró a las afueras de un poblado, el cual tenía un aspecto muy pobre.La niña simplemente camino a través de la aldea con una mirada vacía fijada en la hoja que estaba despellejando poco a poco con sus dedos, a la vez que cantaba versos de una canción cada vez que arrancaba un pedazo de la hoja.
"Da terra nagis"
Todos y cada uno de los aldeanos parecían angustiados y alterados por algo que ella ignoraba completamente. Con las miradas se atacaban fieramente sin decir una palabra, mientras que una tensión abrumadora reposaba sobre ellos.Vivienda tras vivienda, esparcidas por el terreno de una manera ambigua aunque extrañamente familiar. Casas de arquitectura y diseño bastante arcaicos para la época, dando una impresión de atasco en el tiempo que ellos mismos ignoraban.
"Ku nume Kedou"
Luego de una caminata sin sentido. Llegando casi a los limites de la aldea, había una casa igual que las demás, fría y lúgubre, pero que a ella le parecía raramente conforme.
"Na sarea falesis"
Al final cuando termino de entonar el último verso de su canción, con un tono ligeramente apasionado pero sin abandonar su estado melancólico. Ya solo quedaba el peciolo de lo que antes era una hoja y sin vacilar se lo trago de un bocado sin siquiera masticarlo.Después de ese acto incomprensible, se encaminó a la puerta de aquella casa fúnebre. Pero antes de acercarse lo suficiente, una voz retumbó desde adentro, era la voz de un hombre en cólera. Casi como un instinto, ella se ocultó lo mas rápido que pudo detrás de las paredes de una casa vecina, mientras observaba desde la oscuridad.
Se escuchó un crujiente sonido de madera rompiéndose. La puerta se había quebrado por haber sido abierta tan bruscamente. Dos sujetos salieron casi al mismo tiempo de esta, haciendo imposible saber quien abrió la puerta, seguido de una discusión estrepitosa que culmino en un silencio incomodo mientras el segundo sujeto se marchaba perdiéndose en el laberinto que es la aldea.
La cólera del hombre se fue desvaneciendo una vez que aquel sujeto abandonó el lugar, dando paso a una chica que salio de la misma casa con una confusión que se notaba en su rostro.
Inmediatamente comenzaron a discutir. Pero la niña no alcanzaba a escuchar lo que decían, así que se acercó a hurtadillas hasta que pudo oír la conversación con claridad.
— Pero eso no importa, porque ya se fue.
— ¡Era nuestra única oportunidad, y lo sabes! — exclamo la chica.
— Creo que estás exagerando.
— Bueno... Lo mejor que podemos hacer es abandonar la región.
— Otra vez con lo mismo... Sabes muy bien como son las cosas allá afuera.
— ¡Tu no sabes! ¡Las cosas pudieron haber cambiado hace mucho, y lo supiéramos si no estuviéramos aquí encerrados como animales en un corral!
— ¡Tu no viviste lo que yo! — dijo el hombre con mucho furor — ¡Tú eres la que no sabe lo que hice para llegar hasta aquí, para que todos llegáramos hasta aquí!
La discusión se tornó cada vez más intensa hasta el punto de perturbar a la niña la cual no lo soporto y decidió acercárseles, y justamente en ese momento el mundo se detuvo. Todo se puso rojo mientras que lo único que ella podía ver era a la chica siendo golpeada en el rostro por el puño de ese sujeto.
Sentimientos indescriptibles la hicieron sucumbir al pánico, a su vez que inconscientemente cerro los ojos y echo a correr en la dirección contraria a ellos.
Corrió y corrió, hasta que un fuerte golpe hizo que cayera de espaldas al suelo. Abrió los ojos y se percató que había chocado con un señor de mediana edad que estaba de espaldas. Sin que ella pudiera reaccionar, la punta afilada de una lanza atravesó la rugosa espalda de aquel señor, salpicándola por completo de sangre.
Otro ataque de pánico la invadió de una manera agresiva. Su corazón palpitaba bruscamente y su respiración era tan agitada que se asfixiaba a ella misma, hasta que finalmente su cerebro colapsó desmayándose en el acto.
Una voz de ultratumba resonaba en su cabeza con palabras inentendibles para ella. Pero a pesar de no entender lo que decía, la voz le transmitía una sensación agridulce de tranquilidad, calma, y una frialdad extrañamente cómoda.
Como si de un mal sueño se tratase, la niña se despertó con angustia solo para darse cuenta que estaba acostada en el suelo de una casa que podía llamar hogar. Confusa por lo que había ocurrido, se levantó y luego salio con prisa por la puerta destrozada de aquella casa para encontrarse con un paisaje perturbador.
El viento soplaba trayendo consigo las cenizas de las casas recién quemadas de la aldea. Mientras que algunas solo estaban parcialmente destruidas, todas compartían algo en común, ESTABAN MANCHADAS DE SANGRE. Como si fuera la escena de un genocidio pero sin ningún cuerpo a la vista.
Horrorizada hasta casi no poder moverse, trato forzosamente de volver a la casa pero en cuanto se volteó, vio un escalofriante mensaje escrito con sangre en la pared que decía:
Niboshi
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Hegemony
FantasyAlguna vez hubo una época donde todo era rojo. Una época donde los rostros de las personas solo eran recordados por quienes daban fin a su jornada. Una época en la que el mundo se detuvo, solo para contemplar su belleza y usarla en su propia contra...