Suicidio

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Samuel.

Hoy era el día que estaba esperando. Habían pasado tres semanas desde que había tomado la decisión de abandonar este mundo. No le quedaba nada, ni familia ni amigos ni mucho menos amor. Él no creía en eso. No se tomó la molestia de escribir una nota suicida, ni un simple adiós. Simplemente salió para no volver, aunque el echo de que no regresara no estaba en sus planes.

Guillermo.

La vida se ha reído de el de muchas formas. El constante acoso, las criticas, los murmullos, las incontables comparaciones con su padre, las amenazas... Ya poco o nada le importaban. Todos le odian, incluso el mismo, así que decidió ponerle fin a su sufrimiento.

Se dirigía al puente más cercano a su casa, había 150 metros hasta el suelo desde allí, no hay vuelta atrás. Eran las tres de la mañana, no había nadie en las calles, por lo que nada impediría que se suicidara... Pero el destino es muy juguetón. En ese puente, a esa hora, en ese mismo lugar a solo unos pocos metros de Guillermo se encontraba un chico alto, esbelto y de un perfil de dioses. ¿Qué hacía ahí ese adonis? Guillermo decidió acercarse a preguntarle, cuando vió lágrimas corriendo por su rostro.

Habían dado las seis de la mañana y los dos chicos no querían separarse el uno del otro. Demasiadas cosas en común, demasiados sentimientos. Parece una locura eso del amor a primera vista, pero, gracias a ello esos dos chicos, ese día, salvaron sus vidas y la rehicieron juntos, empezando de cero, siendo un complemento para el otro. Y así sería de por vida.

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