27/07/2017
Una celebridad es, por definición, alguien que recibe admiración y aplausos, teniendo seguidores que lo observan como alguien superior al resto de los humanos y lo idealizan. Ser famoso implica ser conocido por un amplio número de personas, ser célebre además, significa destacarse del resto.
Harry Styles era considerado una celebridad y, por ende, tratado como tal, aún si él no se sintiera a si mismo como una.
No le había costado mucho llegar a la cima realmente, había comenzado solo con catorce años de edad, y sus representantes le advirtieron que debía explotar su repercusión en el momento porque no duraría mucho, nada lo hace en la industria.
Pero el tiempo pasaba, habían transcurrido casi diez años y las cosas no cambiaban, Harry seguía siendo número uno en los charts por semanas, rompía récords de ventas y llenaba estadios, año tras año, no paraba de crecer.
Era bueno. Era mas que bueno, todo lo que alguna vez había deseado, pero cuando estaba a punto de sacar su cuarto disco, sentía que necesitaba un respiro.
No dejaría la música, claro que no. Él no dejaría la música hasta que lo obligaran a salir del estudio, pero necesitaba algo diferente, un cambio de aire.
Él siempre plasmaba sus sentimientos en los discos, y quizás es por eso que en diez años de carrera solo había lanzado tres, pero eso lo llevo a no arrepentirse de ninguna de sus canciones.
Él jamás, jamás, escribió algo solo porque sabía que vendería, ese no era su estilo, no era él y se rehusaba a serlo. Todas sus letras eran genuinas y con un pedacito de si mismo, y estaba seguro de que mas allá de que mucha gente no lo comprendía, había aunque sea una persona, en algún lugar del mundo, que lo había sentido de la misma forma que él.
Y escribiendo su cuarto album, se dió cuenta de que estaba perdiendo la escencia de su arte. Estaba escribiendo por escribir, para llenar casilleros vacíos en una lista de canciones. Él definitivamente no haría eso.
Por lo que empacó sus cosas, sin pensar demasiado, avisó a su representante, y tomó un vuelo directo hasta Jamaica.
Jamaica era el destino perfecto, cálido, tranquilo y paradisíaco. Justo lo que Harry necesitaba.
En ese momento se encontraba sentado en una pequeña mesa de algún bar poco conocido, libreta y bolígrafo en sus manos, intentaba terminar una canción que tenía a medio escribir hace años, pero sus pensamientos divagaron solos y lo llevaron hacia una profunda e inútil analizacion de toda su carrera.
El bolígrafo se deslizó de su mano y rodó por el suelo cuando Harry se exaltó en su asiento.
Un chico de aproximadamente su edad había irrumpido en el local, agitado y con la mirada desesperada y juguetona, analizó todas las mesas y al final su mirada se poso en él.
Avanzó rápido hasta su mesa y tomó asiento en la silla frente a Harry, sin preguntar ni saludarlo, simplemente tomo su mano y entrelazó sus dedos.
"Finje ser mi cita." Susurró entre dientes. Harry aún lo miraba confundido y tratando de procesar la situación, pero el chico no tenía tiempo para eso y presionó un poco su mano. "Por favor, finje ser mi cita."
El tono de súplica en su voz espabiló a Harry, que sin notarlo asintió y aseguró sus dedos al rededor del chico.
No sabía lo que hacia, ni siquiera sabía frente a quien se suponía que tenía que fingir, su cuerpo actuó rápido sin su permiso, pero la naturalidad en los movimientos del chico le dieron confianza y no dudo en seguirle el juego todo lo que hiciera falta.
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Born In Jamaica // l.s
FanfictionJamaica es hermoso, Louis también. Harry como que se enamora un poco de ese chico.