Insomnio, estás cansado, tu cerebro pide noquearse. Sientes aversión hacia ti mismo, la respiración se corta. Te mareas, asustas y el teléfono se convierte en tu salvavidas, sin él la oscuridad te consumirá, solo. Todo se distorsiona, aquello que disipaba el tormento a modo de placebo deja de anclarte a tierra. Estás agotado, lloras por todo y nada, al minuto paras porque tu cabeza comienza a punzar y solo queda frustración al no poder con ello.
Silencio, nadie despierto, el «tic-tac» del reloj te desespera porque es lo único que te acompaña y te dice que no estás sordo. Quieres dormir, levantarte por la mañana y llenar tu día de acciones "productivas". Sin embargo la escasez de sueño lo empeoraría. Silencio. Esperas que Morfeo advierta tu mísera existencia, mientras las horas pasan te pierdes, te desconoces. Caes de lleno a la inconsciencia si la suerte va de tu lado, de lo contrario una larga, lenta y dolorosa espera donde los pensamientos son tu peor enemigo, la peor compañía. Intentas, claro que lo haces, vaciar tu mente es la luz al final del túnel. Cierras los ojos, tomas respiraciones pausadas. Caes.
La luz te levanta, te sientes más pesado. Nada funciona, nada te deja. Vuelves a tu cama, la fatiga te absorbe. Pedir ayuda no es una solución, se preocuparían demasiado y eso solo traería problemas, no quieres más problemas. Dormir es lo que más ansías. Deja de pensar en eso. Todo se repetirá cada día, estás en un bucle del cual no ves salida. Esperas cambiarlo pero pasa el tiempo y tus esperanzas decaen cruelmente, una tras una. No te acostumbras, «horrible» es tu definición de cómo lo sientes, mas quienes te rodean están acostumbrados, por lo que aparentas estarlo. Te crees acostumbrado, bromeas, le das insignificancia, sin embargo es tu verdugo, tus pensamientos, acciones, deseos y esperanzas le pertenecen. Hasta que no queda nada tuyo. Sigues aparentando, porque al final solo exagerabas. No era para tanto. Tu vida de pronto ya no es tuya, no más. Estás fuera, en la banca, viéndote apagarte lentamente. Lo sabes, en el fondo lo sabes pero ¿a quién le importa? A nadie. Palabras. Palabras. Palabras.
Vivir se convierte en un romance con la muerte, quien se apropia de cada cosa de ti, de aquello que quedaba y aún creías que te pertenecía. Ya no te quieres comer al mundo, el mundo te devora sin piedad. Tu existencia será tan irrelevante como el perfume que usaste la última vez que te sentiste vivo. Nadie lo notó entonces. ¿Por qué lo harían ahora? Nada ha cambiado, solo lo ves desde otra perspectiva. No eras dueño más que de aquello que todos veían, y lo que veían, cuando dejaste que el mundo te devorase y el musgo creciera de ti, era nada.
-ChairmanChar-
