Primera Parte.

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El otoño se marchó dando paso al inclemente invierno, todo se congeló con el gélido aliento de las bestias del norte, y es ahí donde está un hombre que miraba cómo la vida se escapaba de sus dedos.

"¿Una noche digna para verme morir?"

En su estómago una puñalada se presentaba con una exclamación de sangre, en su rostro inexpresivo una mueca de dolor se mostró, escupió al suelo y con una carcajada sacó de su gabardina un encendedor y un cigarrillo. Empezó a fumar como si eso calmara el arrogante padecimiento.

"¿Cuánto vale una vida cuando la maldad la invade?"

- Nos volvemos a encontrar, Ángel de La Muerte... – Ante el hombre bañado en sangre se mostraba un joven de vestimenta blanca que con movimientos elegantes se acercó. Intentó saludarlo, pero sus movimientos eran lentos y sumamente torpes, y a pesar de que su voz titubeaba, mencionó:

- Hace años que ese nombre no se empleaba para referirse a mí... y supongo que tú deberás ser el Diablo; sabía que vendrías por mí, hace mucho tengo una larga deuda contigo. – En sus labios estaba el cigarrillo, el calor del humo solamente le hacía sentir placer, y le relajaba, aunque el dolor y el frío se hicieran bestias combatientes.

El frío empezaba a mermar las fuerzas del hombre herido, mientras que el otro solamente se encargaba de acercarse y sentarse junto a él, para luego sacar una bolsa con maní salado. El aura cálida del hombre era notoria, pero su contrario cada vez podía sentir menos, ya quedaba poca sangre corriendo por sus venas.

El hombre de blanco recitó sus palabras mientras comía manís:

- ¿Es así como el Ángel de La Muerte va a caer? ¡Qué va! Realmente no me interesa, solamente deseo tu bella alma. – Estaba ansioso por ver cómo la respiración de su víctima empezaba a hacerse más frágil. – Hace mucho tiempo que esperaba tu muerte, es una desgracia que no pueda seguir viendo desde mi trono cómo tus manos llevan a cabo cada asesinato con un sabor de pasión. Aun así, es triste ver que quien te dio muerte, fue tu propio cuchillo.

- Prefiero que me llames por mi nombre, ¿no te parece así mejor, Lucifer? – En su voz se notaba cómo la arrogancia se marcaba como las huellas en la nieve, pues era cierto, Lucifer estaba en la tierra buscando el alma de un "simple" mortal. – Pero si no deseas hacerlo, está bien, sé que le tienes miedo a quienes viven su vida libre, mientras tú te pudres en el Infierno, siendo el mayor perdedor del panteón de Dioses. Si tan solo tu rebelión no hubiese sido un fracaso, ahora estarías gobernando el Cielo, en vez de sentarte en el basurero de Dios... en pocas palabras, la historia seria otra.

- Sigues siendo el mismo arrogante de siempre. Incluso cuando estás a punto de morir, no puedes cerrar la boca. – Empezaba a hacer un gesto de negación, mientras continuaba comiendo su delicioso maní. – Pero es cierto, debería llamarte por el nombre que me dio años de diversión. Entonces, Dante, ¿estás listo para partir?

Dio una calada tan larga como era posible por sus pulmones llenos de líquido, para luego soltar el humo con tanta lentitud que sentía cómo los segundos se hacían eternos, pero algo era seguro, Lucifer estaba ansioso por llevárselo, y Dante no estaba listo para morir, o eso era lo que su mente le decía. Dante intentó levantarse, pero sus fuerzas traicionaron su voluntad y volvió hasta el gélido suelo de granito. La nieve empezó a caer, el frío se volvió inclemente, fue ahí cuando Dante mencionó:

- Qué triste es que la muerte se sienta tan vacía, pensé que por tanto tu bello rostro me iba a hacer sentir algo, pero ni eso. Ahora solamente debo dejarme ir por las veredas de una muerte y luego llegar hasta tu reino, pero me siento bien, cumplí mi cometido, ahora sí puedes descansar en paz, esos hombres ya no borrarán tu sonrisa. – Empezaba a divagar, el oxígeno le empezaba a faltar, pero sin importar qué, no iba a dejar de fumarse su cigarrillo. – Lucifer, ¿recuerdas cuando nos conocimos en ese verano tan caliente como las brasas mismas, ese verano hace ya 35 años?

Agnus DeiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora